La tradicional visita a los siete monumentos se realiza en la noche del Jueves Santo y durante el Viernes Santo. Es una manera de acompañar a Jesús en los momentos de mayor soledad y donde redime a todos los hombres.

Esquema a seguir en cada una de las Iglesias

(Entrando a la iglesia, buscar el Monumento Eucarístico o la cruz que se este adorando).

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

(Jaculatoria inicial.)

¡Alabado y ensalzado sea en este Monumento, el Santísimo y Divino Sacramento!

 Oración

¡Oh Dios!, que en este tan admirable Sacramento nos dejaste un memorial de tu Pasión: danos, Señor, la gracia de venerar los sagrados misterios de tu Cuerpo y Sangre tan devotamente, que merezcamos experimentar en nosotros perpetuamente el fruto de tu Redención. Por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor. Así sea.

Leer la Meditación correspondiente. Meditar en silencio. 

Se reza un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.

Jaculatoria

Bendita y alabada sea la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo y los dolores y la soledad de la Santísima Virgen. Amén.



Primera Iglesia:

La oración en el Huerto

Jesús se dirige confiadamente al Padre. “Padre mío, hágase tu voluntad”. Se enfrenta a la muerte, al desprecio, a la traición, al dolor. Pero, sobre todo, se encuentra ante todos los pecados del mundo: engaños, delitos, impurezas, robos, abandono, olvido, blasfemias, vicios, traiciones, falsedades… Esto es lo que realmente le pesa y lo abruma.

Es posible que en medio de aquella tristeza pudiera contemplar: la fidelidad de tantos a través de los tiempos, las conversiones, los que recomenzarían después de una caída, los actos heroicos y la entrega incondicional de muchos que vendrían después… Quizás todos estos frutos de su dolor ayudaron a Jesús a repetir una y otra vez: “hágase tu voluntad”.





Segunda Iglesia

Jesús traicionado

Jesús estaba aún hablando con sus discípulos cuando se presentó este grupo armado, con el traidor, Judas, a la cabeza.

Nos parece imposible que un hombre que ha mirado tantas veces a Cristo, que lo ha conocido tan de cerca, pueda ser capaz de entregarlo. Ser entregado por uno de los suyos fue especialmente doloroso para Jesús. Aquel beso fue el primer golpe, durísimo, con el que se iniciaba su Pasión. Es el beso traidor del amigo, las negaciones de quienes debíamos estar más cerca…




Tercera Iglesia

Jesús abandonado

Jesús se queda solo. “El Señor fue flagelado, y nadie le ayudó; fue afeado con salivas y nadie le amparó; fue coronado de espinas y nadie le protegió; fue crucificado y nadie le desclavó; clama diciendo: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Y nadie le socorre” (San Agustín, Comentario al Salmo 21, 2-8). Se encuentra solo ante los pecados y bajezas de todos los hombres de todos los tiempos. Lo dejaron y huyeron. Soledad de Jesús. También ahora en nuestros días. No lo dejemos abandonado.




Cuarta Iglesia

Jesús condenado

El anciano Anás lo interrogó brevemente: ¿Qué enseñaba? ¿Qué pretendía? “Yo he hablado abiertamente al mundo… ¿Por qué me preguntas? Interroga a los que me oyeron”, contestó Jesús.

Entonces, un servidor le dio una bofetada. “¿Por qué me pegas?”. Nuestras faltas fueron como los instrumentos de la Pasión: las espinas, los clavos, la mano que lo hiere…




Quinta Iglesia

Jesús burlado

Entonces algunos se dedicaron a maltratar al Señor: a escupirlo en la cara y a darle bofetadas. Lo había anunciado Isaías: “Ofrecí mi cuerpo a los que me herían… y no aparté mi cara de los que me escupían y me insultaban” (Is. 50, 6).

Para burlarse de su fama de profeta, le vendaron los ojos y lo golpeaban, mientras le preguntaban: “Adivina, Cristo, ¿quién te ha pegado?”.

Hacemos el propósito de no quejarnos y de ofrecer las pequeñas humillaciones de la convivencia ordinaria.


Sexta Iglesia

Negado por Pedro

El Señor convirtió a Pedro -que lo había negado tres veces- sin dirigirle ni siquiera un reproche: con una mirada de Amor.

Con esos mismos ojos nos mira Jesús, después de nuestras caídas. Ojala podamos decirle, como Pedro: “¡Señor, Tú lo sabes todo; Tú sabes que te amo!”, y cambiemos de vida. ¡Cómo recordaría entonces la parábola del buen pastor, del hijo pródigo, de la oveja perdida! Pedro salió fuera. Se acordó de su Maestro y lloró lleno de dolor.



 

Séptima Iglesia

Jesús flagelado

Pilatos mandó flagelar a Jesús. 

Si alguna vez estamos tristes o padecemos una gran contrariedad, miremos a Jesús en estas escenas de la Pasión: “lleno de dolores, perseguido de unos, escupido de otros, negado de sus amigos, desamparado de ellos, sin nadie que vuelva por El, helado de frío, puesto en tanta soledad, que el uno con el otro os podéis consolar” (Santa Teresa de Jesús).