Compartimos un fragmento del artículo de la Prof. Celia Godoy, responsable del Archivo Arquidiocesano sobre la historia de nuestra Iglesia. 

 

Inicio de la Iglesia de Paraná hasta 1860

Año de la Instalación del Vicariato Apostólico Paranaense.

 

La reducida población de la Bajada dependía en el orden espiritual de los curas de Santa Fe, que cada tanto enviaban algún sacerdote para las funciones religiosas. Allí se levanto una capilla dedicada a la Inmaculada Concepción en el lugar donde hoy esta la Catedral. El rancho de paja, con pocos elementos sirvió para nuclear a su alrededor a los primeros pobladores y era atendida por el Pbro. Miguel de Barcelona. Celebraba misa, pero no administraba los sacramentos. Los casamientos y las defunciones las anotaba y las mandaba a Santa Fe para que figuraran en los libros de Colecturía y para los bautismos venían dos o tres veces al años los sacerdotes de los curatos de Naturales y Españoles.

El Gobernador de Buenos Aires Don Bruno Mauricio de Zabala, interesado en establecer nuevas poblaciones para limitar la influencia de los indios, se dirige al Cabildo Eclesiástico, a cargo de la Diócesis y pide se subdividan algunas parroquias extensas. Se crearan entonces Ayudantias de Parroquias, nuevos curatos en Corrientes y uno en el Pago de los Arroyos.  Se llama a los curas de las parroquias a subdividir y se solicita informes a los Curatos de Españoles y Naturales que atendían esta zona. Si bien estos curas no están de acuerdo, el Cabildo resuelve crear por decreto del 23 de octubre de 1730, las parroquias rurales de San Antonio de Areco, Monte Grande, Matanza, Arrecifes y Baradero, Lujan, Santa Cruz de los Quilmes y Magdalena con dos curatos de naturales anexos, todos de Buenos Aires. En Santa Fe crea el de los Arroyos y el de la otra banda del río Paraná.

El 8 de noviembre de 1730 se fija en las puertas de la Catedral de Buenos Aires el edicto y se llama a concurso de oposición para proveer de Párrocos a los nuevos curatos.

Para la Bajada se presenta el Pbro. Francisco Arias Montiel, ordenado en Santa Fe en 1718. Pide algunos elementos desusados en la Catedral, autorización para pedir limosnas para su iglesia y que se dispusiera la entrega de los ornamentos de la Capilla del Rincón que se adjudicaron a su parroquia.

La falta de libros parroquiales hasta 1755 nos impide conocer la acción total de este primer párroco. Sabemos que en 1738, lo reemplazo el Pbro. Josef de Aguiar y en 1743 fue designado Teniente Cura el pbro. Manuel Rodríguez.

El 16 de febrero de 1755 fue designado el Pbro Joaquín Sotelo de Burgos, quien en su nuevo cargo se dedico a cortar algunos abusos que ocurrían en los días festivos mientras los feligreses iban a misa y otros se reunían en carreras, juegos o entretenimientos con lo que no satisfacían el precepto dominical.

Corría en año 1762 y la vasta zona de nuestra actual Arquidiócesis pertenecía al Arzobispado de Buenos Aires.

Para atender pastoralmente al territorio, fue trasladado desde Asunción el hasta entonces Obispo, Mons. Dr. Manuel Antonio de la Torre, por decreto del 11 de enero de 1762.

Demoró en llegar a su sede hasta enero de 1765, donde tomo posesión el día 5. Aprovecho el viaje desde Asunción para hacer una larga visita pastoral de 14 meses. Visito en el trayecto entre otras, las iglesias de Paraná y Santa Fe.

En los libros de los curatos hizo copiar su Auto de 4 de diciembre de 1769, en el que daba las normas a que debían ajustarse los párrocos en el desempeño de de su cargo.

Visitó Paraná durante su viaje de Asunción a Buenos Aires, en Agosto de 1764 y en noviembre confirmo 554 varones y otras tantas mujeres.

