Queridos hermanos

Con deseos y esperanzas estamos aguardando la celebración del nacimiento de Jesús. En él, Dios se acerca a nuestra humanidad. Su amor se hace cercano, tan cercano que nos colma de su presencia. Dios viene en medio de nosotros, y con Él en medio, tenemos la certeza de que algo nuevo va a nacer. No es solo un optimismo humano, es dejarle a Dios, ser Dios en nosotros, confiar en su fuerza transformadora, vivificante.

 

Navidad es el tiempo de las canciones y la alegría. En las palabras de Dios dichas por el arcángel a la Virgen María encontramos un hermoso programa de vida personal y comunitario, “alégrate, el Señor está contigo… no temas”[1], Dios viene en medio de ti, no temas.

 

No temas abrir tu corazón para encontrarte con tu Dios, él hace tiempo abrió el suyo para encontrarse con vos.

 

No temas profundizar tu conversión para dejar de lado mezquindades, comodidades y tibiezas; y dejar que la novedad y frescura de Dios que se hace niño renueve nuestro ser y nuestra historia.

 

No temas compartir tu amor y verdad con quien vive el vacío y la soledad; Dios nos comparte la verdad de su amor, cercanía que salva.

“Sean fuertes, no tengan miedo, nuestro Dios vendrá a Salvarnos”[2]

 

Es esta navidad, en el año de la fe, la que vuelve a encender nuestra esperanza. El Nacimiento de Jesús, por la fe, en nuestras vidas, es nuestro mejor “si” a Dios y a la humanidad.

Que él nazca en la escucha de la Palabra.

Que Jesús nazca en cada misterio de la Eucaristía, donde adoramos y nos alimentamos, para vivirlo entregando nuestra propia vida.

Que Jesús nazca en la bondad que tengamos para cada hermano, especialmente en los más pobres.

Que él nazca en medio de comunidades que viven el amor.

Que nazca en nuestra iglesia arquidiocesana, en todo el trabajo humilde y silencioso de los agentes pastorales.

Que nazca en la formación y crecimiento de los fieles laicos.

Que nazca en la santidad de los que pastoreamos el pueblo por Dios confiado.

Son muchas las realidades y corazones donde Jesús quiere nacer.

Como la Virgen María, nuestro ser de iglesia es alegrarnos, llenarnos de gracia, concebir la Palabra eterna y  dar a luz a Jesús. Ser luz  con la misma ternura y humildad con que Dios lo hizo en el pesebre de Belén. Testimoniar el Evangelio del amor de Dios, la revelación que nos ha confiado Jesús, Dios es Amor. Es Padre eternamente amando, es Hijo eternamente amado, es Espíritu Santo amor eterno de ambos.

 

Con la misma humildad y sencillez con la que Dios ha venido a nosotros quisiera decirle a aquel que no cree, no tengas miedo de abrir tu corazón, él ya abrió las puertas del cielo, para llegar a vos.

Feliz nacimiento de Jesucristo, en vos, en tu familia, en tu comunidad y en el mundo entero.

 

Mons. Juan Alberto Puiggari

Arzobispo de Paraná

 

Diciembre de 2012 – Año de la Fe.



[1] Cfr. Lc 1,28.30

[2] Is 35,4