28ª Peregrinación de los Pueblos Hasenkamp-Paraná.
Se llevará acabo entre los días 15 y 16 de octubre del corriente año.
Archivos para descagar: Segunda carta – Consejos para contingentes – Instrucciones peregrinos
28ª Peregrinación de los Pueblos Hasenkamp-Paraná.
Se llevará acabo entre los días 15 y 16 de octubre del corriente año.
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Meditación de Monseñor Estanislao E. Karlic, Arzobispo Emérito de Paraná en la Jornada Espiritual
(Aparecida, 14 de mayo de 2007)
El Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo termina así: «Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de él; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el Cielo y en la tierra. Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo» (Mt 28, 16-20)
A. Jesús nos llama a la santidad
Estas palabras del Señor Resucitado valen hoy para nosotros. El Santuario de la Virgen Aparecida se convierte en la montaña que Jesús ha indicado para que los discípulos suyos que peregrinan en América Latina y el Caribe se reúnan para recibir otra vez su mandato misionero.
Este es un «tiempo oportuno», un «kairós» que el Señor ha determinado para una obra de su gracia para bien de todos nuestros pueblos. Debemos tener conciencia de la cercanía privilegiada de Dios con nosotros en estos días, y de la magnitud de la obra para la que El nos convoca: la Evangelización de nuestros pueblos.
Todo el universo empieza en Dios. «Al principio Dios creó el cielo y la tierra» (Gn 1,1). Y todo empieza en su amor. Dios nos ama primero. «En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó… nosotros amemos porque él nos amó primero» – nos dice San Juan ( 1Jn 4,10.19). Porque nos amó, por eso nos eligió y nos congregó. Dios y su amor por nosotros es la primera verdad de nuestra tierra y la primera verdad de esta Asamblea. Existimos porque Dios nos amó y nos eligió en Jesucristo.
Con agradecimiento y humildad hemos de disponernos a escuchar al Señor que nos llama en todo y siempre. Nos llama en la creación y en la historia; en la humanidad de Cristo, en la humanidad de la Iglesia y en la humanidad de todos los hombres; en el esplendor de la Liturgia y en la sencillez de los hechos cotidianos; en su Palabra revelada y en las palabras humanas; en el dolor y en la alegría; en la pobreza y en la riqueza. Nos llama en todo cuanto existe y en todo cuanto acontece, porque toda criatura es lo que es por razón de una palabra creadora de Dios y porque todo acontecimiento de la historia le pertenece en el único designio de su benevolencia. Es Él mismo quien nos llama hoy, en el aquí y ahora de nuestros pueblos. Lo hace por Jesucristo en su plenitud, su Palabra perfecta e insuperable. Dice la Epístola a los Hebreos: «Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo» ( Hb 1, 1-2).
Dios nos revela por su Hijo el misterio de piedad, su designio de salvación. Dios no tiene otro proyecto que el de nuestra santidad en Cristo, la santidad de todos, de individuos y de pueblos. Dios, que es santo, nos llama a ser santos: «Él nos ha elegido… antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor… para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo» ( Ef 1, 4-5). La santidad es nuestro destino de gracia y de gloria. Para ello Jesucristo dio su vida.
La cuestión del hombre y de los pueblos es una cuestión con Dios. Los dos amores que dividen a los hombres en la historia son el amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios y el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo. Esta elección de amor, que se debe hacer en la opción fundamental de la existencia, ha de ser sostenida y confirmada en el ejercicio de la libertad en la vida cotidiana. Cada día el hombre es interpelado para que elija a Dios que lo llama al servicio y no al dominio.
Conscientes de nuestra vocación a la libertad, queremos elegir el amor de Dios y de los hermanos, también de los enemigos y perseguidores, abandonando el odio y construyendo la paz. La conversión es realmente un cambio intelectual y moral hondo, arduo y prolongado, pero posible y debido. Siempre estamos en un combate espiritual porque: «Todo hombre es Adán. Todo hombre es Cristo» (San Agustín). Siempre tenemos que luchar desde nuestra naturaleza humana herida por el pecado. En un clima de esfuerzo y de trabajo, debemos santificamos en estos días, con la verdad de la humildad y la certeza de la esperanza.
