Homilía Iniciación del Pontificado de Benedicto XVI

INICIACIÓN DEL PONTIFICADO DE BENEDICTO XVI

Homilía de monseñor Mario Maulión, Arzobispo de Paraná en la Misa por la iniciación del Pontificado de Benedicto XVI (Iglesia catedral, 24 de abril de 2005)

1. Hace tres semanas, la Iglesia extendida por todas partes, unida a innumerables hombres de buena voluntad de todo el mundo, se sintió y se vivió unida, acompañando la enfermedad, la agonía, la muerte y la sepultura del querido Juan Pablo II. Hasta el último instante de su vida terrena, hasta la culminación de su existencia humana, él fue testigo de Jesús, maestro por su palabra y, sobre todo, por su vida, fue un hermano cercano a todos, un hombre entre los hombres, y para el creyente, un abnegado padre y propulsor de la fe. Vivimos esos momentos y esa experiencia de dolor por la partida de alguien a quien, con muchísimos  hombres, lo sentíamos parte de nuestra vida.

Fueron momentos, también, de una serena esperanza, porque el clamor con que él inició su pontificado (“Abran el corazón al Redentor”) fue la expresión de su propia vida: abrió su corazón al Redentor y, así, entró en el misterio de Dios en el momento de su muerte. Fueron momentos de esperanza de toda la Iglesia y la serena esperanza es fruto del Espíritu que anima a la Iglesia.

Hoy continuamos unidos en sentimientos de esperanza y de gratitud al Señor porque también, con la elección de Benedicto XVI, sigue cumpliendo su promesa: “Yo estaré con Ustedes, siempre.”.

Al iniciar su tarea de “servidos de los servidores de Dios”, vemos también, cómo en Benedicto XVI, se cumple y se cumplirá la relación que tuvo y mantuvo Jesús con Pedro, el pescador galileo.

2. Cuando Jesús preguntó cómo la gente lo veía a Él, los Apóstoles recogieron algunas opiniones favorables. Pero cuando les preguntó directamente a ellos qué pensaban ellos Sobre Él, fue Pedro quien hizo la solemne profesión de fe: “Tú eres el Hijo de Dios”.

Pedro vio a Jesús como los hombres no llegaban a verlo. Lo vio como “Enviado de Dios”, como “Salvador” del hombre. Vio a Jesús más allá de las opiniones humanas. Y llegó a verlo así porque el Padre Dios se lo revelaba. La mirada de Pedro con la acción del Padre Dios, con su poder, se vuelve más penetrante: llega a ver lo que los hombres, por nosotros mismos, no alcanzamos a ver. En esa oportunidad los hombres veían en Jesús a un gran hombre. Pedro vio al Hijo de Dios. Y Jesús le hace una solemne promesa que ha cumplido y seguirá cumpliendo: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. No le dice: Tú harás una gran Iglesia, sino Yo edificaré mi Iglesia.

3. Sobre  Benedicto XVI, como en tantos otros Papas, convergen muchas miradas y se dan diferentes apreciaciones. Los hombres, al verlo, lo ven y lo aprecian de distintas maneras. Somos testigos por lo que hemos pido y leído de cuántas maneras conservador para unos (como si fuera un delito) y lúcido para otros, rígido para unos y firme para otros, distanciado de los hombres para unos y cercano a la problemática actual para otros. Un gran investigador de la fe con una lúcida visión de la cultura actual. Son distintas visiones que los hombres tenemos hoy del Papa como en aquel tiempo los hombres tenían de Jesús. Opiniones favorables o descalificadoras Pero el creyente llega a ver que sobre Benedicto XVI, ahora, hoy, en este tiempo, Jesús construye su Iglesia.

La fuerza, el vigor, la solidez del Papa, Padre y Pastor de la Iglesia Católica, no le vienen de sus condiciones humanas, que son ricas y muy apreciadas: le vienen de Jesús.

Esta misteriosa relación entre la condición humana y su responsabilidad que tiene como Papa, Benedicto XVI la experimentó desde el momento de su elección: testimonió su limitación cuando se presentó como “humilde trabajador de la viña del Señor. Lo acaba de ratificar al iniciar su ministerio como Vicario de Cristo. Confiando y pidiendo la oración de todos, el acompañamiento de todos: con esto testimonia que es Jesús quien hace la Iglesia sobre él.

Como Papa preside a la Iglesia porque Cristo así lo quiere. Lo que a él se le pide es la fe. Porque cree en Jesús, está llamado a presidir la fe de los hermanos.

4. Poco antes de morir, Jesús le dice a Pedro: “Yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca y tú,  vuelto hacía Mí,  confirmes en la fe a tus hermanos”. El servicio de Pedro, de los Papas, será suscitar, alimentar, alentar, acrecentar la fe en Jesús. Para eso: enseñará, acompañará, consolará, exhortará, corregirá… Porque es un servicio a la fe, su tarea no es otra que la de oír al Señor Jesús y hacer lo que Él quiere, como lo acaba de decir en la Plaza San Pedro, lo que el Espíritu le dice hoy a las Iglesias como decía el Ángel en el Apocalipsis.

Confirmar en la fe es otra manera de decir que su tarea supone en él la fe y confianza en Jesús  y que, a su vez, lo ha de llevar a acrecentar dicha fe en los hermanos.

5. Esta tarea requiere, en palabras de Jesús, una sola condición, la única que Jesús le pidió a Pedro cuando le iba a encomendar a los hermanos. No le preguntó qué pensaba hacer en la Iglesia, qué planes tenía, cómo iba a enseñar, cómo iba a gobernar, cómo iba a acompañar. No le preguntó nada de eso. Le hizo una sola pregunta. “¿Me amas?” Pedro le dijo que sí. Y Jesús le dice: “Apacienta a mis ovejas”.Cuidalas, acompáñalas. Son las ovejas de Jesús que sólo se pueden acompañar, guiar, apacentar cuando uno ama a Jesús.  El amor a Él define la figura del Papa. Porque en esto, él es Papa, Maestro, Pastor: en enseñar a amar a Jesús.

