Homilía de Mons. Mario Maulión, Arzobispo de Paraná.

Fiesta Patronal de la Virgen del Rosario

7 DE OCTUBRE DE 2005

 

Queridos hermanos:

Nuevamente nos convoca la fiesta de la Patrona de Paraná, nuestra querida Señora del Rosario. Estamos a pocos días de celebrar el 275º Aniversario de la creación de la Parroquia con la que se constituyó y comenzó a desarrollarse la primera comunidad en el territorio que hoy conforma la Provincia de Entre Ríos.

Nuestra ciudad y nuestra provincia nacen con la parroquia, como una comunidad en torno a la fe en el Señor Jesús, Hijo de María Virgen, presente misteriosamente en la Eucaristía. En una historia ininterrumpida hasta hoy, el amor y la confianza en la Santa madre de Jesús, la Virgen María, en su denominación como Señora del Rosario. Ella fue el camino por el que nos llegó y nos llega a numerosos creyentes habitantes de este suelo, provenientes de diferentes orígenes, la salvación de su Hijo Jesús, único Salvador, único Mediador, único Señor.

El Rosario continúa siendo un distintivo de nuestra fe cristiana (¡tiene la Cruz como síntesis!), con el maternal acento mariano.

El Rosario es, sobre todo, un modo humilde y profundo de contemplar, en los “misterios” al Señor Jesús, en todo el desarrollo de la Historia de la Salvación que Él trae, desde que es concebido en el seno de la Virgen hasta el triunfo definitivo de Él en sus creyentes, en el Cielo, con el Padre y el Espíritu, triunfo al que esperamos llegar.

En el recorrido de las decenas vemos junto a Jesús la presencia activa, consoladora y atractiva de su Madre, la Virgen y, con Ella, también, de otros creyentes, de antes y de hoy.

Mirarlo a Jesús en estos “misterios” es mirar al Padre, invisible, que nos ama hasta entregar a su Hijo para salvarnos.

Y mirarlo a Jesús es, también, mirar a su Madre, modelo de creyente, de seguidora de Jesús, de asociada a su obra de salvación. Viéndola, tenemos un camino de seguimiento de Jesús, caminando tras sus pasos.

En la Palabra de Dios están expuestos esos pasos y los “misterios” del Rosario los explicitan y subrayan. Así, rezar el Rosario es un modo de contemplarlo a Jesús para estimularnos y decidirnos a seguirlos.

María, en la Palabra de Dios y en los “misterios” del Rosario se nos muestra como el Espejo de la Iglesia. En estos “misterios” vemos a María:

Como Mujer de Dios. Desde la Anunciación hasta Pentecostés y hasta el triunfo en el Cielo se nos muestra como dócil y entregada a Dios. Es mujer que ora, que reflexiona. Desde su oración ve la acción de Dios en ella y a través de ella. A veces con serias dificultades y no siempre con facilidad. Y se la ve decidiéndose a hacer lo que Dios quiere, lo que le pide. Ella o sigue y camina a la luz de la Palabra de Dios. Como su Hijo Jesús, Ella se deja guiar por el Espíritu. Y lo hace con entereza, con fuerza, con decisión

Como Mujer que acoge la vida Se alegra con el Señor y lo alaba por la vida que se gesta y se desarrolla misteriosamente en Ella. Acoge y cuida esa vida, en su seno y luego del nacimiento. Y lo hace hasta el último instante de la vida de su Hijo.

María es Mujer que educa a su Hijo. Lo encamina a la vida. Lo hace desde pequeño y lo continúa hasta la edad adulta. Desde que es frágil, indefenso, hasta su edad madura. Con expectativa, con ilusión, con sobresalto y con angustia. A través de las distintas etapas y diferentes situaciones, siempre novedosas. Como Maestra, María que es Madre, observa, está atenta, dialoga, reflexiona, orienta, busca hacer pensar. Y, sobre todo, es modelo encarnado de los valores que suscita. De Ella Jesús aprendió la vida religiosa, la docilidad y la obediencia a Dios, la lengua, la tradición, el comportamiento, el trabajo, la convivencia… Como Madre y Educadora, cuida protege y cultiva lo que hay en el Hijo que nace. Y descubre, luego que en su Hijo (¡en cada hijo!) hay algo que no viene de Ella sino de Dios. Jesús adolescente se lo hace ver: “Debo estar en las cosas de mi Padre”- Ella educa no para que el Hijo sea como Ella quiere sino para que llegue a ser lo que debe ser, lo que Dios quiere de Él.

María es Mujer creyente de su pueblo. Como vecina, perteneciente activamente de su vida. Se siente miembro de un pueblo con historia, con tradiciones, con instituciones. Podemos decir con términos de hoy que Ella verdaderamente es mujer socialmente activa. Como tal, es Madre y Esposa responsable. Construye y enseña a construir una convivencia social centrada en los valores de la fe, de la Familia, de la Solidaridad. El “Magnificat”, canto de fe y salvación, es proclamación del Señor de la Historia, es anuncio de una sociedad que con el Señor superará los egoísmos, las arbitrariedades y las injusticias, de una Sociedad que Dios la trabaja para que cuide al hombre, la vida, la familia y no los desintegre. Como creyente observa la ley, la norma civil y la religiosa. Es Mujer serenamente firme cuando la injusticia y el odio destruyen a su Hijo. También en esto y, sobre todo en esto, sigue obrando con el espíritu de Dios. Sin ceder a la injusticia (Su Hijo dirá: “si hablé mal, muéstramelo y si no lo hice, ¿por qué me hierres?”) Ella está de pie, sin revancha ni odio. Seguramente unida a su Hijo en el perdón reparador de la ofensa.

Mujer de Dios, acogedora de la vida, educadora, solidaria en y con su pueblo, María es modelo de creyente, de vida y responsabilidad familiar, de educadora, de vida social. En momentos difíciles y desconcertantes para la solidez de fe, para la consistencia de la familia, para la responsabilidad de la convivencia social, María sigue siendo la Estrella que ilumina el camino al creyente en su vida y en sus responsabilidades

Invocándola como Madre de Cristo, estamos llamados también a vivenciar su estilo de vida

Ave María Purísima