En el designio de Dios, Él nos ha amado de tal manera que nos envió a su Hijo para redimirnos con su entrega en la Cruz (cf. Jn 3,16), y hacernos capaces de su mismo amor. Recibiendo su ayuda divina y queriendo empezar la Asamblea con un corazón puro, como en una gran eucaristía, pidamos perdón de nuestros pecados y de los de nuestros pueblos, porque San Pablo nos enseña que los hombres solemos aprisionar la verdad en la injusticia (cf. Ro 1,18). Confesemos la impiedad que abre el camino a las idolatrías del placer, del tener, y del poder, y también al secularismo; pidamos perdón por la avaricia y la injusticia, que provoca la crueldad de la miseria y de la iniquidad; por la lujuria que enceguece multitudes y desordena otras pasiones; por el individualismo egoísta e insolidario que deshace la familia y disuelve la sociedad; por los crímenes del aborto, la violencia y la guerra; por la tiranía del relativismo del conocimiento y de la moral; por los pecados de omisión, silencios y temores injustificados; por la falta de esperanza; en fin, por todos los pecados, que siempre contra el amor.
En una cultura donde tantos hombres se han enamorado de sí mismos porque han creído la mentira del «serán como dioses» (Gn 3,5), debemos confesar con sabiduría diáfana y serena que nada vale en la vida si no nos lleva a Dios. «Nos hiciste para Ti, e inquieto está nuestro corazón, mientras no descanse en Ti».
Estamos aquí porque queremos santificarnos y servir a la santificación de nuestro subcontinente. ¿Tenemos derecho a tan inmenso propósito? ¿Tenemos fuerza para tan grande combate? Por nuestras solas fuerzas, no. Pero por gracia de Dios, sí. Dios es amor y con su amor nos hace capaces de amarlo como Él nos ama (cf. DCE 1). Dijo Jesús a su discípulos: «Éste es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado» (Jn 15,12). Ésta es la novedad de su don. Tenemos el deber y la fuerza para consagrarnos a tan grande servicio. No nos es lícito elegir ser de menor estatura. Así como el agua debe ser agua y la luz debe ser luz, el hombre debe vivir la dignidad de su destino, de su altísimo destino.
Para nuestra historia santa, como para toda vida de responsabilidad, es necesaria la gracia de Dios y nuestra colaboración. La gracia de Dios es una ayuda que necesitamos absolutamente para caminar hacia nuestra santidad. Nadie existe sin recibir de Dios esta ayuda. Dios ha prometido auxilio a su criatura y Él es bueno y fiel, con la sobreabundancia de la redención. Esto se verifica en la existencia de todos los hombres, lo sepan o no lo sepan.
En el acto bueno Dios dignifica tanto nuestra colaboración que hace que su gracia sea nuestro mérito. Aquellos que hayan ejercido su libertad en la caridad, según la voluntad de Dios, escucharán decir al Señor: «Vengan, benditos de mi Padre, a poseer el Reino que les ha sido preparado desde toda la eternidad. Porque tuve hambre y me dieron de comer… Lo que hicieron con uno de estos pequeños, conmigo lo hicieron» ( Mt 25,35.40). El encuentro de Dios que obra la salvación en el hombre es un misterio, que nunca se debe explicar oscureciendo alguno de los protagonistas, sino subrayando que la mayor presencia de Dios y de su gracia, da mayor entidad al hombre y a su libertad, porque cuando la historia se hace más de Dios, se hace más de los hombres. Así debemos entender la libertad de los hijos de Dios. El combate contra el tentador fue librado primero por el Señor, que salió victorioso. Ahora el combate es nuestro y tiene en esta asamblea un momento privilegiado para una gran victoria. ¿Quién nos conducirá? «¿A quién iremos, Señor, si sólo Tú tienes palabras de vida eterna?» ( Jn 6,68). Venimos a Ti, Jesús. Queremos escuchar tus palabras. Nosotros y nuestros pueblos queremos ser tus discípulos y tus misioneros. Queremos recibir tu Espíritu.
B. Discípulos de Cristo
Es el Señor quien elige y llama a los discípulos, no por sus cualidades personales, ni siquiera las morales. Es la gratuidad de su elección la razón de nuestra presencia aquí. Ser discípulo es un don de Dios, que consiste no sólo en aceptar una doctrina, sino en adherir a la Persona de Jesús, e incorporarse por Él a la obediencia filial al Padre y a la docilidad al Espíritu Santo (cf. Heb 5,8-10), porque en la revelación, «Dios invisible, movido por el amor, habla a los hombres como amigos, trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía» (Dei Verbum, 2).
La Palabra revelada por Dios, no es acogida con la fuerza de la evidencia de la luz natural de la inteligencia sino con la firmeza propia de la fe, de la confianza sobrenatural en Dios bueno y veraz que nos habla como amigo, abriéndonos la intimidad de su designio. La Fe es la verdad del misterio divino compartida en el amor: el amor de quien revela, el Señor, y el amor de quien le cree, el discípulo. La obediencia de la fe, raíz de la salvación, es un acontecimiento de la nueva creación. No es resultado de ninguna cultura humana. El Señor quiere continuar su obra por nosotros. Necesitamos ofrecernos todos los miembros de la Iglesia como sus signos e instrumentos. Unos para otros, y todos nosotros para todos los hombres que comparten nuestra historia. Que seamos uno en la fe y en el amor, para que el mundo crea. Empecemos a dar testimonio en estos días.