6. La Palabra de Dios en este día nos muestra cómo ya en la primera Iglesia había ya situaciones de conflicto y cómo los Apóstoles  superaron las quejas y acusaciones: descentralizando, encomendando a los miembros de la Iglesia distintas tareas. Es una enseñanza que ya desde el comienzo Dios hace a la Iglesia. Todos en la Iglesia somos responsables del seguimiento de Jesús. No todos tenemos que hacer lo mismo. Sí, todos tenemos que tener la fe en Jesús, el amor a Jesús, cumpliendo distintas responsabilidades dentro de la Iglesia.

7. El Evangelio nos mostraba que el camino de la Iglesia es seguir al Señor porque siguiéndolo a Él que busca al hombre, la Iglesia va a encontrar el mismo destinatario que tuvo el camino de Jesús: el Padre y los hermanos.

Con Benedicto XVI, en un acto de confianza en la Virgen, Madre de la Iglesia, reafirmemos nuestra fe en Jesús, el Pastor de todos, el que hace la Iglesia sobre Pedro, hoy sobre Benedicto XVI, el que nos empuja a una tarea de reconciliación, tan necesaria entre los cristianos y entre los hombres, a una tarea de servicio a todos, en especial a los mas necesitados, a una tarea de esperanza porque ¡el Señor está con nosotros!

Construyendo la Iglesia sobre Benedicto XVI Jesús quiere hacerla casa y escuela de comunión, hacer que el mundo sea casa de familia en la que los hombres trabajemos y seamos verdaderamente hermanos porque queremos vivir como hijos del Padre Dios.

¡Ave María Purísima!

Mons. Mario Maulión, arzobispo de Paraná

JORNADA DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES (2005)

MISA PARA LA JORNADA DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES
 
Homilía de monseñor Mario Luis Bautista Maulión, presidente de la Comisión Episcopal de Comunicación Social y arzobispo de Paraná, en la parroquia Nuestra Señora de la Piedad (Buenos Aires, 6 de mayo de 2005)

 

Queridos Hermanos:

1. El hombre está con otros. Nace de otros. Vive y convive con otros. La vinculación con otros es esencial. Somos fundamentalmente sociales.

La vinculación y la pertenencia al grupo, a un grupo, es característica de los vivientes. Lo propio del hombre es la comunicación interpersonal: trasmitir la propia interioridad, lo que pienso, lo que quiero, lo que busco para encontrar una respuesta. La comunicación abre nuestro intimidad mas honda al ofrecer a otros lo mas propio de cada uno, el conocimiento y la libertad. Es mucho más que vivenciar sensaciones y emociones. Es llegar a compartir conocimientos que interpretan la realidad y decisiones libres con los que vamos tejiendo una historia en común.

La comunicación humana la hacemos con muchos modos y lenguajes, siendo la palabra una de las más ricas por la innumerable cantidad de matices. Desde el infante al sabio, la palabra es un formidable puente para unir lo más íntimo de las personas.

La gloria del hombre, su palabra, es también su riesgo y puede ser su destrucción: la mentira y el engaño se hacen con palabras.

2. Juan Pablo II nos recordaba que por la comunicación (principalmente,  las palabras) se difunde el bien, la armonía, la verdad, la reconciliación. Y, también la incomprensión, los prejuicios, los conflictos.

Un ámbito fuerte de la comunicación es la educación, el maravilloso y riesgoso proceso de introducir en la vida, enseñando todo, desde el comer hasta el pensar y el saber elegir. Se hace en el hogar y, luego, en la sociedad, en la escuela. En cierto modo todos somos educados y educadores. Pero fundamentalmente educan los adultos, los adultos. Esta educación está llamada a brindar comprensión y erradicar los prejuicios. Por la comunicación que es educación vemos a los otros como distintos. También pueden ser presentados hasta como hostiles. Y la comunicación llega a recorrer el camino del miedo, de la descalificación gratuita e injusta, del odio en el círculo y la espiral fatal de la violencia. La historia nos muestra cómo los hombres nos unimos y nos disgregamos hasta destruirnos.

La Palabra de Dios, su comunicación, nos recuerda nos señala que la Verdad nos hará libres y que la mentira es asesina. Jesús es la Verdad. El Diablo es padre de la mentira.

Mirando al Señor nos convencemos cada vez más que la comunicación está llamada a ser la constructora de puentes porque la Comunicación es lo que vive Dios y lo que Dios quiere hacer con nosotros y lo que quiere que hagamos.

3. La comunicación usa medios porque los necesita. Los hay de distintos niveles y calibres. Desde los muy simples y directos hasta los muy sofisticados. A algunos hasta los expresamos con mayúscula por el formidable poder que tienen. Pero todos valen sólo en la medida en que sirven a la persona humana concreta. Juan Pablo II nos recordaba poco antes de morir que el fin y la medida de los medios de comunicación social es la persona humana. Cuando la promueven son valiosos. Cuando la distorsionan o desorientan son altamente peligrosos.

El  medio en lo técnico sigue siendo medio. Lo importante es el hombre que lo dispone y lo usa, el comunicador. Y al  comunicador, por ser hombre, lo define su calidad moral. Como hombre, lo valioso de él son los valores que vive. Comunicador: te lo digo y me lo digo ¿buscas inculcar valores?  Vívelos! ¿buscas afianzar el valor y la dignidad de la persona humana? Testimónialos en la verdad, en la verdad sobre la dignidad de la persona humana. No en la mentira. En la verdad plena, no en verdades a medias o a gusto del interlocutor. En el humilde y audaz servicio a cada hombre ayudándolo al descubrimiento de su verdad plena.

