Jueves 20 de junio de 2024

Queridos hermanos:

Al aproximarse el miércoles 26 de junio, día designado por la Asamblea General de la ONU como el “Día Internacional de la lucha contra el uso indebido y el tráfico ilícito de drogas”, pedimos su atención cordial para, juntos como familia, dar respuesta a un grito que resuena en nuestros ámbitos cotidianos y deseamos ardientemente que abracemos esta realidad como comunidad e Iglesia paranense.

El pasado 13 de marzo del corriente año la Conferencia Episcopal Argentina se pronunció con dolor al respecto del creciente problema del narcotráfico en nuestro país, particularmente en Rosario, nuestra ciudad hermana de la Región Litoral. Comenzó la misiva de la siguiente manera:

“Como obispos de la Iglesia en la Argentina, sepan que, de corazón, estamos muy cerca de ustedes ante esta realidad del narcotráfico que golpea hoy a las puertas de sus casas de este modo tremendo, brutal, llenando de dolor e impotencia a sus familias y a todo nuestro pueblo.”

Ya en el año 2013 la CEA afirmaba en un comunicado de Prensa:

“La sociedad vive con dolor y preocupación el crecimiento del narcotráfico en nuestro país. Son muchos los que nos acercan su angustia ante este flagelo. Nos conmueve acompañar a las madres y los padres que ya no saben qué hacer con sus hijos adictos, a quienes ven cada vez más cerca de la muerte.  Nos quedamos sin palabras ante el dolor de quienes lloran la pérdida de un hijo por sobredosis o hechos de violencia vinculados al narcotráfico.”[1]

Pasaron más de 10 años y la realidad no sólo cambió; sino que se complejizó. Acuden a nuestras casas y dispositivos cada vez más personas con síntomas psicóticos, situación de calle, víctimas de la violencia, del abuso, de la marginación, casi sin posibilidades de inserción laboral, familias destruidas y cansadas, sin esperanzas.

Queremos contarles que en nuestra arquidiócesis se viene trabajando arduamente hace mucho tiempo, sin bajar los brazos, en el acompañamiento de adolescentes, jóvenes y familias enteras, todos atravesados por el amplio espectro problemático del consumo y la vulnerabilidad social. Pero cada vez es más desbordante la demanda. Y por ello volvemos a decir que es una responsabilidad común.

Por ello proponemos dos acciones concretas que podemos hacer todos: oración y prevención comunitaria.

Animamos a todos los miembros de nuestra querida Iglesia arquidiocesana, a cada uno desde su lugar, a tener presente en la Eucaristía del día, especialmente los sacerdotes, y elevar una oración por las víctimas de este flagelo silencioso, esclavitud que deteriora la familia y la convivencia social.  Recemos, además, respondiendo a la voluntad salvífica universal del Padre[2] (que todos se salven), por la conversión de los victimarios, los responsables del narcotráfico y narcomenudeo. Que cese el avance de este “estado que crece dentro del Estado Argentino”. Que Dios Padre Misericordioso, permita que, a través de la contemplación del rostro desfigurado de su Hijo en la cruz de la drogadependencia, por la acción inefable del Espíritu Santo, toque el corazón de quienes lucran provocando criminalmente el deterioro y la muerte de tantos adolescentes y jóvenes, con el consecuente daño irreparable a sus familias.

Animamos también a que, en los ámbitos pastorales y educativos, como en nuestros hogares, se plantee el valor de la vida como don precioso de Dios, libres de esclavitud; y lo problemático y degradante, para cada uno y la vida comunitaria, que es iniciarse y depender del consumo de sustancias psicoactivas.

Este día no podemos ser indiferentes a una problemática que nos necesita a todos. Por ello seamos creativos para sensibilizar y visibilizar el tema propiciando espacios de escucha, reflexión y pensamiento crítico sobre expresiones, ideas, hábitos y prácticas, así como también, estrategias de cuidado al prójimo, promoviendo estilos de vida llenos de sabor a Evangelio, de fraternidad, de vida digna para todos, poniendo a la persona (integralmente) en el centro.

Necesitamos involucrarnos más como comunidad organizada, prevenir el consumo problemático en todos los ámbitos, y no podemos mirar hacia otro lado o ser tibios pensando que “los otros se deben ocupar”, porque acá se juega el futuro de los que vendrán.

Nos encomendamos a su intercesión, porque necesitamos su apoyo y la ayuda de Dios. Además, nos unimos en oración por las familias afectadas, por nuestros hermanos que más sufren; en la súplica por la conversión de los narcotraficantes y quienes minimizan o parcializan el abordaje del problema; y en el compromiso cristiano por el prójimo, siendo instrumentos, camino que prevenga a otros tantos de caer en este flagelo.  

Como han dicho nuestros Obispos de la CEA: “No permitamos que nos maten la esperanza, que nos roben el sueño de una Argentina unida y en paz. Que la Virgen, nuestra Madre, que conoció lo que es perder al hijo, al Inocente, los consuele y fortalezca.”

Cordialmente:

Equipo de la Delegación Arquidiocesana para la Pastoral de Adicciones

Paraná, Entre Ríos.


[1] https://episcopado.org/ver/845

[2] Cf. 1 Tim. 2,4