Esta información que está registrada en este primer libro de bautismos, nos permite conocer valiosa información sobre las primeras familias que poblaron nuestro suelo y cuyos descendientes hoy los muestran con orgullo en sus genealogías.

El 8 de octubre abrió el Libro de Difuntos, y donde dejo estampadas algunas instrucciones. Mando fundar una congregación de la misericordia y dispuso que los entierros se hicieran de mañana. Prohibió los juegos y borracheras en los velorios de difuntos y la concurrencia a los entierros de las lloronas. Censuro los abusos que se cometían a la muerte de párvulos, en que se gastaban, “no uno sino muchos días con sus noches, en bailes y escandalosos fandangos” y prohibió que en sus entierros se hicieran altarillos para posar, ni bailes, ni banquetes, era el Párroco en ese entonces el Dr. Pedro Joaquin de Mendieta.

En su tiempo fueron expulsados los Jesuitas en virtud de la Real Orden de 1767 y a partir de entonces comenzaron a languidecer las Misiones por ellos establecidas. Las mismas fueron confiadas a religiosos de otras órdenes y a la administración seglar.

En 1772 visitó la jurisdicción de Montevideo, luego volvió a Buenos Aires, para de allí ir al concilio de La Plata en abril de 1773, dejando el Gobierno de la Diócesis al D. Juan Baltasar Maciel. Ya no volvería a Buenos Aires, por que falleció en La Plata el 20 de octubre de 1776.

Sabemos que en nuestros inicios en esta tierra, pertenecíamos a la Diócesis de Buenos Aires, que era muy amplia, ya que atendía desde la Mesopotámica hasta la Patagonia.

Era necesario subdividirla, en nuevos obispados. Para cubrir las necesidades se nombró un Delegado Eclesiástico que pudiera resolver los conflictos  y detener en algunos casos  los avances de los gobernantes que se tomaban la atribución de nombrar curas y destituirlos, como de intervenir en la administración de los bienes de la iglesia.

En 1828 el Vicario Eclesiástico nombro al Pbro. Francisco Dionisio Álvarez, con algunas reducidas facultades y más tarde lo nombro Delegado para de esta manera tener alguna solución transitoria. En este mismo Cargo es nombrado después el Pbro. José Leonardo Acevedo.

Desde 1805, en que el Obispo Lue había recorrido la zona, los fieles del Litoral no conocieron a sus Pastores y la confirmación resulto un sacramento desconocido.

El 17 de septiembre de 1829, el Gobierno entrerriano aviso que había llegado Santa Fe un Obispo que venia de Roma y seguiría a Chile, pero pasaría por Paraná el martes de la semana siguiente para quienes quisieran confirmarse.

Por lo demás, la disciplina religiosa solía aflojarse y la escasez de clero sumado al estado continuo de guerra, hacia necesario y urgente la creación de este vicariato.

“Contribuía a agravar la situación del litoral, la senectud del Obispo, de ese momento Mons. Medrano, cuyos achaques, sorderas y ceguera, le restaban posibilidad de acción realmente efectiva”

Rosas, que si bien había favorecido a la iglesia en muchos aspectos, también participaba de la mentalidad regalista de la época, y vio la solución al proponer al Papa Pió 9, que nombrara al Pbro.  Miguel García como coadjutor, para que en caso de fallecimiento, pudiera ejercer las funciones episcopales.

La propuesta no fue aceptada, para evitar conflictos y mantener la calma, el Papa envió un Delegado Apostólico, Mons. Ludovico Bessi.

Lamentablemente, el enviado llego en mal momento, por la situación del país y la postergación de la misión pontificia se hizo indefinida.

Desde hacía mucho tiempo se veía la necesidad de erigir una nueva diócesis en el litoral. Según el Deán Juan José Álvarez, ya en 1847 se hablaba del tema en la Universidad de Buenos Aires, y cuando regresa a Paraná en 1850 y tiene la oportunidad de encontrarse con el General Urquiza le insinúa la conveniencia de erigir una nueva diócesis, a fin de que los feligreses fueran visitados y atendidos con los auxilios de la religión, ya que desde la muerte de Mons. Lue, los habitantes no habían recibido  la bendición episcopal de su legitimo pastor.

