En vísperas de su cumpleaños 95, el cardenal Karlic, el miembro de mayor edad del Episcopado argentino, dialogó con Aica y compartió sus recuerdos, los pilares de su ministerio y algunos consejos.
A punto de cumplir 95 años, el cardenal Estanislao Esteban Karlic, el obispo de mayor edad del Episcopado argentino, reside en el monasterio benedictino “Nuestra Señora del Paraná”, donde celebra la Eucaristía diaria para las religiosas del lugar.
Desde allí, y en diálogo con AICA, recordó la infancia en su pueblo natal (Oliva, en la provincia de Córdoba), el inicio de su vocación sacerdotal, fuertemente acompañado por la Acción Católica; y su camino en el Episcopado argentino, del que fue presidente durante dos períodos. El purpurado agradeció a los santos a cuya intercesión se encomendó en estos 95 años, y con la mirada en el camino recorrido, ofreció un consejo a los más jóvenes.
La infancia en Córdoba
El cardenal Karlic nació el 7 de febrero de 1926 en Oliva, provincia de Córdoba, “una población de inmigrantes trabajadores”, recordó. “Se vivía realmente del campo y con mucho entusiasmo por hacer bien las cosas. Nuestro nacimiento ahí nos marcaba con ese espíritu hermoso de la Argentina”, señaló.
“De mi infancia un recuerdo muy lindo es, no solamente de mi querida familia, sino también de la escuela primaria: el orden, la regularidad, la cercanía de las maestras, a quienes queríamos de verdad como madres nuestras (aunque eran muy jóvenes algunas). Yo recuerdo haber tenido una maestra recién recibida, era una jovencita, en ese tiempo se recibían con 17, 18 años. Eran excelentes maestras. Eso me marcó y me preparó para ingresar al secundario de Córdoba, el Colegio Nacional de Monserrat sin dificultades de ingreso. Teníamos examen de ingreso al secundario, y yo fui con la preparación hermosa de mi primaria, y no tuve ninguna dificultad”, valoró.
La importancia de la Acción Católica
Consultado sobre aquel primer llamado al sacerdocio, el padre Karlic no dudó en destacar “la gracia enorme que tuve de encontrarme en Córdoba con una Acción Católica excelente, con muy buenos asesores”.
“Me acuerdo muchísimo del asesor nuestro, el querido padre Reynoso, pero los otros también, de Buenos Aires, hacían que la Acción Católica fuera no solamente formadora de la vida espiritual, sino también animadora de nuestras vocaciones, para elegirlas realmente conforme a lo que Dios me iba pidiendo”.
“Y naturalmente que el testimonio que nos daban nuestros asesores, y el espíritu auténticamente cristiano que recibíamos en la Acción Católica, hacían que se despertaran las vocaciones, y ahí apareció la vocación mía, muy hermosamente acompañada por la Acción Católica, especialmente los asesores, pero también los compañeros, llevaba a una maduración muy profunda y muy gozosa”, sostuvo.
Los años en Roma
Su ordenación sacerdotal, recordó, fue a sus 28 años, en Roma. “Los obispos de entonces, querían que nosotros nos formáramos con un espíritu eclesial universal, y apenas podían, mandaban a estudiar a Roma a alguno de sus seminaristas”, relató. “Y como yo había terminado con esa edad, me mandaron a estudiar filosofía junto con monseñor Angelelli y el padre Bordagaray”.
“Ahí empezamos una formación estupenda, en una Roma muy activa, con la inspiración de Pio XII, en ese tiempo cuando llegamos nosotros. Fue muy hermoso ese tiempo, y eso nos llevó a ordenarnos”, continuó.
“Me ordené en el año 1954, allá en Roma, sin haber vuelto a la Argentina en siete años. Providencialmente estaba en Roma el entonces obispo de Paraná, monseñor Guillán, y él nos ordenó a nosotros. Fue delicada providencia de Dios, después hacerme obispo de Paraná”, reconoció.
La Eucaristía y la Verdad del Evangelio
Su vida y su ministerio estuvieron marcados por dos pilares fundamentales, que “realmente me llenan el alma”, aseguró: “La Eucaristía ha sido el centro y el principio de toda nuestra vida cristiana y pastoral. Y la Eucaristía diaria, que yo he querido celebrar permanentemente, también en este tiempo de dificultades”.