El discípulo cree porque fue seducido por la Pascua de Jesucristo, por su entrega de amor en la Cruz. El acto de fe es este encuentro de libertades y de amores, una libertad seductora por su amor, la de Cristo; otra seducida por ser amada, la del discípulo. Así se origina el injerto del bautizado en la cepa que es Cristo y su incorporación a la Iglesia.
La libertad de la fe, como toda auténtica libertad, debe ser vivida con la dignidad de un hombre que tiene sed de Dios y lo busca con todo el corazón. Por eso, debe ser sostenida y defendida frente a todas las tiranías, cualquiera sea su origen y su forma.
«Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús», nos exhorta la Epístola a Los Hebreos (12,2). Jesucristo, luz del mundo (Jn 9,5), revela el designio de salvación por todo lo que hace y lo que dice (cfr. Dei Verbum 2). Hemos de contemplar y escuchar al Señor que, con oportunidad de esta Asamblea, se nos presenta y nos habla con particular solemnidad. Él es el Hijo de Dios, verdadero Dios y verdadero hombre, luz de la vida para América y el mundo. Queremos aprender de su humanidad escondida en la anunciación a María en Nazaret, manifestada en Belén, actuando en Galilea, en Samaría y en Judea, lavando los pies de los apóstoles en el Cenáculo, instituyendo la Eucaristía, muriendo en el Gólgota y resucitando en el sepulcro. Queremos escuchar las Bienaventuranzas, el Padrenuestro, las últimas palabras en la Cruz. Queremos saber siempre más de su tesoro insondable. Porque Él es nuestra identidad. En la sabiduría de la Iglesia sabemos que «el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo Encarnado» ( GS 22).
Hemos de vivir apasionados por la verdad, por toda verdad, porque en toda verdad está llegando el misterio de Dios, Padre de las luces, y el Verbo, Jesucristo, que es la Verdad. El pecado entró en el mundo por la mentira. El diablo es el padre de la mentira, y así, el padre de los pecados de los hombres. Tener pasión por la verdad es propio de los hijos de la luz, y manifestación de la sed de la vida. En cambio, la indiferencia por ella y el relativismo del conocimiento entrañan la renuncia a la sabiduría, que debe dirigir los pasos del el hombre, ser inteligente y libre. El hombre está llamado a caminar en la luz de la verdad, a buscarla siempre como su enamorado y mendigo, aunque en el tiempo nunca la encuentre en plenitud.
Jesucristo es la Verdad (Jn 14,6). En Él, Dios Padre nos abre al misterio de Dios Uno y Trino, y de su designio, y nos explica quiénes somos los hombres y adónde vamos. Por Cristo aprendemos que somos imagen de Dios, llamados a ser hijos en el Hijo y amados por Dios por nosotros mismos (cf. GS 24). Entendemos que la familia es el santuario del amor y de la vida. Sabemos que la comunidad humana está destinada a la fraternidad, se debe construir cada día y debe durar para siempre. La razón de pertenencia de cada persona a la familia humana universal radica en su dignidad de hijo de Dios y hermano de los hombres.
Conocemos así que el encuentro de los hombres no se debe regular por las normas del egoísmo, para que cada uno procure su propio provecho reclamando exclusivamente sus derechos, sino por la ley del amor para que descubramos en el otro un don de Dios y un destinatario de nuestro servicio, cuyos derechos debemos defender como si fuesen propios. En la fe debemos descubrir a Cristo en el rostro de todos, particularmente de su hermanos más pequeños (cf. Mt 25,31-46).
Además por la fe sabemos que el universo creado es una casa común, obra de Dios Padre, regalada a todos los hombres de todos los tiempos, a quienes les entregó como título de propiedad inajenable y como título de responsabilidad irrenunciable su propia naturaleza de hombre, imagen de Dios, hijo suyo, hermano de todos los hombres y junto con ellos, administrador del cosmos. En fin, por la fe sabemos que el tiempo, por la gracia de Jesucristo, es camino de la eternidad, a la que vamos acercándonos en cada instante y vamos llegando en cada muerte.
¡Cuánta sabiduría nos regala Dios en su Hijo, Camino, Verdad y Vida! Esta sabiduría es plena cuando se vive la fe, que reclama para su perfección la esperanza y la caridad. Aceptemos agradecidos el don de ser discípulos y vivamos «haciendo la verdad en el amor» ( Ef 4,14).
