Cumplimos en estos días, 160 años como Diócesis de Paraná  con todo lo que eso significa. Para valorar cómo fue este camino, es necesario conocer nuestra historia. Desde las primeras comunidades estables a la vera del rio, de aborígenes y españoles que vivieron en esta rica tierra, han pasado algunos siglos.

Sabemos que antes de que existiera la villa como tal, ya los sacerdotes venidos con los colonizadores se preocuparon de atender las almas que aquí habitaban. Tanto los del clero regular, dominicos, jesuitas y mercedarios como los de clero secular recorrieron el campo entrerriano; guiados y acompañados por María, nuestra madre del cielo y haciendo conocer el evangelio, a pie, a lomo de burro o con suerte en alguna carreta.

De los que conocemos sus nombres, podemos nombrar al Padre Miguel de Barcelona, primer sacerdote en atender esta zona en forma regular. Dependiente de la Iglesia de Santa Fe, bautizó, casó y dio sacramentos desde 1713 en adelante. Él, como los que lo antecedieron, hicieron ver la necesidad de una parroquia estable en la Baxada de la otra Banda.

En 1730, ya tenemos un sacerdote con residencia fija, el conocido Francisco Arias Montiel en su primitiva Parroquia; cuya feligresía  apenas excedía unos pocos centenares. Primer maestro, juez de paz y policía en esta alejada zona de la sede del Obispado de Buenos Aires de quien dependíamos.

Y varios fueron los sacerdotes y en especial los párrocos, a los que les tocaba  la tarea de colocar los cimientos fundamentales para la formación del pueblo.  Nuestro cura Arias Montiel, empezó con las tribus que asolaban la zona de la capilla, edificó la iglesia en reemplazo del rancho primitivo que funcionaba bajo la invocación de la Inmaculada Concepción de María, fundó y dirigió la primera escuela del territorio, delineó las calles del pueblo, atrajo a los pobladores, impuso orden y hábitos de cultura, realizando una labor muy fecunda durante 30 años.

A comienzos del siglo 19, vamos a tener otro gran sacerdote, el Dr. Antonio Gil y Obligado que en 1807 colocaría la piedra fundamental de la iglesia Matriz y en el 1822 comienza la construcción  de la iglesia de San Miguel.

A él va a suceder el Pbro. Francisco Dionisio Álvarez, que culmina la construcción de la iglesia Matriz y continua con la de San Miguel que en parte la habilita para el culto, edifica el cementerio y levanta la capilla de la Santísima Trinidad. Político, Delegado eclesiástico, Diputado y Presidente de la Legislatura, Ministro de Gobierno, Diputado al Congreso Nacional Constituyente de 1825 y Gobernador interino de la Provincia, a su muerte el pueblo y el comercio cerraron sus puertas en señal de duelo. El Gral. Urquiza calificó de calamidad pública la desaparición de este sacerdote. También conocido por la votación de la Patrona, la Virgen del Rosario.

Mons. Miguel Vidal, otro de los sacerdotes dignos de ser recordado, que antes de ser cura en esta iglesia, se desempeñó en la Parroquia de Victoria, donde fundó el primer seminario y el primer colegio secundario que funcionó en la provincia.

A pedido de Urquiza, desempeñó el cargo de Presidente de la Junta de Educación, para organizar y mejorar la escuela primaria en la provincia; al tiempo que iniciaba una secundaria en Paraná con un grupo de sus alumnos de Victoria.

¿Y porque los recordamos especialmente? Porque fueron Mons. Vidal, el Padre José Leonardo Acevedo y el Pbro. Juan José Álvarez quienes trabajaron en  un proyecto para incitar al Gral. Urquiza para la creación del Obispado Paranaense.

Desde hacía mucho tiempo se veía la necesidad de erigir una nueva diócesis en el Litoral. Según el Deán Juan José Álvarez, ya en 1847 se hablaba del tema en la Universidad de Buenos Aires, y cuando regresa a Paraná en 1850,  tiene la oportunidad de concretar este sueño.

Cuenta en sus memorias: “en el año 1847, época en que estudiaba en la Universidad de Buenos Aires, promoví muchas veces la discusión sobre la necesidad y conveniencia religiosa y política, que había de erigir una nueva Diócesis, y que debían constituirla las importantes Provincias de Santa Fé, Entre-Ríos y Corrientes.

  Esta proposición fue presentada y discutida en una particular y amistosa conferencia, en que se encontraban reunidos el venerando Profesor de la Universidad de Buenos Aires, Canónigo Dr. Don José Banegas, el respetable Canónigo y después Deán de la Catedral Metropolitana Dr. Don Felipe Elortondo y Palacio y el honorable e ilustrado Jurisconsulto Dr. Eduardo Lahitte.