4. En este camino hacia la verdad cada comunicador tiene función, su gloria, su responsabilidad. Pero fundamentalmente, su alegría.

La Palabra de Dios que acabamos y de la de proclamar nos habla de la Alegría y de la Paz.

Con las palabras de Isaías, pronunciadas hace más de 26 siglos, con una vigencia muy actual se nos anuncia que la Alegría verdadera llega porque Tu Dios reina, regresa, consuela a su pueblo, lo rescata. El texto dice que Dios desnuda su brazo que es como decir se arremanga, gráfica expresión de quien se mete con todo, manos a la obra.  Es lo que viene haciendo Dios. Desde siempre. Por muchas razones el hombre no siempre llega a verlo El comunicador está llamado a anunciarlo, con su palabra, con su conducta. Es su tarea, a veces su dolor, pero siempre su alegría. Es llamado a la esperanza contra toda desesperanza y desilusión. El Señor está y actúa. Así la comunicación se hace vehículo de la Paz.

5. El texto de Pablo nos habla de lo que es tan profundo y siempre actual entre los hombres. La división y el enfrentamiento. Pablo lo refería a una difícil situación vivida por los primeros cristianos. La división entre los cristianos por su distinto origen de judíos y paganos. Pablo señala el camino de la fe que el cristiano ha recibido y profesa. Jesús, enviado del Padre, en Él mismo, derriba el muro que separa haciendo de los dos pueblo un Hombre nuevo. A Jesús, el creyente cristiano lo ve cómo Paz y reconciliación.  Y al verlo así, ve el camino que está llamado él mismo a recorrer: unir, reconciliar, pacificar, derribando los siempre frecuentes muros de división. Y esto es la Paz. Es, la honda alegría de seguir creando puentes de acercamiento.

7. Jesús en el Evangelio nos recuerda que por sobre las profundas y serias divisiones de los hombres (buenos y malos) está el Padre que hace salir el sol y hace llover sobre todos De Dios salió todo, menos el pecado. Y Él quiere que todo a Él vuelva. Es su constante tarea desde el comienzo del mundo, y que tiene su punto culminante en Jesús Muerto y Resucitado para la vida de los hombres.

Su amor es universal, total.

Por eso al creyente, Jesús le señala un camino sobre humano. Es preciso amar al amigo. Incluso hasta dar la vida por él. Es la formidable prueba del amor. Pero  no basta. Es preciso amar como ama el Padre.  A todos. Incluso al enemigo. Es lo que hizo Jesús. María. Los Santos, los reconocidos y los ignorados. Con un amor sin límites ni fronteras. Hasta llegar a hacer salir el sol sobre buenos y malos. Tarea ardua y maravillosa. Tarea costosa. A Jesús y a muchos les llevó la vida. Gracias a Él vivimos. Por él nos sentimos impulsados a trabajar por la paz, por la reconciliación, por la unión. Entre todos. Para todos. Hacia todos.

8. Como comunicadores, trabajando en los Medios fuertes o en los que aparecen modestos, el camino es anunciar la activa presencia del Señor que derriba los muros de división, que es reconciliación, que trae la Paz.

Así haremos que “los medios de comunicación estén al servicio del entendimiento de los pueblos”.

El Señor de la Paz haga nos fuerte para la comunicación que lleva a la vida plena.

María, Madre de Paz, Causa de nuestra Alegría interceda por nosotros

Mons. Mario B. Maulión, arzobispo de Paraná y presidente de la Comisión Episcopal de Comunicación Social

Día de la Virgen del Rosario (2005)

Homilía de Mons. Mario Maulión, Arzobispo de Paraná.

Fiesta Patronal de la Virgen del Rosario

7 DE OCTUBRE DE 2005

 

Queridos hermanos:

Nuevamente nos convoca la fiesta de la Patrona de Paraná, nuestra querida Señora del Rosario. Estamos a pocos días de celebrar el 275º Aniversario de la creación de la Parroquia con la que se constituyó y comenzó a desarrollarse la primera comunidad en el territorio que hoy conforma la Provincia de Entre Ríos.

Nuestra ciudad y nuestra provincia nacen con la parroquia, como una comunidad en torno a la fe en el Señor Jesús, Hijo de María Virgen, presente misteriosamente en la Eucaristía. En una historia ininterrumpida hasta hoy, el amor y la confianza en la Santa madre de Jesús, la Virgen María, en su denominación como Señora del Rosario. Ella fue el camino por el que nos llegó y nos llega a numerosos creyentes habitantes de este suelo, provenientes de diferentes orígenes, la salvación de su Hijo Jesús, único Salvador, único Mediador, único Señor.

El Rosario continúa siendo un distintivo de nuestra fe cristiana (¡tiene la Cruz como síntesis!), con el maternal acento mariano.

El Rosario es, sobre todo, un modo humilde y profundo de contemplar, en los “misterios” al Señor Jesús, en todo el desarrollo de la Historia de la Salvación que Él trae, desde que es concebido en el seno de la Virgen hasta el triunfo definitivo de Él en sus creyentes, en el Cielo, con el Padre y el Espíritu, triunfo al que esperamos llegar.

En el recorrido de las decenas vemos junto a Jesús la presencia activa, consoladora y atractiva de su Madre, la Virgen y, con Ella, también, de otros creyentes, de antes y de hoy.

Mirarlo a Jesús en estos “misterios” es mirar al Padre, invisible, que nos ama hasta entregar a su Hijo para salvarnos.

Y mirarlo a Jesús es, también, mirar a su Madre, modelo de creyente, de seguidora de Jesús, de asociada a su obra de salvación. Viéndola, tenemos un camino de seguimiento de Jesús, caminando tras sus pasos.

En la Palabra de Dios están expuestos esos pasos y los “misterios” del Rosario los explicitan y subrayan. Así, rezar el Rosario es un modo de contemplarlo a Jesús para estimularnos y decidirnos a seguirlos.