Urquiza que había comprendido el alcance de este proyecto, aseguro que pronto derribaría a Rosa y contribuiría a dar una Constitución al país y podría llevar a buen termino este pedido.

Pasaron ocho años más y llegamos a 1858, el General Urquiza esta en Paraná sede del Gobierno de la Confederación y ha propuesto al Pbro. Dr. José Leonardo Acevedo para ocupar el Cargo de Vicario Apostólico, y  Mons. Marino, en virtud de las facultades delegadas por el Papa, resuelve desmembrar las Provincias de Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe, de la Diócesis de Buenos Aires.

Este decreto lleva fecha del 4 de agosto de ese año y se dispone la Instalación del Vicariato para el 15 de agosto de 1858.

Como había fallecido el Obispo Electo Mons. José Leonardo Acevedo, es designado como Vicario Apostólico Paranaense el Canónigo Honorario Miguel Vidal.

La creación del Vicariato estimuló al Gobierno a seguir insistiendo en los tramites pro- erección canónica de la Diócesis del Litoral.

En los mismos días en que se llevaba a cabo estos actos, se procuraba encontrar un candidato a presentar en lugar del Primer Obispo Electo, ya fallecido. El senado en sesión del 10 de agosto voto la terna cuyo primer lugar ocupaba el Pbro. Luis José Gabriel Segura y Cubas, que obtuvo 9 votos. Por lo tanto Urquiza resolvió hacer la presentación de este sacerdote al Papa y expidió el correspondiente decreto el 17 de agosto de 1858.

Designo además un Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en misión especial al Dr. Juan del Campillo. Su misión era  negociar un “concordato con la Santa Sede bajo las bases de nuestra religión y los principios fundamentales de nuestra Constitución” como decía su credencial. Si bien no solucionó algunos puntos de este Concordato, si logro la Erección Canónica de la Diócesis del Litoral y la Preconización para la misma de Mons. Segura y Cubas.

Efectivamente, el 13 de junio de 1859 el Papa Pió IX expidió la Bula Vel a primis, ereccional del Obispo Paranaense que confería a la ciudad de Paraná el rango de ciudad episcopal. El 23 de octubre, día del triunfo de Urquiza sobre mitre, en Cepeda, el delegado Apostólico Mons. Marini, dicto el decreto de ejecución de la Bula.

El Vicario Apostólico cesaría ipso facto, luego que fuera preconizado y tomara posesión el nuevo prelado.

La Diócesis abarcaba, las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe. No se menciona Chaco y Formosa, territorios poblados por indios y pertenecientes al Obispado de Salta.

Se establecía la sede del Obispado en Paraná, Capital de la Confederación Argentina.

Se recomendaba el cumplimiento de la promesa de construir un nuevo templo, en honor del Arcángel San Miguel, destinado a Catedral, e instituía en Catedral la Iglesia del Rosario, allí existente.

Aceptaba la promesa del gobierno de adjudicar un edificio cerca de la Catedral para habitación del Obispo y su Curia y otro dotado de lo necesario para el seminario.

El nuevo Obispo llego a Paraná el 23 de mayo de 1860, acompañado entre otros por Fray Mamerto Esquiú, quien lo acompañaría como su secretario de Cámara y Gobierno.

 Fue consagrado Obispo el 19 de agosto de 1860. Dirigió su primera Carta Pastoral el 21 de agosto, donde trata uno de sus temas predilectos, la caridad y la encabezaba con el lema  “Carísimos, amémonos los unos  y los otros, por que la caridad procede de Dios”

 

 

Fuente consultada

– Historia Eclesiástica de Entre Ríos- Juan José Antonio Segura

– Documentación de Archivo Arquidiocesano de Paraná.