   Fue perfectamente dilucidada la mencionada proposición, en el sentido de la necesidad espiritual y utilidad temporal, reconociéndose, a la vez, la suficiente capacidad, que tenían las importantes provincias…por su notable riqueza y número de habitantes para constituir canónicamente una Diócesis.

Banegas manifestó que nada podía observarse  de esta idea, por los sólidos fundamentos expresados, pero ¿cómo se podía hacer esto si la ejecución de este proyecto dependía de Rosas?, que debía intervenir como patrono ante la Santa Sede. Había declarado que no había podio dotar las canonigias vacantes de la Catedral de Buenos Aires por la carencia de recursos, en que se encontraban por la guerra civil, la guerra con Uruguay y el Bloqueo Anglo Francés. ¿Quién entonces podría llevar a cabo como corresponde por derecho esta creación, si no había Obispos para las Diócesis de Córdoba, San Juan de Cuyo o Salta?  Se decidió entonces aplazar esta conversación y que se guarde en el más estricto secreto.

   “En enero de 1850, después de una ausencia de diez años de esta ciudad, producida por la carrera literaria y eclesiástica, que había seguido y abrazado con toda libertad y vocación; me traslade, de Buenos Aires a la ciudad de Paraná, de donde soy oriundo , y en donde residían mis padres, aprovechando las vacaciones y la clausura periódica de la academia donde cursaba… encontrándome en esta ciudad, recibí, una carta del Gobernador, General Justo José de Urquiza, en que me honraba con una generosa invitación, para que me trasladase. A su Palacio de San José, a visitarlo… Conocí entonces al futuro Libertador del Plata y organizador de la república Argentina.

Al día siguiente de su llegada, dice en sus memorias, tuvo la oportunidad para insinuar la necesidad y conveniencia de erigir una nueva diócesis, a fin de que los feligreses fueran visitados y atendidos con los auxilios de la religión, ya que desde el Ilmo. Sr. Obispo Dr. Benito Lúe y Riega, que falleció repentinamente  en 1812… y Medrano que le sucedió en 1829 y murió  en 1851, los habitantes no habían recibido  la bendición episcopal de su legítimo pastor.

Urquiza que había comprendido el alcance de este proyecto, aseguro que pronto derribaría a Rosa y contribuiría a dar una Constitución al país y podría llevar a buen término este pedido.

Comprendió perfectamente el Gral. Urquiza, todo el alcance de mi indicación, con esa penetración exquisita que lo caracterizaba;- y después de un momento de reflexivo silencio, en que sin duda, pasó en rápida revista la idea enunciada, y hasta sus últimas consecuencias, bajo el punto de vista religiosos y político,- me contesto concisamente:- me parece muy bien y muy justa la idea que Vd. acaba de expresar, pero ningún resultado darían las diligencias que hoy se iniciaran, -muy pronto derribaré a rosas, con la fuerza de la opinión, y con el poder de las armas, – y contribuiré con todo el vigor de mi voluntad de mi voluntad a dar una Constitución a la República Argentina, que ha sido mi sueño dorado y patriótico de siempre, desde joven…      

Llego el momento del pronunciamiento del 1 de mayo de 1851, lanzado por Urquiza, inmediatamente llamo a este sacerdote a su campamento en Calá. Una vez allí le pidió el General que vaya a Montevideo, acompañando a su hijo Diógenes como Secretario y Capellán de la Misión diplomática y como no me he olvidado  de su indicación, llevará una carta confidencial para el Cónsul Romano don Salvador Giménez, residente en Montevideo, a fin de pueda conferenciar con él, sobre las diligencias que convenga iniciar , para conseguir el objeto deseado y justo,- una vez derribado Rosas del Gobierno de Buenos Aires, que será muy en breve, mediante la protección divina, con que me atrevo a contar desde ya   

En 1855 fue elegido como candidato a Obispo de la Diócesis Paranaense  el Padre Acevedo, pero las tramitaciones se demoraron bastante y recién a fines de 1857 Pio IX envía a su Delegado Eclesiástico Mons. Marini, que fue reconocido por el gobierno en febrero de 1858. Allí se empieza a concretar el que sería nuestro Obispado.

Prof.  Celia Godoy

 

 

Fuentes consultadas

Documentación Histórica de la Diócesis.

Legajo de Sacerdotes

Biografías del Padre Ezcurra

Juan L. Segura.  Historia Eclesiástica de Entre Ríos

Mons. Juan José Álvarez. Memoria histórica sobre el origen que tuvo la Diócesis de Paraná. Paraná 1889