María, en la Palabra de Dios y en los “misterios” del Rosario se nos muestra como el Espejo de la Iglesia. En estos “misterios” vemos a María:

Como Mujer de Dios. Desde la Anunciación hasta Pentecostés y hasta el triunfo en el Cielo se nos muestra como dócil y entregada a Dios. Es mujer que ora, que reflexiona. Desde su oración ve la acción de Dios en ella y a través de ella. A veces con serias dificultades y no siempre con facilidad. Y se la ve decidiéndose a hacer lo que Dios quiere, lo que le pide. Ella o sigue y camina a la luz de la Palabra de Dios. Como su Hijo Jesús, Ella se deja guiar por el Espíritu. Y lo hace con entereza, con fuerza, con decisión

Como Mujer que acoge la vida Se alegra con el Señor y lo alaba por la vida que se gesta y se desarrolla misteriosamente en Ella. Acoge y cuida esa vida, en su seno y luego del nacimiento. Y lo hace hasta el último instante de la vida de su Hijo.

María es Mujer que educa a su Hijo. Lo encamina a la vida. Lo hace desde pequeño y lo continúa hasta la edad adulta. Desde que es frágil, indefenso, hasta su edad madura. Con expectativa, con ilusión, con sobresalto y con angustia. A través de las distintas etapas y diferentes situaciones, siempre novedosas. Como Maestra, María que es Madre, observa, está atenta, dialoga, reflexiona, orienta, busca hacer pensar. Y, sobre todo, es modelo encarnado de los valores que suscita. De Ella Jesús aprendió la vida religiosa, la docilidad y la obediencia a Dios, la lengua, la tradición, el comportamiento, el trabajo, la convivencia… Como Madre y Educadora, cuida protege y cultiva lo que hay en el Hijo que nace. Y descubre, luego que en su Hijo (¡en cada hijo!) hay algo que no viene de Ella sino de Dios. Jesús adolescente se lo hace ver: “Debo estar en las cosas de mi Padre”- Ella educa no para que el Hijo sea como Ella quiere sino para que llegue a ser lo que debe ser, lo que Dios quiere de Él.

María es Mujer creyente de su pueblo. Como vecina, perteneciente activamente de su vida. Se siente miembro de un pueblo con historia, con tradiciones, con instituciones. Podemos decir con términos de hoy que Ella verdaderamente es mujer socialmente activa. Como tal, es Madre y Esposa responsable. Construye y enseña a construir una convivencia social centrada en los valores de la fe, de la Familia, de la Solidaridad. El “Magnificat”, canto de fe y salvación, es proclamación del Señor de la Historia, es anuncio de una sociedad que con el Señor superará los egoísmos, las arbitrariedades y las injusticias, de una Sociedad que Dios la trabaja para que cuide al hombre, la vida, la familia y no los desintegre. Como creyente observa la ley, la norma civil y la religiosa. Es Mujer serenamente firme cuando la injusticia y el odio destruyen a su Hijo. También en esto y, sobre todo en esto, sigue obrando con el espíritu de Dios. Sin ceder a la injusticia (Su Hijo dirá: “si hablé mal, muéstramelo y si no lo hice, ¿por qué me hierres?”) Ella está de pie, sin revancha ni odio. Seguramente unida a su Hijo en el perdón reparador de la ofensa.

Mujer de Dios, acogedora de la vida, educadora, solidaria en y con su pueblo, María es modelo de creyente, de vida y responsabilidad familiar, de educadora, de vida social. En momentos difíciles y desconcertantes para la solidez de fe, para la consistencia de la familia, para la responsabilidad de la convivencia social, María sigue siendo la Estrella que ilumina el camino al creyente en su vida y en sus responsabilidades

Invocándola como Madre de Cristo, estamos llamados también a vivenciar su estilo de vida

Ave María Purísima

 

Fiesta de San Miguel Arcángel (2007)

Homilía del Arzobispo Mons. Mario Luis Bautista Maulión
en la Fiesta de San Miguel Arcángel,
Patrono de la Provincia de Entre Ríos.

 
29 de septiembre de 2007

 

Estamos en San Miguel que identifica a nuestra ciudad, que identifica a la provincia, que identifica a la Parroquia y a las parroquias y capillas que en la ciudad y fuera de ella lo tienen a san miguel como su patrono y protector.

La devoción y la invocación a San Miguel forma parte de la historia de nuestra provincia, estamos ahora participando en esta celebración de él para invocar su protección y su intercesión, también que por esta intercesión seamos creyentes en Jesús con mayor confianza y con mayor lucidez.

San Miguel recuerda y actualiza la soberanía y el primado de Dios en todo, su mismo nombre como nos lo recordaban hace un momento “Quien como Dios” indica la supremacía de Dios sobre todo por que de el proviene todo, en Dios todo tiene sentido ir hacia el es el único camino de ser auténticamente humano. Fuera de Dios podemos ir a los tumbos así lo profesamos como creyente así queremos vivir y también como ciudadanos Argentinos lo proclamamos a Dios fuente de toda razón y justicia, así nuestra identidad de creyentes esta entrelazada con la nuestra identidad como pueblo.

Las lecturas bíblicas que acabamos de proclamar nos muestran nuestra realidad humana la de cada uno la de todos en la perspectiva de Dios, en esa lectura primera tomada del profeta Daniel intervienen junto a Dios los seres totalmente espirituales, interviene Jesús, intervenimos nosotros. Esa primera lectura en un estilo simbólico muestra el presente y el futuro nuestro de cada uno de todos. En esa lectura aparece un solemne juicio donde esta un anciano de vestidura blanca rodeado de un imponente poder al desarrollarse el juicio aparece ante una inmensa multitud también imponente alguien al que llaman Hijo de Hombre, es un ser humano en esa descripción con características sobre humanas y a este ser Hijo del Hombre se le entrega el dominio, la gloria, el reinado universal al que se le quedarán sometidas todas las cosas porque el es y será el Señor de todo.

