
Se cumple un año del anuncio de la renuncia al Papado de S.S. Benedicto, renuncia que se efectivizó el 28 de mismo mes.
El 11 de febrero de 2013, daba la vuelta al mundo la noticia de la histórica renuncia del Papa Benedicto XVI, anunciada con profunda emoción por él mismo ese día, memoria de Nuestra Señora de Lourdes. Benedicto guió la Iglesia Universal durante casi ocho años como «simple y humilde trabajador de la viña del Señor», según se propuso el 19 de abril de 2005, cuando fue elegido Papa.
Tal día como hoy, al final del consistorio que había convocado para tres causas de canonización, Benedicto XVI anunció al colegio cardenalicio su renuncia al ministerio de Obispo de Roma, con sencillez y serena y filial entrega al Señor:
“Los he convocado a este Consistorio no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicarles una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia. Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino.
Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando.
Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado.
Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005”.
El día de su elección como Papa, Benedicto XVI decía: «Me consuela el hecho de que el Señor sabe trabajar y actuar incluso con instrumentos insuficientes». Ya desde el primer momento, pues, el Papa Benedicto XVI mostró su humildad y sencillez encomendándose a las oraciones de los fieles y a la “alegría del Señor” para seguir adelante.
En la última, intensa audiencia general de su pontificado – el 27 de febrero de 2013 -, reiteró que «amar a la Iglesia significa también tener el valor de tomar decisiones difíciles, sufridas, teniendo siempre por delante el bien de la Iglesia y no de sí mismo».
Con grandes aplausos y mucha emoción, cientos de miles de fíeles y peregrinos acompañaron al Papa Ratzinger en esta última audiencia general; fue nuestro Santo Padre durante casi ocho años de luminoso magisterio con «momentos de alegría y luces, así como también ‘momentos difíciles’, pero siempre bajo la guía y protección de Dios». Sabiendo que la barca de la Iglesia es del Señor y que Él la conduce por medio de hombres.
Aquel día, Benedicto XVI dijo hablando en español:
«Doy gracias a Dios por sus dones, y también a tantas personas que, con generosidad y amor a la Iglesia, me han ayudado en estos años con espíritu de fe y humildad.
Agradezco a todos el respeto y la comprensión con la que han acogido esta decisión importante, que he tomado con plena libertad. Desde que asumí el ministerio petrino en el nombre del Señor he servido a su Iglesia con la certeza de que es Él quien me ha guiado.
Sé también que la barca de la Iglesia es suya, y que Él la conduce por medio de hombres. Mi corazón está colmado de gratitud porque nunca ha faltado a la Iglesia su luz. En este Año de la fe invito a todos a renovar la firme confianza en Dios, con la seguridad de que Él nos sostiene y nos ama, y así todos sientan la alegría de ser cristianos. (…) Os suplico que os acordéis de mí en vuestra oración (…) Muchas gracias. Que Dios os bendiga».
Benedicto XVI prosiguió su agradecimiento dirigiéndose a las numerosas personas de todo el mundo, que en especial en las últimas semanas le habían enviado muestras conmovedoras de atención, amistad y oración. «Sí, el Papa nunca está solo, ahora lo experimento de nuevo de una manera tan grande que toca el corazón».
«Me escriben como hermanos y hermanas, o como hijos e hijas, con sentimientos de vínculos familiares muy cariñosos. Aquí se puede tocar con mano lo que es la Iglesia – no es una organización, ni una asociación con fines religiosos o humanitarios, sino un cuerpo vivo, una comunidad de hermanos y hermanas en el Cuerpo de Jesucristo, que nos une a todos. Experimentar la Iglesia de esta manera es tener casi la capacidad de tocar con las manos el poder de su verdad y de su amor, es una fuente de alegría, en un momento en que muchos hablan de su declive».
Y cómo no recordar el primer saludo del Papa Bergoglio, al ser elegido como sucesor suyo, rezó e hizo que la abarrotada Plaza de San Pedro, sus alrededores y millones de personas en el mundo rezaran con él un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria al Padre por su amado predecesor:
«Hermanos y hermanas, buenas tardes.
Saben que el deber del cónclave era dar un Obispo a Roma. Parece que mis hermanos Cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo… Pero aquí estamos. Les agradezco la acogida. La comunidad diocesana de Roma tiene a su Obispo. Gracias. Y ante todo, quisiera rezar por nuestro Obispo emérito, Benedicto XVI. Oremos todos juntos por él, para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo proteja».
(De news.va en español)
(CdM – RV)