Con la participación de una gran cantidad de personas, se celebró en la tarde del sábado 28, la Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo. La ceremonia religiosa se desarrolló primero en el interior de la Catedral ya que el clima no brindaba el marco propicio. Luego, tuvo lugar la tradicional procesión con el Santísimo Sacramento que culminó en la Parroquia San Miguel Arcángel.

Monseñor Juan Alberto Puiggari presidió la celebración, a la que asistieron además el vicario general, sacerdotes, abanderados de las distintas instituciones escolares y un gran número de fieles que colmó el templo.

“Hay muchos hambrientos  en el mundo, y como nos decía el Santo Padre Francisco en la Misa del Corpus Christi del año pasado en Roma: “hay tantos alimentos que no vienen del Señor y que aparentemente satisfacen más. Algunos se nutren con el dinero, otros con el éxito y la vanidad; otros con el poder y el orgullo… ¡Pero el alimento que nos nutre realmente y que sacia es solamente el que nos da el Señor! El alimento que nos ofrece el Señor es diferente de los otros, y quizás no parece así tan gustoso como ciertas comidas que nos ofrece el mundo”, expresó Monseñor en un tramo de la homilía.

Más adelante, agregó: “Le doy gracias a Dios por el crecimiento de la devoción eucarística en nuestra Arquidiócesis, por las nuevas capillas de adoración perpetúa, por el crecimiento de la adoración en casi todas las Parroquias, por las misiones de niños, todo lo cual es motivo de esperanza porque la Iglesia crece de la Eucaristía. Le pido a Dios la gracia que siga acrecentando el amor  a Jesús  Eucaristía, que cada vez más descubramos la centralidad del domingo, la Pascua semanal. Confiemos y tengamos la certeza que desde la Eucaristía se transformará el mundo y recibiéndolo a Jesucristo y adorándolo en el Santo Sacramento aprenderemos a vivir  la auténtica vida cristiana que es eucarística: amar como Jesús nos enseña, en oblación, en entrega permanente al servicio del Padre y de nuestros hermanos. “Ser Eucaristía!  Que éste sea, precisamente, nuestro constante anhelo y compromiso, para que al ofrecimiento del cuerpo y de la sangre del Señor, se acompañe el sacrificio de nuestra existencia.

El texto completo de la homilía puede leerse aquí.