INICIACIÓN DEL PONTIFICADO DE BENEDICTO XVI
Homilía de monseñor Mario Maulión, Arzobispo de Paraná en la Misa por la iniciación del Pontificado de Benedicto XVI (Iglesia catedral, 24 de abril de 2005)
1. Hace tres semanas, la Iglesia extendida por todas partes, unida a innumerables hombres de buena voluntad de todo el mundo, se sintió y se vivió unida, acompañando la enfermedad, la agonía, la muerte y la sepultura del querido Juan Pablo II. Hasta el último instante de su vida terrena, hasta la culminación de su existencia humana, él fue testigo de Jesús, maestro por su palabra y, sobre todo, por su vida, fue un hermano cercano a todos, un hombre entre los hombres, y para el creyente, un abnegado padre y propulsor de la fe. Vivimos esos momentos y esa experiencia de dolor por la partida de alguien a quien, con muchísimos hombres, lo sentíamos parte de nuestra vida.
Fueron momentos, también, de una serena esperanza, porque el clamor con que él inició su pontificado (“Abran el corazón al Redentor”) fue la expresión de su propia vida: abrió su corazón al Redentor y, así, entró en el misterio de Dios en el momento de su muerte. Fueron momentos de esperanza de toda la Iglesia y la serena esperanza es fruto del Espíritu que anima a la Iglesia.
Hoy continuamos unidos en sentimientos de esperanza y de gratitud al Señor porque también, con la elección de Benedicto XVI, sigue cumpliendo su promesa: “Yo estaré con Ustedes, siempre.”.
Al iniciar su tarea de “servidos de los servidores de Dios”, vemos también, cómo en Benedicto XVI, se cumple y se cumplirá la relación que tuvo y mantuvo Jesús con Pedro, el pescador galileo.
2. Cuando Jesús preguntó cómo la gente lo veía a Él, los Apóstoles recogieron algunas opiniones favorables. Pero cuando les preguntó directamente a ellos qué pensaban ellos Sobre Él, fue Pedro quien hizo la solemne profesión de fe: “Tú eres el Hijo de Dios”.
Pedro vio a Jesús como los hombres no llegaban a verlo. Lo vio como “Enviado de Dios”, como “Salvador” del hombre. Vio a Jesús más allá de las opiniones humanas. Y llegó a verlo así porque el Padre Dios se lo revelaba. La mirada de Pedro con la acción del Padre Dios, con su poder, se vuelve más penetrante: llega a ver lo que los hombres, por nosotros mismos, no alcanzamos a ver. En esa oportunidad los hombres veían en Jesús a un gran hombre. Pedro vio al Hijo de Dios. Y Jesús le hace una solemne promesa que ha cumplido y seguirá cumpliendo: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. No le dice: Tú harás una gran Iglesia, sino Yo edificaré mi Iglesia.
3. Sobre Benedicto XVI, como en tantos otros Papas, convergen muchas miradas y se dan diferentes apreciaciones. Los hombres, al verlo, lo ven y lo aprecian de distintas maneras. Somos testigos por lo que hemos pido y leído de cuántas maneras conservador para unos (como si fuera un delito) y lúcido para otros, rígido para unos y firme para otros, distanciado de los hombres para unos y cercano a la problemática actual para otros. Un gran investigador de la fe con una lúcida visión de la cultura actual. Son distintas visiones que los hombres tenemos hoy del Papa como en aquel tiempo los hombres tenían de Jesús. Opiniones favorables o descalificadoras Pero el creyente llega a ver que sobre Benedicto XVI, ahora, hoy, en este tiempo, Jesús construye su Iglesia.
La fuerza, el vigor, la solidez del Papa, Padre y Pastor de la Iglesia Católica, no le vienen de sus condiciones humanas, que son ricas y muy apreciadas: le vienen de Jesús.
Esta misteriosa relación entre la condición humana y su responsabilidad que tiene como Papa, Benedicto XVI la experimentó desde el momento de su elección: testimonió su limitación cuando se presentó como “humilde trabajador de la viña del Señor. Lo acaba de ratificar al iniciar su ministerio como Vicario de Cristo. Confiando y pidiendo la oración de todos, el acompañamiento de todos: con esto testimonia que es Jesús quien hace la Iglesia sobre él.
Como Papa preside a la Iglesia porque Cristo así lo quiere. Lo que a él se le pide es la fe. Porque cree en Jesús, está llamado a presidir la fe de los hermanos.
4. Poco antes de morir, Jesús le dice a Pedro: “Yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca y tú, vuelto hacía Mí, confirmes en la fe a tus hermanos”. El servicio de Pedro, de los Papas, será suscitar, alimentar, alentar, acrecentar la fe en Jesús. Para eso: enseñará, acompañará, consolará, exhortará, corregirá… Porque es un servicio a la fe, su tarea no es otra que la de oír al Señor Jesús y hacer lo que Él quiere, como lo acaba de decir en la Plaza San Pedro, lo que el Espíritu le dice hoy a las Iglesias como decía el Ángel en el Apocalipsis.
Confirmar en la fe es otra manera de decir que su tarea supone en él la fe y confianza en Jesús y que, a su vez, lo ha de llevar a acrecentar dicha fe en los hermanos.
5. Esta tarea requiere, en palabras de Jesús, una sola condición, la única que Jesús le pidió a Pedro cuando le iba a encomendar a los hermanos. No le preguntó qué pensaba hacer en la Iglesia, qué planes tenía, cómo iba a enseñar, cómo iba a gobernar, cómo iba a acompañar. No le preguntó nada de eso. Le hizo una sola pregunta. “¿Me amas?” Pedro le dijo que sí. Y Jesús le dice: “Apacienta a mis ovejas”.Cuidalas, acompáñalas. Son las ovejas de Jesús que sólo se pueden acompañar, guiar, apacentar cuando uno ama a Jesús. El amor a Él define la figura del Papa. Porque en esto, él es Papa, Maestro, Pastor: en enseñar a amar a Jesús.
6. La Palabra de Dios en este día nos muestra cómo ya en la primera Iglesia había ya situaciones de conflicto y cómo los Apóstoles superaron las quejas y acusaciones: descentralizando, encomendando a los miembros de la Iglesia distintas tareas. Es una enseñanza que ya desde el comienzo Dios hace a la Iglesia. Todos en la Iglesia somos responsables del seguimiento de Jesús. No todos tenemos que hacer lo mismo. Sí, todos tenemos que tener la fe en Jesús, el amor a Jesús, cumpliendo distintas responsabilidades dentro de la Iglesia.
7. El Evangelio nos mostraba que el camino de la Iglesia es seguir al Señor porque siguiéndolo a Él que busca al hombre, la Iglesia va a encontrar el mismo destinatario que tuvo el camino de Jesús: el Padre y los hermanos.
Con Benedicto XVI, en un acto de confianza en la Virgen, Madre de la Iglesia, reafirmemos nuestra fe en Jesús, el Pastor de todos, el que hace la Iglesia sobre Pedro, hoy sobre Benedicto XVI, el que nos empuja a una tarea de reconciliación, tan necesaria entre los cristianos y entre los hombres, a una tarea de servicio a todos, en especial a los mas necesitados, a una tarea de esperanza porque ¡el Señor está con nosotros!
Construyendo la Iglesia sobre Benedicto XVI Jesús quiere hacerla casa y escuela de comunión, hacer que el mundo sea casa de familia en la que los hombres trabajemos y seamos verdaderamente hermanos porque queremos vivir como hijos del Padre Dios.
¡Ave María Purísima!
Mons. Mario Maulión, arzobispo de Paraná