Tercer Sínodo Arquidiocesano

 

El pasado miércoles crismal, el arzobispo Monseñor Juan Alberto Puiggari convocó a un Sínodo Arquidiocesano que se realizará durante el año 2015 al cumplirse 100 años del primer Sínodo Diocesano que se realizara en nuestra Iglesia Local, convocado por Monseñor Abel Bazán y Bustos.

En su homilía monseñor Puiggari expresó: “Queridos hermanos: hace mucho tiempo la Iglesia nos está exhortando a navegar mar adentro, a involucrarnos más intensamente en la Nueva Evangelización, Aparecida nos hizo redescubrir la belleza y grandeza de ser discípulos-misioneros y el desafío de una anhelada conversión pastoral de nuestras comunidades, para pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera (DA 370).El Papa Francisco decía “En orden a que este impulso misionero sea cada vez más intenso, generoso y fecundo, exhorto también a cada Iglesia particular a entrar en un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma.”

Por lo tanto, confiando en la acción del Espíritu Santo, habiendo consultado al Consejo Presbiteral, he decidido convocar un Sínodo Arquidiocesano que se realizará durante el año 2015, al cumplirse 100 años del primer Sínodo Diocesano que se realizara en nuestra Iglesia Local, convocado por Monseñor Abel Bazán y Bustos.

Un sínodo es una Asamblea en la cual el Pueblo de Dios, sacerdotes, consagrados y laicos, realiza un proceso de discernimiento de la acción pastoral, para colaborar con el Obispo en su tarea de apacentar y hacer crecer la Iglesia local… El tema será la Parroquia que como nos dice el Papa en su Exhortación es “comunidad de comunidades, santuario donde los sedientos vana beber para seguir caminando, y centro de constante envío misionero” (EG n.28)

En la Iglesia nada ocurre si no es porque la presencia suave, fecunda y entusiasman te del Espíritu Santo, está actuando entre nosotros. Por eso imploro a Dios Padre y al Hijo que nos lo regalen para que conduzca todo este proceso sinodal.

Invito también a todos a sumarse, desde ahora, al Sínodo a través de la oración personal y comunitaria. En la Iglesia todo es posible cuando nos ponemos de rodillas a implorar al que Todo lo Puede. Sin su luz y sin sus fuerzas, todos nuestros esfuerzos serán vanos.

Dentro de un tiempo irán llegando las instrucciones y subsidios para que sea un acontecimiento de gracia por la participación de todos.

A la Madre del Evangelio viviente le pedimos que interceda para que esta invitación a una nueva etapa evangelizadora “sea acogida por toda la comunidad eclesial y que nos consiga un nuevo ardor de resucitados para llevar a todos el Evangelio de la vida que vence a la muerte. Danos Madre la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el don de la belleza que no se apaga” (EG).

Encuentros

Como fruto de esta convocatoria, la Comisión Preparatoria ha ido realizando encuentros con el presbiterio, religiosos y laicos en donde les fue presentado el camino que se quiere recorrer, así como la historia de los dos sínodos anteriores.

 

Mensaje del Papa Francisco

 

«¡Cristo nuestra paz y nuestra esperanza ha resucitado! ¡Feliz y Santa Pascua!»

 

¡Queridos hermanos y hermanas, Feliz Pascua!
El anuncio del ángel a las mujeres resuena en la Iglesia esparcida por todo el mundo: «No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí, porque ha resucitado… Vengan a ver el lugar donde estaba » (Mt 28,5-6). ¡No tengan miedo! ¡El Señor ha resucitado!
Ésta es la culminación del Evangelio, es la Buena Noticia por excelencia: Jesús, el crucificado, ha resucitado. Este acontecimiento es la base de nuestra fe y de nuestra esperanza: si Cristo no hubiera resucitado, el cristianismo perdería su valor; toda la misión de la Iglesia se quedaría sin brío, pues desde aquí ha comenzado y desde aquí reemprende siempre de nuevo. El mensaje que los cristianos llevan al mundo es este: Jesús, el Amor encarnado, murió en la cruz por nuestros pecados, pero Dios Padre lo resucitó y lo ha constituido Señor de la vida y de la muerte. En Jesús, el Amor ha vencido al odio, la misericordia al pecado, el bien al mal, la verdad a la mentira, la vida a la muerte.
Por esto decimos a todos: «Vengan a ver». En toda situación humana, marcada por la fragilidad, el pecado y la muerte, la Buena Nueva no es sólo una palabra, sino un testimonio de amor gratuito y fiel: es un salir de sí mismo para ir al encuentro del otro, estar al lado de los heridos por la vida, compartir con quien carece de lo necesario, permanecer junto al enfermo, al anciano, al excluido… « Vengan a ver»: El amor es más fuerte, el amor da vida, el amor hace florecer la esperanza en el desierto.
Con esta gozosa certeza, nos dirigimos hoy a ti, Señor resucitado.
Ayúdanos a buscarte para que todos podamos encontrarte, saber que tenemos un Padre y no nos sentimos huérfanos; que podemos amarte y adorarte.
Ayúdanos a derrotar el flagelo del hambre, agravada por los conflictos y los inmensos derroches de los que a menudo somos cómplices.
Haznos disponibles para proteger a los indefensos, especialmente a los niños, a las mujeres y a los ancianos, a veces sometidos a la explotación y al abandono.
Haz que podamos curar a los hermanos afectados por la epidemia de Ébola en Guinea Conakry, Sierra Leona y Liberia, y a aquellos que padecen tantas otras enfermedades, que también se difunden a causa de la incuria y de la extrema pobreza.
Consuela a todos los que hoy no pueden celebrar la Pascua con sus seres queridos, por haber sido injustamente arrancados de su afecto, como tantas personas, sacerdotes y laicos, secuestradas en diferentes partes del mundo.
Conforta a quienes han dejado su propia tierra para emigrar a lugares donde poder esperar en un futuro mejor, vivir su vida con dignidad y, muchas veces, profesar libremente su fe.
Te rogamos, Jesús glorioso, que cesen todas las guerras, toda hostilidad pequeña o grande, antigua o reciente.
Te suplicamos por la amada Siria: que cuantos sufren las consecuencias del conflicto puedan recibir la ayuda humanitaria necesaria; que las partes en causa dejen de usar la fuerza para sembrar muerte, sobre todo entre la población inerme, y tengan la audacia de negociar la paz, tan anhelada desde hace tanto tiempo.
Jesús glorioso te rogamos que consueles a las víctimas de la violencia fratricida en Irak y sostengas las esperanzas que suscitan la reanudación de las negociaciones entre israelíes y palestinos.
Te invocamos para que se ponga fin a los enfrentamientos en la República Centroafricana, se detengan los atroces ataques terroristas en algunas partes de Nigeria y la violencia en Sudán del Sur.
Y te pedimos por Venezuela, para que los ánimos se encaminen hacia la reconciliación y la concordia fraterna.
Que por tu resurrección, que este año celebramos junto con las iglesias que siguen el calendario juliano, te pedimos que ilumines e inspires iniciativas de paz en Ucrania, para que todas las partes implicadas, apoyadas por la Comunidad internacional, lleven a cabo todo esfuerzo para impedir la violencia y construir, con un espíritu de unidad y diálogo, el futuro del País, que ellos, como hermanos, puedan gritar: «Christus surrexit, venite et videte!»
¡Te rogamos, Señor, por todos los pueblos de la Tierra: Tú, que has vencido a la muerte, concédenos tu vida, danos tu paz!.
«Christus surrexit, venite et videte!».
Queridos hermanos y hermanas ¡Feliz Pascua!