“El misterio de Cristo Pascual, muerte y resurrección, debe ser siempre -y lo quiero seguir teniendo-, fuente y culmen de toda nuestra vida cristiana y pastoral”, consideró.
Pero además de la Eucaristía, agradeció especialmente a Dios haber tenido la verdad del Evangelio, por haber enseñado Teología tantos años: en el seminario, en la Universidad Católica en Buenos aires, y siempre que ha podido. “La teología con su verdad me ha apasionado y sigue apasionándome para hacerme caminar día a día en la verdad de Dios y la verdad del hombre”, afirmó.
“La Eucaristía y la verdad de la Palabra de Dios estudiada, meditada, enseñada en las clases de teología, han sido ciertamente centro de mi vida cristiana”, sintetizó.
Los santos del camino
Un largo camino que no recorrió solo: El cardenal reconoce la presencia y la intercesión de los santos en su vida. En primer lugar, San Estanislao y San Esteban, los santos que le dieron su nombre. Pero además, mencionó a San Luis Gonzaga, que “en los tiempos de la Acción católica era un santo muy querido por toda la luz que su persona nos daba a los jóvenes”.
Últimamente, añadió, “por supuesto, por lo que es la teología para mi vida, Santo Tomás y San Agustín. Mire qué santos. Esa es la belleza de la Iglesia. La Iglesia habla con personas. Las palabras de la Iglesia son Jesucristo y los santos”.
Los grandes momentos
Consultado sobre un recuerdo, el más memorable, el padre Karlic admitió: “No me atrevería a sintetizarlo en uno solo. Para mí, los grandes momentos han sido los grandes momentos de la Iglesia, y mire qué lujo: El Concilio, Puebla, Medellín, Santo Domingo, los momentos nuestros del diálogo, en el año 2001, y el tiempo como presidente del Episcopado, nada menos”.
“Mire cómo el Señor me ha ido reclamando la vida entera. Y muy especialmente el llamado a la redacción del Catecismo, junto con una comisión estupenda”, enfatizó.
A quienes comienzan a andar: Pasión por la verdad
Finalmente, y apelando a su generosidad de padre, le pedimos un consejo para los jóvenes, en especial para quienes han respondido al llamado al sacerdocio.
“Siguiendo mucho lo que aprendí de esa persona extraordinaria que es el papa Benedicto XVI, que estaba al frente nuestro en la redacción del Catecismo, el consejo que le daría a los que quieren empezar: Por favor, tengan claridad en los principios de la vida espiritual, empezando por el misterio de Jesucristo”, recomendó.
“Que busquen la claridad en los principios y sean fieles a ellos, porque son determinantes. Pasión por la verdad. Sólo en la pasión del amor y en el gozo de la pasión del amor, se puede fundar a fondo la vida cristiana. Pasión por la verdad que es Jesucristo. Jesucristo, que ama hasta la muerte, no menos”, profundizó.
Sobre todo pensando en los seminaristas, pero pensando también en todos los jóvenes que tienen que empezar su vida responsable: Pasión por la verdad que Jesucristo pascual”, insistió, con una bendición final y un pedido especial en este nuevo año de vida que comienza a transitar: «Recen por mí».
El cardenal Karlic
Nació el 7 de febrero de 1926 en Oliva, provincia de Córdoba. Sus padres fueron Juan y Emilia. Su padre era constructor, idóneo, un maestro mayor de obra hecho en el oficio.
Estudió en el Seminario Mayor de Córdoba, y en la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma, donde obtuvo una licenciatura en Teología. Después de su ordenación sacerdotal, se desempeñó como superior de la sección de filosofía del Seminario Mayor de Córdoba.
El 6 de junio de 1977, fue nombrado obispo titular de Castrum por el Papa Pablo VI. Más tarde fue nombrado arzobispo coadjutor y administrador apostólico de Paraná el 19 de enero de 1983, para finalmente suceder en el puesto a su arzobispo, el 1º de abril de 1986. De 1986 a 1992, fue miembro de la Comisión para la redacción del nuevo Catecismo de la Iglesia Católica. Se desempeñó como Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina durante dos períodos consecutivos (1996-1999 y 1999-2002) antes de dimitir como arzobispo de Paraná el 29 de abril de 2003, después de siete años de pleno y comprometido servicio.
El Papa Benedicto XVI lo creó cardenal sacerdote de la Beata María Virgen Dolorosa, una plaza de Buenos Aires en el consistorio del 24 de noviembre de 2007.
AICA, 5/02/21