En esta descripción se muestra la historia humana, el anciano es Dios, el Hijo de Hombre la fe cristiana lo identifica con Jesús. Este reinado y poderío de Jesús no es al estilo humano. Su reino y su poder no es como el de los hombres tal cual lo pensamos y tal cual tal vez a veces lo anhelamos. Su poder no es de un dominio aplastante, su acción no es una lucha confrontativa; por el contrario ese reinado es servir, es curar, es cambiar el corazón humano. Su poder, como el poder de Dios, se ejerce y se realiza solo en la vida, en vivir y hacer vivir.

La lucha que tiene este Hijo de Hombre, Jesús, no es contra ningún hombre; si contra los poderes que buscan dividir, esa palabra los poderes esta designando en el nuevo testamento esa fuerza como que flotan en el ambiente que uno no sabe precisar bien quienes y como surgen, pero que se van dando y se van consolidando como estilos de conductas, como modos de ver; la lucha que tiene Jesús si es contra estos poderes. Es estos poderes que terminan por dividir, engañar, destruir y Jesús si tiene algún enemigo personificado es el espíritu del mal, el padre de la mentira, el perturbador, el que divide, el que acusa, el diablo. Por eso la palabra de Jesús referida a los hombres siempre es viva y es para hacer vivir, por eso su opción será reconciliar a los hombres con su Dios y a los hombres entre si. La opción de Jesús busca rescatar al hombre de la muerte, de la mentira y del engaño que destruye para que pueda vivir en autentica libertad, para que pueda vivir.

La vida. La vida que es maravillosa, que es espléndida, la vida que con todos los abatares que tenemos vale la pena vivir. La vida que recibimos, que compartimos y que unifica a todos y frente a la vida desde el mismo origen humano aparece la muerte, la destrucción y la anulación de la vida. Desde el mismo Caín hasta hoy se va dando cuando el hombre se siente y cree dueño de la vida. No solo de la propia sino hasta la de otros.

Desde Jesús vemos que la vida es un regalo, un regalo inmerecido; nadie se ganó la vida, la recibimos y la recibimos como espléndida riqueza que debe cuidarse, cultivarse. Frente a la vida vivimos también por momentos, por sectores actitudes o propuestas alarmantes, porque descuidamos la vida, la vanalizamos, la exponemos y hasta la destruimos. Hechos que en nuestra vida parecen ir creciendo como la droga acecina, el abuso alcohólico, la vanalización del amor reducido a intensas emociones pasajeras, la fragmentación de la familia santuario de la Vida, la falta de una intensa e integral educación para la vida y para el amor tienen como consecuencias heridas, enfermedades y muertes, y esto creciendo aún ahora desde los mas pequeños: droga, alcohol, vanalización del amor. En todo esto es lo que Juan Pablo II califico como la “cultura de la muerte” y no es algo lejano, hermanos, esto se esta cerniendo sobre nosotros.

La consolidación de un crimen, como es matar a un inocente ya desde antes de nacer y que es persona al que se le quita esa vida violentamente, fríamente, hasta legalmente, y no como un caso que esta en la opinión publica sino como una, aparentemente, creciente practica que vamos teniendo como sociedad. ¿Que nos pasa que así descuidamos la vida? ¿Qué nos pasa para pensar que así vivimos como hombres? Por momentos parecemos sumergidos en la oscuridad, en apasionamientos que buscamos solucionar problemas sin prestar atención a que esas soluciones son nuevas tragedias que destruyen a hombres.

Con San Miguel, puesta la mirada en Jesús, Señor de la historia, tenemos que pedirle que se ilumine con la verdad nuestra inteligencia, que se cure nuestras voluntades para optar siempre por la vida. Para cuidar, promover, defender toda vida; sobre todo la mas frágil, la mas indefensa. Tenemos que demás de pensarlo pedirle al Señor que no caigamos en el error y la tentación de resolver problemas muy tristes y penosos con soluciones que no resuelven esos problemas, sino que los agudizan y aumentan.

Como creyentes, como ciudadanos, tenemos que optar por la vida, por toda vida, por la vida lo reitero de los mas frágiles e indefensos. Me lo pide Dios que es Padre de toda vida y de todos, me lo pide la Patria que proclama el derecho fundamental a la vida para toda persona humana desde su misma concepción. Pidamos mucho al Señor por todo esto, que dejemos que nuestro corazón cambie con Jesús para cuidar, defender, promover toda vida y con una confianza filial en el Señor tomados de la Virgen María que sufrió la muerte cruel e inocente de su Hijo, pidamos y pongamos la vida de todos, pongamos en esas manos maternales de la Virgen, en las manos Paternales de Dios la vida de tantas victimas de todos y diversos y diversificados atentados contra la vida. La vida de los inocentes, de las victimas inocentes de nuestras acciones humanas.

Quiero terminar dirigiéndome a estos chicos que van a realizar su segunda comunión, van a recibir nuevamente a Jesús, con fuerza y con ganas pídanle mucho a Jesús por papá, por mamá, por los hermanitos, pidan mucho por su familia, pídanle amar mucho a la familia. Pídanle por sus compañeros de escuela, por sus maestras, pídanle por nuestra Patria. Pídanle mucho a Jesús por todos los chicos que sufren y que están en distintas necesidades, pídanle mucho a Jesús y pídanle tener un corazón que ame y que ame a todos.

