25 DE MARZO DE 2004 «ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR»

Homilía de Mons. Mario Maulión, arzobispo de Paraná, en la celebración del «Día del Niño por Nacer»

Queridos hermanos:

Estamos celebrando el sagrado momento en que es concebido, en el seno de María, el Verbo Eterno de Dios, el Hijo del Padre, por quien fueron hechas y renovadas todas las cosas y son salvados los hombres.

Por nueve meses, desde un día como el que hoy celebramos, el Cuerpo de María fue el tabernáculo preciado de Dios. En su ser humano, en su fuerza y vitalidad femeninas, se fue tejiendo este nuevo ser: su Hijo, que concibió por el Espíritu y gestó con toda su dedicación y su empeñoso cuidado. Desde María, desde su embarazo y su maternidad, (éste es el camino que Dios eligió para mostrar mejor y con mayor claridad la intimidad de su ser divino y su deseo de salvarnos) desde entonces, la maternidad tiene un nuevo valor. No es sólo el camino para el comienzo de la vida de nuevas personas. Es mucho más: es el camino que Dios mismo recorrió

Toda maternidad refleja, de un modo nuevo, el rostro de Dios y su interés por la vida. Sea cual fuere el modo cómo se da la concepción (buscada o no, legítima, honesta o descontrolada, correctamente santa o no), toda maternidad que deriva de ella es siempre sagrada. Destruir la maternidad, impedirla, bloquearla es un crimen. Es el crimen más cruel y más despiadado porque su víctima, indefensa, silenciosa e inerme sólo puede recibir la agresión injusta y indebida, y esto es lo mas terrible, de quienes más espera y necesita protección de su madre y de quienes la acompañan. Cualquier desviación de la conciencia, de la educación, de la opinión pública que busque justificar el aborto es un abuso de poder y una cruel manera de mentir para encubrir el abominable acto de matar inocentes.

Por eso la fiesta de la Anunciación de la Encarnación del Hijo de Dios es también un severo reclamo del Señor a favor de toda vida. En especial de la vida por nacer. Es muy cierto que debemos velar por todos los niños nacidos. Ellos esperan y necesitan más que una simple atención. Requieren la dedicación de padres, docentes, dirigentes, adultos, entidades, de toda la sociedad para que su vida sea fuerte y realmente humana y humanizadora. Centrar la atención en el niño nacido requiere igualmente una mayor protección, defensa y cuidado al niño por nacer. Alabo y los invito a alabar al Señor por todo el esfuerzo y la dedicación de quiénes trabajan por los niños nacidos y de quienes lo hacen por los niños por nacer. Todos los niños son reflejos tanto del Niño por nacer que está en el seno de María como del Niño Nacido de Ella.

El Dios viviente comienza a vivir como ser humano. En el santuario de la Madre, comienza ese camino de llegar a ser hombre pleno: desde su concepción hasta su Muerte Salvadora, Muerte que será derrotada por su Resurrección.

La Palabra de Dios nos indica que la misteriosa concepción de Jesús ocurrió por obra y gracia del Espíritu Santo. Dos voluntades decidieron el estar disponibles al Padre Celestial. La Carta a los Hebreos muestra que en el hoy eterno de Dios, el Hijo le dice al Padre: “Aquí estoy para hacer tu voluntad”. Y en un momento de la historia humana, una joven nazarena, María, dice palabras parecidas al Enviado de Dios: Aquí está la servidora de Dios, que se cumpla en mí lo que has hecho. Esas dos decisiones hacen que el Espíritu Santo fecunde a María. Por esas dos decisiones, el Hijo del Padre Eterno comienza a ser el Hijo de María.

Y la historia de ambos, Madre e Hijo, será una historia de fidelidad a Dios, una historia de alegría y cruz, de esfuerzo y de persecución. La Vida Eterna, espléndida, será de distintos modos amenazada, bloqueada, perseguida, atormentada y destruida: «una espada atravesará tu corazón». La Vida, por instigación del Maligno, por envidia, perversión, ignorancia o estupidez de los hombres, será atacada o destruida.

Los hombres inclinados a vivir y a amar, misteriosamente, nos podemos transformar en agentes de muerte de diversas maneras y con variadas seudo justificaciones. Y cuando el hombre decide matar, abre para sí y para otros una espiral de violencia que sólo se termina cuando se decide al arrepentimiento e implora el perdón.

La muerte provocada injustamente requiere justicia. Pero la justicia no basta si no se deja impregnar de misericordia. Juan Pablo lo dijo «sin justicia no hay paz y sin reconciliación no hay justicia».

Hoy queremos rezar por los derechos humanos de las personas humanas más frágiles: el niño por nacer; que sean cuidados y encaminados a gozar de este  bien que es la fiesta de la vida.

Queremos rezar por las Madres: que sientan la fuerza y la dicha de vivir el espléndido misterio de su maternidad.

Queremos pedir por las autoridades y los dirigentes sociales para que promuevan la vida, toda vida humana y que no sucumban  a la tentación del aborto por razones económicas, políticas o por ideologías de muerte, de mentira, de destrucción.

Queremos pedir por quienes sucumbieron a la tentación del aborto: que sus hijos rueguen por ellos para que se les cure esa profunda herida de haber matado y que vuelvan sus corazones al perdón del Señor de la Vida.

Que defendamos y promovamos la cultura de la Vida porque toda vida es sagrada.

Mons. Mario Maulión, arzobispo de Paraná