Homilía del Administrador Apostólico de Paraná en la misa al finalizar su función como Arzobispo de la Arquidiócesis de Paraná

Hermanos:
1.- Agradezco al Señor por esta Eucaristía que estamos celebrando al finalizar mi función como Arzobispo de esta Arquidiócesis. Agradezco a todos Ustedes, querido Cardenal Estanislao, querido Monseñor César Daniel, queridos Sacerdotes, Consagrados y Consagradas, Fieles Cristianos Laicos, hermanos de otras confesiones religiosas, autoridades, familiares, amigos que me acompañan en esta celebración: Aprecio y agradezco muy sentidamente la cercanía cordial de todos Ustedes. Quise celebrar esta Misa con las oraciones y los textos bíblicos de la celebración de la “Virgen María, Reina de los Apóstoles”

2.- La Palabra de Dios nos presenta dos momentos de la Iglesia, de esa Iglesia que formamos nosotros y que se une, en espacio y en el tiempo, a través de una interrumpida serie de comunidades desde hace más de 2.000 años, con el mismo Jesús.
En el Evangelio se nos proclamó la muerte de Jesús, tal como ocurrió en aquella Jerusalén hace ya tantos años. Junto a Jesús Había lo que podemos llamar (una o la) Iglesia: mínima en su número o cantidad pero íntegra en su realidad: Jesús, María, su madre, algunas Mujeres (una de ellas, convertida) y el Discípulo. También cercanos a ellos había otros: soldados, autoridades religiosas, curiosos. Unos eran indiferentes o burlones, otros agresivos y con odio. Podríamos decir que era una Iglesia en y frente al “mundo”.

3.-En esos momentos, a punto ya de morir Jesús después de un cruel y despiadado proceso y cumplimiento de la condena, se da un intercambio  entre Jesús, María y el Discípulo. “Mujer” tienes un nuevo hijo, nuevos hijos. Jesús le entrega a su Madre al Discípulo “que tanto quería” y al Discípulo le dice: Ahí tienes a tu Madre”. Y “desde aquella hora el Discípulo la recibió en su casa.
“Desde aquella hora…”. Esa Hora era la que Jesús venía anunciando y que ya se estaba cumpliendo. La Hora culminante de Jesús en que se realizan sus palabras: el Cuerpo de Jesús está siendo entregado realmente, la Sangre está siendo derramada realmente, por Ustedes y por muchos, para el perdón de los pecados.
Y desde ese momento el Discípulo la recibió en su casa.
Así comenzó la Iglesia Y en esa Hora de Jesús, estaba María, de pie

4. En la 1ª Lectura se nos proclamó la continuidad de la Iglesia. En ese grupo Jesús ya no está visiblemente. Es la Iglesia en el mundo pero sin la presencia visible de Jesús.
Se reúnen en Jerusalén. ¿Quiénes? Los Apóstoles, María, algunas mujeres, los parientes de Jesús y por el contexto se puede presumir que incluirían a algunos más. Oraban. Fue la primera novena del Espíritu Santo en la Iglesia. Y se llenan de ese mismo Espíritu Santo que se manifestó en el viento recio, en las llamas de fuego y en el portento de los asombrosos modos de hablar.
Así comenzaba a manifestarse la Iglesia al mundo: sin la presencia visible del Señor pero con la fuerza irresistible del Espíritu que había prometido enviar y que lo había enviado. Es la Iglesia preparada por Jesús y realizada por Él en su Muerte, en su Resurrección, en el Espíritu santo. Es la Iglesia a la que Él encomendó: “vayan por todo el Mundo y hagan discípulos míos”. Es la Iglesia que forman los discípulos, los creyentes en Jesús, los que viven de su Vida. Es la Iglesia formada por misioneros: testigos de Él  que son sus testigos porque viven de Él y viven como Él.

5.- Esta es nuestra Iglesia. La que formamos nosotros. Es la Iglesia en la que nacimos y en la que aprendimos a conocer a Jesús, a creer en Él, a ser hombres creyentes en nuestro mundo, es la Iglesia estamos llamados a consolidar y acrecentar. Es la Iglesia que Jesús hace y viene haciendo. Y que quiere que, con Él, también la hagamos crecer y consolidar para que sirva al hombre, a cada hombre, para trasmitir la gran verdad del hombre: que Dios lo quiere y lo quiere salvar.
Mirar a la Iglesia en su nacimiento es un camino que nos ilumina para que la Iglesia se renueve mirando a sus mismos orígenes: Jesús, el Espíritu Santa, María, los creyentes, presencia ante el mundo.
Es la Iglesia que es nuestra Madre porque en ella, Jesús nos hace vivir como hijos de Dios. Es también la Iglesia   -y lo digo casi con atrevimiento y osadía-  es también nuestra hija porque esa Iglesia es también como la hacemos nosotros, acrecentándola o debilitándola.

6.- La vida y la tarea de la Iglesia es evangelizar. Es presencia en el mundo que anuncia y testimonia a Jesús. En todos los aspectos y en todos los ambientes.
En la Familia que debe ser evangelizadora por esencia hoy requiere ser re evangelizada.
En la  convivencia social y en la educación para que se construya entre todos un ámbito de solidaridad y espíritu de paz, de respeto, incluso de reconciliación
En nuestras comunidades se nos está pidiendo que cada vez más sean espacios donde se vive, se acoge, se aprende y se enseña una estilo de comunión”.
La evangelización pide al Consagrado manifestar el gozo de vivir con el Señor y de convivir, hermanados, en comunidad. La tristeza, la desconfianza y el egoísmo que aparecen con frecuencia en la vida humana son un reclamo más para que el Consagrado testimonie los valores de una Vida que “viene de lo Alto” y que quiere elevar lo terreno al nivel de lo divino. El Consagrado es y ha de ser testigo de esperanza.
Con mucha humildad, porque siento el peso de mi limitación y mi debilidad pero con claridad quiero decir que el Obispo y su Presbiterio, como signos e instrumentos de Cristo, Cabeza de la Iglesia, tenemos la misión de hacer de cada comunidad una comunidad evangelizadora, acogedora, misionera, decididos incluso a ser “signos de contradicción”.
La unidad  – como Jesús la pide a los Apóstoles y a los que están sacramentalmente unidos a ellos por el Orden Sagrado –  es una orden precisa, clara, indubitable: “Ámense como Yo los amé (hasta entregar el propio cuerpo y derramar la propia sangre)”. El amor que se tengan entre ustedes hará que el mundo crea que YO SOY.

Al dejar mi función como Arzobispo les pido que me permitan decirles lo que ya les había pedido al iniciar mi ministerio en Paraná: La comunión en el Presbiterio, con el Señor, con el Obispo y entre todos, es garantía de una Iglesiaque, unida por el Señor, es vigorosa y alegre en el testimonio porque evangelizar es esfuerzo y entrega alegre.

7.- La Virgen, Madre de Jesús y Madre de la Iglesia, es también tipo y modelo de la Iglesia. Ella nos guíe en el camino de seguir a Jesús.
Hermanos muchas gracias por todo y a todos.