Paraná, 7 de Octubre de 2013.
Queridos hermanos:
Sentimientos de gratitud, de devoción filial y de amor nos reúnen esta tarde para venerar a Nuestra Madre, la Santísima Virgen del Rosario.
Este año tenemos distintos motivos para celebrar: Estamos recordando los 200 años que Paraná fue elevada de “pueblo de la Baxada” a la categoría de “Villa”, bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario, por la Asamblea del año XIII, en sesión del 25 de junio de 1830. Justo reconocimiento a esta venerable imagen que desde 1730 congregó a su alrededor la incipiente ranchería, origen del primer vecindario que se fue construyendo alrededor de la naciente capilla dando comienzo a la primera sociedad entrerriana, nacía así una incipiente ciudad, una nueva provincia. Hoy le damos gracias a María por su protección maternal a lo largo de su historia y le pedimos por todas lasnecesidades materiales y espirituales que tenemos.
Pero también estamos celebrando su fiesta en este Año de la Fe, en el cual queremos meditar la fuerza y belleza de creer sintiendo una llamada a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo.
“Redescubrir la alegría de creer y el entusiasmo de comunicar la Fe” es nuestro programa en este año de gracia que estamos cerca de concluir.
Hoy contemplando su imagen queremos decirle: “Bienaventurada por haber creído”,“Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor (Lc 1,45,. como exclamó llena de gozo Santa Isabel.
“La Madre del Señor es ícono perfecto de la fe” (LF n.58). “En María, Hija de Sión, se cumple la larga historia de la Fe del Antiguo Testamento”. En Ella se cumple la espera de la venida definitiva de Dios y por su acogida a la Palabra de Dios, por su “fiat”, se cumple la venida definitiva de Dios, el Verbo se hizo carne. Porque creyó, concibió en” fe y alegría” (San Justino).
Contemplemos la fe de María.
Su fe fue fuerte. No duda. María enfrenta situaciones difíciles de comprender. Su reacción siempre la misma: se abandona en Dios y guarda estas cosas en su corazón. Su fe como la de todo hombre guarda momentos de oscuridad.
La prueba más dura para María será el cuadro desgarrador de la cruz: Ver a su Hijo amado desangrándose y muriendo de dolor, ni rostro humano, sin haber hecho en su vida más que amar a los demás hasta el extremo. Aún en ese momento, María confía en el Señor, su fe no claudica. Y aunque el dolor no le permite pronunciar palabra alguna, María guarda este acontecimiento en su corazón al tiempo que pronuncia en su mente “Fiat”, “Hágase”.
Queridos hermanos: no es distinto para nosotros este camino de la fe, cada uno en nuestro caminar encontramos momentos de luz, pero también momentos de oscuridad en donde Dios parece ausente. Su silencio se hace duro, sus caminos son muy distintos a los nuestros; pero estos son los momentos de purificación y crecimiento, es el momento en el que, como María y con su ayuda, debemos abrirnos a Dios, acoger el don de la fe, poner en Él nuestra confianza, con la certeza de Su amor y fidelidad.
Esto nos exige salir de nosotros mismos, de nuestros proyectos, de nuestras ambiciones, para que la Palabra de Dios sea la lámpara que guíe nuestros senderos. Que María nos ayude a tener pronto el “sí” a la voluntad de Dios, sin pretensiones de comprender sus proyectos.
Que nos ayude a no dudar, a no claudicar, a no “licuar” la fe para adecuarnos a las pretensionesen un mundo sin Dios. En María el “sí” a la voluntad de Dios, en la obediencia de la fe, se repite a lo largo de toda su vida, hasta el momento más difícil, el de la Cruz.
La fe de María fue servicial, se manifiesta en obras, la mueve siempre a obrar sin demora, con prisa, cuando alguien la necesita. Lucas subraya que María se dio prisa en visitar a su parienta Isabel, porque estaba encinta. En Caná, tan pronto nota que en la boda se termina el vino, interviene para pedir a su Hijo que evite el mal momento de los jóvenes esposos.
No es difícil imaginar en cuantos otros momentos de su vida, silenciosamente, como le enseñóJesús, María habrá acudido a socorrer a sus hijos.
El Año de la fe será también una buena oportunidad, con el corazón y la ayuda de María, para intensificar el testimonio de la caridad. El apóstol Santiago dice: « ¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos de alimento diario y alguno de ustedes les dice: “vayan en paz, abríguense y sáciense”, pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no se tienen obras, está muerta por dentro. Pero alguno dirá: “Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame tu fe sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe”» (St 2, 14-18).
La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento a merced de la duda, constantemente. Gracias a la fe podemos reconocer, en quienes piden, el rostro del Señor resucitado. «Cada vez que lo hicieron con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron» (Mt 25, 40).