Amen

Fiesta de Nuestra Señora del Rosario (2007)

Homilía de nuestro Arzobispo en la
Fiesta de Nuestra Señora del Rosario
Patrona y Fundadora de Paraná y Toda la Arquidiócesis (2007)

 

Queridos hermanos, la celebración de la Virgen del Rosario nos une con ella Madre de Dios y Madre nuestra. Nos une con otros en hermanos en la fe que en este mismo día como aquí la están celebrando a ella, recordando entre esos lugares Buenos Aires, Rosario, Córdoba. A ellos también como a nosotros nos nuclea la fe, la honra y la invocación a la Virgen.

Esta fiesta de hoy nos une también a todos los que nos precedieron en la vida y en la fe en esta tierra paranaense y entrerriana. La Virgen del Rosario forma parte de toda la historia y de toda la vida de nuestra Patria chica.

La Virgen del Rosario nos habla del Rosario de la Virgen, sin hacer ningún juego de palabras. Esta oración, el rosario, tan común en nuestra vida familiar, parroquial, nos vincula con la historia y con la vida de Jesús y con nuestra propia vida y nuestra situación personal.

Los misterios del rosario son los hechos de Jesús, Dios y hombre,  por eso se los llama misterios, no son nada enigmático sino son algo mucho mas simple y profundo que una adivinanza. Son los hechos que vivió Jesús, son hechos humanos vividos por él que es fue y es mas que hombre, él es Dios y todas sus acciones bien humanas son fundamentalmente divinas.

Desde su llanto y su sonrisa inocente y apenas abierta a la vida que tuvo en Belén hasta su último suspiro lastimoso en la Cruz con una muerte cruel e ignominiosa son bien humanos y son y fueron llantos, sonrisas, sufrimientos, actividades de este hombre,  Jesús, que es Dios. Son los llantos, las alegrías, las sonrisas, las actividades de Dios entre nosotros.

En el rosario vamos contemplando estos misterios comenzando por el ser concebido prodigiosamente en el seno de su mamá, la Virgen María, su nacimiento, su infancia con alegría, normalidades y dificultades; son los misterios de Gozo.

Juan Pablo nos lleva a mirar otros misterios, de Luz. Son de los distintos hechos fuerte de Jesús en su vida ya del ministerio público. Están los misterios de Dolor culminando en la gloria futura que todos esperamos.

Recorrer los misterios de Jesús es también recorer la historia y la vida de nuestra Madre, la Virgen María. El Rosario así es una corona de oraciones contemplándolo a  Jesús, contemplándola a la Virgen.

La palabra de Dios que acabamos de proclamar nos pone ante nuestros ojos ese momento en que la Virgen desconcertada escucha del mensajero de Dios la felicitación por una alegría, porque Dios esta con ella. Quedo desconcertada y así ella escucha que será Madre: “Concebirás y darás a luz un Hijo que será Hijo del altísimo que será Hijo del Altísimo y será Rey con un reino que no tendrá fin”

El desconcierto de ella seguía y ante ese desconcierto ella expresa lo que esta viviendo por su decisión: “Yo no tengo relación con ningún hombre” le dice al ángel y ella escucha esa afirmación inaudita, ni se lo esperaba, para ella y para todo hombre, inaudita: “El Espíritu descenderá sobre ti, Dios te cubrirá con su sombra” y ante esta palabra esta también dentro de ese misterio que es la confianza en Dios su respuesta es audaz y valiente, ella no dice voy a hacer lo que me dices, ella dice humilde y concientemente que se haga en mi lo que tu dices, que se haga en mi según tu palabra.

Desde ese momento histórico y único Dios mismo comienza su historia humana, desarrollando ese proceso de todo hombre que va viviendo desde que es concebido. En ese Santuario que es su seno, María entabla esa maravillosa y prodigiosa unión entre ella y su Hijo. Como uno mas entre tantos hombres se da en ella y con Él este proceso, que no es un caso mas, no es el simple resultado de una estadística, un número mas que no puede ser nunca vanalizado a un simple dato de encuesta, sino que es siempre el nuevo y renovado milagro de una vida que comienza. De un ser único e irrepetible, porque cada persona lo es y allí en ese santuario, que es el seno de María, esta persona Dios hecho Hombre como tantos y tantísimo hombres, como todos los hombres que venimos a la vida, comienza él a desarrollarse. Porque lo que se esta gestando en ella no es una cosa, no es un dato, es alguien.

La frase de María: Que se haga en mi según tu palabra expresa la decisión de María, acoge gozosa a la vida, a la vida de este ser, lo cuida que estará a su cargo. Esa relación con su hijo la llevará a María a cuidarlo, a defenderlo, a alimentarlo, también a huir de los que quieren matarlo. Ese cuidado de ella con su hijo y ya después de nacido junto con su esposo, será enseñarle a vivir, será cuidarlo, protegerlo, encaminarlo en la vida, enseñándole también a saber elegir, a saber comportarse.

Con el correr del tiempo este niño, bebe, luego adolescente, joven, hombre maduro se irá transformando con ella e incluso hará de ella su discípula, porque si enn un momento de su vida Jesús aprendió de María, también en ese tiempo María fue aprendiendo de su hijo. Será en su expectativa, en su sufrimiento, en su esperanza el lugar en que ella lo esta ayudando a vivir.

La Vida de María con su esposo José y con la de su hijo Jesús, la muestra como una familia centrada en la confianza en Dios, recién lo repetimos el canto de ella: Me alegra en Dios, me alegro en Él, salvador. En la solidaridad, también, con quienes sufren. Es   una familia que vive, por lo mismo, con un compromiso social. Es abnegada y decididamente, esta familia, vive su condición de miembro de un pueblo y de una sociedad con sus tradiciones y sus normas. Es esta familia en el mejor de los sentidos, una familia con una adhesión y con un compromiso social y solidario.
La historia de María es la historia de una mujer creyente, madre y esposa, solidaria, servicial, por eso en el mas sentido profundo de la palabra ella es Madre.

