Este lunes 14 de marzo se conmemoraron los 200 años de la Capilla Norte de San Miguel. Monseñor Juan Alberto Puiggari presidió la misa. La restauración de esta obra fue inaugurada en 2019 en el marco de la celebración de la fiesta de San Miguel –patrono de Entre Ríos–. A continuación compartimos un artículo de la Prof. Celia Godoy, quien fuera Responsable del Archivo Arquidiocesano, publicado en el sitio Catolicus.
“Este 14 de marzo estamos de festejos y no todos los días se cumplen 200 años. Cuanto para valorar y recordar, ahora que “la del cumple” luce tan hermosa y restaurada. Estamos hablando de la Capilla Norte de San Miguel.
Datos históricos
En el Archivo histórico de la Provincia se encuentra el primer libro de fábrica donde constan los siguientes datos:
División Hacienda – Serie X. Caja 1 a 7- Documentación de Asuntos Eclesiásticos. 1805 a 1875. Libro de fábrica de la Iglesia Nueva (San Miguel) Paraná. Del 14 de marzo de1822 al 31 de diciembre de 1874 (40 folios útiles).
Por esta información sabemos que en, esta fecha se abrió el libro para juntar las limosnas para la construcción del nuevo templo.
Fue el Padre Antolín Gil y Obligado el promotor de esta capilla, de la que poco se sabe pero tan cara a los paranaenses. Conocida es la advocación por la presencia jesuítica de la estancia que ocupaba esta zona.
Sabemos por la historia de nuestra provincia que desde los primeros pobladores de la Bajada tuvieron que resolver la confrontación con los pueblos aborígenes. Esto exigió adoptar medidas defensivas: instalación de un fuerte y conformación de un cuerpo de milicias.
Aún sin una fundación oficial ni respaldo jurídico, la “Bajada del Paraná” se consolidó con el incremento de la población permanente, la erección de la Parroquia y la institución de la Alcaldía de la Hermandad.
Una impronta afroamericana
La presencia de población afroamericana en Paraná, está registrada desde muy temprano. En 1784, el Capitán de Fragata Juan Francisco Aguirre, refiriéndose a los orígenes del “pueblo o capilla de Nuestra Señora del Rosario de la Bajada”, dice que:
“A principios de este siglo, pasaron los tres primeros vecinos de Coronda, afligidos de la persecución de los Abipones, a poco pasaron sus ganaditos y uno después de otro se situaron donde les pareció mejor. Por el año 1740 ya tenían capilla, cuyos primeros ranchos alrededor fueron de unos pardos…” (Aguirre 1951: 386).
Según el Censo de 1844, en Paraná solamente había 29 individuos calificados como “esclavos”, lo que indujo a autores como Filiberto Reula a considerar que “el negro esclavo, llegó en número muy reducido a estas tierras y su unión con el blanco fue muy rara: su sangre se diluyó en su mezcla con el aborigen.
A partir de 1813, con la “libertad de vientres” decretada por la Soberana Asamblea, la calidad de “esclavos” quedó reservada a los nacidos antes de ese año, con lo que se produjo un envejecimiento y desaparición progresiva de los mismos. Los nuevos “hombres libres”, sumados a los libertos por diversas causas y a los fugados, se mezclaron con los indios y los blancos pobres, aportando su caudal genético y cultural para la conformación de las poblaciones del área rural y la periferia urbana.
Las guerras civiles debieron incrementar la tasa de nacimientos de negros y mulatos, como consecuencia de la actuación de los hombres en los ejércitos. Al respecto es importante destacar la presencia reiterada de los batallones de Pardos en Paraná, con la previsible secuela de mujeres e hijos abandonados, que luego seguirían residiendo en la ciudad. Esta población se concentró poco a poco en los terrenos baldíos ubicados al norte de la ciudad actual, entre la loma conocida como el “Alto del Molino” y el río, pertenecientes en su mayoría al Obispado de Paraná, por donación de la Sra. de Larramendi.
En el “Barrio del Tambor”
La peculiar topografía de Paraná, cortada por arroyos que desbordaban y conformaban lagunas y pantanos, transformando los barrios en sectores aislados; y el crecimiento vegetativo del “Barrio del Tambor”, fueron incentivo suficiente para que en 1822, se levantara allí el segundo edificio religioso de la Villa (y el primero de ladrillos, ya que la Iglesia Matriz era de adobes), la Capilla de San Miguel Arcángel.
La Capilla Vieja (Monumento Histórico Nacional por Decreto Nº 1.298 del 29-12-2000), prestó servicio entre 1822 y 1860.
Lamentablemente no se conservaron planos ni ningún otro tipo de documentación sobre su construcción, salvo la litografía que aparece en los libros y actualmente extraviada, y la acuarela de A. Goering, donde se pueden observar las paredes de la Iglesia nueva, y la cúpula de la Capilla Vieja.
El templo cúbico
El edificio es un cubo de 7 m de lado coronado por una cúpula hemisférica terminada en una linterna. A los costados presenta dos habitaciones simétricas, destinadas a sacristía y alojamiento del cura. Se ingresaba por un largo corredor y había en el interior un altar con dos gradas.
Las dos campanas estaban ubicadas fuera del edificio en el lado Este
En la Capilla se encontraba la imagen de San Miguel, precedente del Alto Perú donada por Pascual Echagüe y la pila bautismal de origen jesuítico.
La imagen de San Miguel ocupaba el centro y a sus costados se hallaban las de San Rafael y San Gabriel, todo ello completado por un coro de madera y un armonio.
Los pobladores se afincan
Con la reestructuración producida en 1836 a partir de la conformación de la Plaza Echagüe y la apertura de la Alameda de la Federación, se modificó sustancialmente el ámbito urbano, y la Iglesia Nueva se orientó en relación al eje que unía la Plaza Mayor con el puerto, dando la espalda al barrio negro.
En tanto se producían estas reformas, los curas a cargo de la Iglesia San Miguel, primero Francisco Álvarez y luego Miguel Vidal, comenzaron a entregar terrenos en donación para que se afincara la gente pobre de la ciudad, especialmente la población africana y afroamericana, que ya tenían un núcleo importante de viviendas al NE de la Iglesia.
Mediante esta práctica, que fue bastante habitual, se comenzó a distribuir la mayoría de los terrenos ubicados entre las actuales calles Buenos Aires, Carlos Gardel-Colón, y Salta, hasta entonces despoblados. En ese año comienza la construcción de la actual iglesia.
Qué bueno que podamos compartir esta importante fecha gracias a que se han guardado los documentos que así lo atestiguan”.