Quisiera resaltar un último aspecto de la fe de María aunque habría, ciertamente, muchos más.
La fe de María es alegre. El saludo del Ángel es una invitación a la alegría, a ungozo profundo que anuncia el final de la tristeza ante el pecado, el sufrimiento, la muerte. Es el saludo que marca el inicio del Evangelio de la Buena Nueva.
¿Cuál es la causa de la alegría en nuestra Madre? “El Señor está contigo”. Alégrate María porque eres llena de gracia. Ella vive totalmente de la fe, está inserta en la historia de la fe y de la esperanza.
En la visita a Isabel entonó su canto de alabanza por las maravillas que hace en quienes se abandonan a Él (cf. Lc 1, 46-55). Con gozo y temblor dio a luz a su único hijo, manteniendo intacta su virginidad (cf. Lc 2, 6-7). Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cf. Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14; 2, 1-4).
Que María contagie de alegría a nuestra fe, porque Dios está con nosotros: “Nada te turbe, nada te espante,… sólo Dios basta” (Santa Teresa).
Aprendamos de María su fe que confía en Dios en contra de todo y a pesar de todo. Aprendamos a actuar de inmediato, movidos por la fe, para ayudar a los hermanos y para rezar sin desfallecer por aquellos a quienes se ha agotado el vino del gozo en su vida. Aprendamos a abandonarnos en Dios y decirle “Hágase en mí según tu palabra” siempre y en todos los momentos de la vida.
La fe de María ha sido posible por su actitud de fondo, que asume ante lo que le sucede en la vida. Ella entra en diálogo constante e íntimo con la Palabra de Dios, conuna humildad profunda y obediente que acepta incluso lo que no comprende de la acción de Dios, dejando que sea Él quien le abra la mente y el corazón. Es precisamente por esta fe que todas las generaciones la llamarán bienaventurada
.
Nuestra Señora del Rosario, en esta tarde, te pido la gracia: para todos tus hijos que te reconocen como Madre y Patrona:
Ayuda nuestra fe,
Abre nuestros oídos a la Palabra para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada
Que nuestra fe se fortalezca para que nuestro testimonio de creyentes sea cada vez más creíble.
Siembra en nuestra fe la alegría de la Resurrección
Recuérdanos que quien cree no está nunca sólo.
Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús, para que Él sea luz en nuestro camino.
Y a ustedes queridos hermanos quiero pedirles de todo corazón que no abandonemos o retomemos el rezo del santo Rosario, para que, en la Escuela de María, aprendamos a ser discípulos-misioneros de Jesús.
Ayer en el Ángelus, el santo Padre Francisco decía: “Sí, Señor, nuestra fe es pequeña, nuestra fe es débil, frágil, pero te la ofrecemos tal como es, para que Tú la hagas crecer… en la propia vida de cada día, se puede dar testimonio de Cristo, con la fuerza de Dios, la fuerza de la fe. ¡Con la fe pequeñísima que tenemos, pero que es fuerte! ¡Con esa fuerza dar testimonio de Jesucristo, ser cristianos con la vida, con nuestro testimonio!… ¿Y cómo tomamos de esta fuerza? La tomamos de Dios en la oración. La oración es la respiración de la fe: en una relación de confianza, de amor, no puede faltar el diálogo, y la oración es el diálogo del alma con Dios.”
¡El Rosario es una escuela de oración! ¡El Rosario es una escuela de fe!
Hace 40 años, el 8 de diciembre de 1973, esta histórica imagen fue coronada. En esa ocasión, los fieles de Paraná hicieron una Alianza con su Madre:
Se comprometieron a rezar el Santo Rosario y expresaron:
“El Rosario es el poema — del amor divino por el hombre. — Es la gesta del Hijo de Dios, — peregrino sobre el mundo, — a través de una vida de familia. — Un matrimonio, — un Hijo, — un humilde hogar. — Trabajo, — sacrificio, — oración, — comunión de almas, — paz, — alegría, — don recíproco del uno al otro, —silenciosamente, con los hechos.
Por medio del Rosario — queremos descubrir a nuestra generación — perpleja y destrozada — por un mundo contradictorio, —que hay un oasis siempre a mano — para restaurar el alma — y retomar el camino de las cumbres. — Este oasis es la oración. —Queremos aprender a orar y enseñar a orar. — Será nuestro mejor aporte a la salvación del mundo.
En esta convocatoria a la nueva Evangelización y en este camino hacia el Bicentenario los invito, les pido, los comprometo a que recemos con confianza el Santo Rosario, la oración de los pequeños, y así colaboremos eficazmente en Instaurar todo en Cristo de la mano de María. Que así sea.