La segunda lectura que escuchamos, de los hechos de los apóstoles, la muestran a la Virgen ya después de la Ascensión de Jesús al cielo en el comienzo mismo de la Iglesia. Los discípulos, los apóstoles reunidos esperando lo que Jesús había prometido, el Espíritu; esos Apóstoles están con María y aquí Jesús hace una nueva acción, comienza  a ser ya fuertemente su Iglesia y ahí estuvo María. Como entonces también ahora y hoy la Iglesia surge y se renueva cuando los creyentes renovados sobre todo en un clima de oración, un clima de confianza en la Palabra del Señor estamos con María y como María. Por eso la fiesta de la Virgen nos lleva a mirarnos y a mirar nuestra realidad, como familia que componemos cada uno de nosotros. Queremos estar gozosos y cuidadosos de la vida, de la vida de cada uno y de todos. De la vida de los que la formamos y de aquellos que vendrán. Queremos ser familia que viven y vivimos la alegría del maravilloso misterio de vivir y hacer vivir. Queremos ser familia que porque vivimos la vida queremos educar y enseñar a vivir, queremos que desde pequeñitos cuidemos la vida, que enseñemos así a nuestros hijos, a los niños y jóvenes que están a nuestro cuidado en la escuela, en la sociedad, enseñara a vivir, a cuidar la vida a promoverla y realmente a hacer que la vida no sea una penosa tarea sino una maravillosa ocasión de vivir y compartir.

Queremos no solamente a vivir, sino que la verdadera vida es amor por eso creo que tenemos que querer enseñara a amar en plenitud sin recortes egoístas, sin engaños, sin reducciones que terminan dañando; enseñara a amar, enseñar a vivir.
Queremos er familias bien concientes de que vivimos en sociedad. Todos tenemos nuestra responsabilidades y necesitamos con responsabilidad tener una conducta comprometida con la suerte y con el destino de nuestra sociedad. Así lo hizo la Virgen con San José y Jesús. Familias que tengamos una creciente conciencia social de nuestras responsabilidades. Conciencia social que no es solamente de algunos dirigentes esta conciencia debe brotar y formarse en el corazón del niño que comienza a vivir, del joven, de toda la familia.

Por eso como familia queremos sentirnos y ser participes de eso que llamamos Bien común. Nuestro compromiso social se ejerce cada día en la búsqueda del bien común, que favorezca y promueva la dignidad de cada uno en especial de los mas indefensos, de los menos favorecidos, de los mas frágiles. De una solidaridad que se haga en justicia y en verdad. Un modo particular de este compromiso social es la elección de la autoridades, dentro de poco tendremos el derecho y la obligación de ejercer este acto eleccionario. Esta elección requiere de todos lucidez y reflexión y para que una reflexión sea lucida necesitamos conocer que estamos eligiendo.

Es un acto tan importante la elección que necesitamos todos conocer que se esta en juego y necesitamos precisamente para que nuestra elección sea mucho mas que emocional sea lucida y racional, por eso lo queremos ejercer como hombres y como sociedad, cada uno de nosotros es responsable, soy responsable de mi sociedad, de mi pueblo. Por eso como creyentes pidamos mucho a la Virgen que interceda para que nuestras familias sean siempre santuarios de la vida, pero además de rezar y pedirlo como creyentes, como hombres necesitamos comprometernos como lo hizo ella, consolidando nuestra familias, como santuario de la vida, como educadora.

Pidamos también a la Virgen que interceda ante su Hijos para que seamos lucidos constructores de una Patria de hermanos, que nuestra patria recorra el camino de la razón y la justicia, de la verdad, de la paz y de una convivencia pacifica y pacificadora, y junto con este pedido a la Virgen para que interceda ante su Hijo y nos conceda esta gracia, este regalo a los Argentinos, junto con este pedido que brote también generoso el compromiso de cada uno, el mío, el de cada uno de Uds., un compromiso generoso y un aporte lucido para hacer de nuestra Patria una Patria como Dios quiere, una Patria como nuestros antepasados quisieron, una patria de hermanos abierta a todos en paz, en justicia, en fraternidad.
Pidamos esto al Señor por medio de la Virgen pero comprometámonos a trabajar para que esto así ocurra.

Nuestra Señora del Rosario
Ruega por nosotros   

Paraná, 07 de Octubre de 2007
 

 

Homilía Ordenación Episcopal de Monseñor César Daniel FERNÁNDEZ

 

Ordenación Episcopal de Monseñor César Daniel Fernández

Homilía de Mons. Mario L. B. Maulión

Iglesia Catedral Metropolitana de Buenos Aires
2007-XI-30

 

Queridos Hermanos:

San Andrés fue uno de los primeros discípulos – misioneros de Jesús. Después de haberse encontrado con Él, de haberle preguntado, de haberlo escuchado y de haber visto (el camino del discípulo), lo anunció a su hermano Pedro quien, así, se encontró con Jesús y le anunció su nuevo destino (el camino del misionero). Así, con Andrés y Pedro, se inaugura una interminable serie de discípulos que a su vez serán misioneros para, sucesivamente, hacer nuevos discípulos. Y, así, hasta hoy

Daniel: en la fiesta de este Apóstol, estás por ser agregado al Colegio Episcopal, sucesor de los Apóstoles. En esta Iglesia Arquidiocesana de Buenos Aires fuiste incorporado al Pueblo de Dios iniciándote como cristiano por el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía.  En esta misma Iglesia, por la imposición de las manos episcopales, fuiste ordenado Diácono y Presbítero. En esta Catedral Metropolitana hoy eres ordenado Obispo El Cardenal Jorge Bergoglio, tu Obispo, no puede presidir la Misa de tu Ordenación episcopal: junto con él me has pedido que lo haga yo dado que, por decisión del Santo Padre Benedicto XVI, serás Obispo Auxiliar de la Arquidióce4sis de Paraná. Esta celebración convocada en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo esta conformada por miembros de la Iglesia que te vio nacer y de la Iglesia a la que servirás como obispo.

En nuestros corazones resuena la palabra de Dios que acabamos de proclamar. El Evangelio recuerda la historia de Andrés que, con acentos distintos, es también tu historia: Jesús caminando, en la orilla del mar, vio a Andrés con su hermano, trabajando en lo propio de ellos (pescar), lo llamó para que Lo siguiera hacia un destino totalmente novedoso y enigmático: pescador de hombres E inmediatamente Lo siguió. El destino novedoso es el “ministerio recibido por misericordia”, según palabras de Pablo. Es el ministerio de Cristo que ama volcado hacia la miseria humana. Es el amor de Jesús que amorosamente ve, llama y cura, y, que identifica a su apóstol con la misma misión que el Padre le encomendó.

Es el llamado de amor de Cristo al que sólo se puede responder con otro acto de amor: dejar todo y seguirlo. Seguirlo es darlo a conocer, sin cansancio ni vergüenza, con la sencillez de la paloma y la entereza de quien no teme a ningún poder que aparte de la senda del amor, sin falsificar la palabra. Seguirlo es manifestar la Verdad que es mucho más que un sistema coherente y razonable de doctrinas: ¡es una Persona, Él, Jesús!

En su fragilidad de ser recipiente de barro el apóstol encierra una energía que no le viene de sí mismo sino que Jesús es quien lo hace “pescador de hombres”, apóstol, testigo. Su identidad será nueva: servidor de Cristo y, como Él, de los hombres sus hermanos.

Hermanos: La Iglesia en la liturgia de la ordenación del Obispo  pide que, “por la Palabra de Dios consideren atentamente a qué ministerio será promovido en la Iglesia este hermano nuestro. Nuestro Señor Jesucristo, enviado por el Padre para redimir a los hombres, envió a su vez por el mundo a los doce Apóstoles para que, llenos del Espíritu Santo, anunciaran el Evangelio y, reuniendo a todos los hombres en un solo rebaño, los santificaran y gobernaran. A fin de asegurar la continuidad de este ministerio hasta el fin de los tiempos, los Apóstoles eligieron colaboradores a quienes comunicaron por la imposición de las manos, que confiere la plenitud del sacramento del Orden, el don del Espíritu Santo que habían recibido de Cristo.

En el Obispo, rodeado de sus presbíteros, se hace presente en medio de ustedes el mismo Jesucristo nuestro Señor, Sumo y Eterno Sacerdote.

Por el ministerio paternal del Obispo, el Señor continúa predicando el Evangelio, administrando los sacramentos de la fe a los creyentes. Por el ministerio paternal del Obispo, agrega a su cuerpo nuevos miembros. Por la sabiduría y prudencia del Obispo, los conduce a través de la peregrinación terrena a la eterna felicidad. Reciban, por tanto, con alegría y gratitud a este hermano nuestro.

Nosotros, los Obispos presentes, por la imposición de las manos, lo agregaremos a nuestro Orden episcopal.

Hónrenlo como ministro de Cristo y dispensador de los misterios de Dios. A él se le confía dar testimonio de la verdad del Evangelio y el ministerio de la vida del Espíritu y la santidad.

Recuerden las palabras de Cristo a los Apóstoles: «Quien los escucha, a mí me escucha y quien los rechaza, a mí me rechaza y el que me rechaza, rechaza al que me ha enviado».(Pontifical Romano)

Querido Hermano CÉSAR DANIEL, elegido por el Señor:

“Recuerda que has sido tomado de entre los hombres y puesto al servicio de los hombres en las cosas que se refieren a Dios.

En efecto, el Episcopado significa un servicio, no un honor, y es necesario que el Obispo, más que presidir sirva a sus hermanos, ya que según el mandato del Señor, el que es mayor hágase el menor, y el que preside sea como el que sirve.

Proclama la Palabra oportuna e inoportunamente; corrige siempre con paciencia y deseo de enseñar.

En la oración y en el sacrificio eucarístico que ofrecerás por el pueblo a ti encomendado, implora insistentemente la abundancia de la multiforme gracia, que procede de la plenitud de Cristo.

En la Iglesia a ti confiada, sé fiel dispensador, moderador y custodio de los sacramentos de Cristo. Elegido por el Padre para gobernar a su familia, acuérdate siempre del Buen Pastor que conoce a sus ovejas y es conocido por ellas y que no dudó en dar su vida por el rebaño.

Ama con amor de padre y hermano a todos los que Dios te encomienda, en primer lugar, a los presbíteros y diáconos, tus colaboradores en el ministerio de Cristo; también a los pobres y a los débiles, a los que no tienen hogar y a los desamparados.

Exhorta a los fieles a que trabajen contigo en la obra apostólica y escúchalos gustosamente.

Preocúpate incansablemente de aquellos que aún no pertenecen al único rebaño de Cristo, porque ellos también te han sido encomendados en el Señor.

Nunca te olvides que has sido agregado al Orden episcopal en la Iglesia Católica, reunida por el vínculo del amor, de tal modo que no dejes de tener preocupación por todas las iglesias y no olvides socorrer con generosidad a las iglesias más necesitadas de ayuda.

Por tanto, preocúpate por todo el rebaño en el que el Espíritu Santo te pone para gobernar a la Iglesia de Dios. En el nombre del Padre, cuya imagen representas en la Iglesia. En el nombre del Hijo Jesucristo, cuyo ministerio de Maestro, Sacerdote y Pastor ejerces. Y en el nombre del Espíritu Santo, que vivifica a la Iglesia de Cristo y fortalece con su poder nuestra debilidad.” (Pontifical Romano)

La Virgen María, Madre de Cristo, Reina de los Apóstoles, Estrella de la Evangelización, en sus títulos de Luján y del Rosario de Paraná, sea tu protectora, tu intercesora, tu modelo de creyente, de discípulo y de misionero.