El misterio de Jesús no estrecha el horizonte sino que ilumina el destino de todos los hombres en el Plan de Dios. Esto es sostener con claridad la última razón de la dignidad y la igualdad de todos los hombres. La verdadera estatura de todo hombre no es simplemente la del viejo Adán, sino la del nuevo Adán, la de Jesucristo, el Hombre Nuevo.
A Él debemos seguir. Él es el Camino, en su estilo, el de la Cruz: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará» (Mc 8, 34-35).
El discipulado lleva a estar siempre dispuesto a entregar la vida por el Señor, como los mártires. Siempre la Iglesia ha tenido mártires y hoy también los tiene. La Iglesia sufre persecuciones que requieren despojos y humillaciones que constituyen un verdadero martirio: la burla y la banalización, la indiferencia y el silencio, la calumnia y el abuso de poder.
Sólo en la verdad de este espíritu martirial, vivido con sencillez y acción de gracias, sostenidos por la oración y los sacramentos, podemos sentirnos discípulos plenos de Cristo y experimentar que nos incorporamos en su obra salvadora. El cristiano es esencialmente pascual. Así viven los santos. Esto nos pide el Señor cuando nos llama para ser sus discípulos. «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando» ( Jn 15,13-14).
Para vivir la vida nueva de la gracia y empezar el Reino de la Vida que prepara los cielos nuevos y la tierra nueva, el Señor nos ha dado como alimento del camino la Eucaristía, sacramento de su amor, de su sacrificio, de su muerte y su resurrección. Es el Señor hecho pan y hecho vino el que nos da la fuerza para vivir como Él, para que participemos de su «amor hasta el fin», para incorporarnos al dinamismo de su amor oblativo, nos enseñaba Benedicto XVI (Cf. Sacramentum caritatis 11). Un gran pastor de nuestra América, poco antes de morir, me decía: «No nacemos para morir. Nacemos para entregarnos a Dios». El que así vive -así vivió él- tiene en la muerte el último acto de su vida, el último acto de su amor.
La oración, que acompañó a Jesús sobre todo en sus momentos culminantes, debería distinguir a los miembros de la Conferencia para que la cercanía del Señor sea profundamente experimentada y éstos sean días de tierna intimidad con Él. Los cristianos eran reconocidos en el mundo pagano como comunidad orante. La Conferencia de Aparecida debería ser señalada por lo mismo. En la oración encontrará sabiduría y discernimiento, espíritu de diálogo serio y fraterno, capacidad de comunicación entre todos, porque Dios se aproxima a todos para reunimos y no está tejos de nadie sino sólo de aquel que lo rechaza.
C. Misioneros de Cristo
A quienes les había revelado la voluntad del Padre, les transmite la potestad y les impone el deber de anunciar el Evangelio. «Yo he recibido todo poder… hagan discípulos… bautizándolos… y enseñándoles…» El amor de Cristo al Padre y a todos los hombres debe pasar al corazón de los discípulos para comunicar ese amor, que es la misión del Señor.
Quien ha conocido al Señor, y su designio de misericordia, experimenta el deber maravilloso de compartir los dones de la creación y de la gracia, y la esperanza de la gloria. El discípulo de Cristo ha comprendido que existir es coexistir, o mejor, es proexistir, es decir, existir para el servicio, para dar, darse, comunicarse. La vida de la persona humana es esencialmente relacional, sólo es auténtica cuando se comunica y vive en comunión. La Comunión de Dios trinitario se refleja en nosotros cuando, por la comunicación con Él y de unos con otros, nos hacemos Cuerpo de Cristo, Pueblo de Dios, Templo del Espíritu.
La misión del discípulo procede del misterio de comunión divino. El discípulo de Cristo es, como Cristo mismo, servidor de la comunión. Vivir la vida nueva es, para el discípulo, vivir la comunión con Cristo por la fuerza del Espíritu que lo conduce a anunciar la redención. Es ofrecerse el discípulo como víctima junto a Jesús para la conversión y la salvación de los hombres, para su participación en el Misterio trinitario.
Queremos hacer el don de Dios a todos los hombres de nuestra tierra. Porque, como dijo nuestro Sumo Pontífice, «quien no da a Dios, da demasiado poco». Y si queremos dar a Dios, infinito en su ser y su verdad, en su bondad y su belleza, ¿cómo no hemos de querer darnos a nosotros mismos? Y dándonos a nosotros mismos, ¿cómo no hemos de querer compartir los otros bienes?
Si no compartimos los bienes creados, materiales y espirituales, trabajándolos juntos y participando de ellos en solidaridad, no estamos amando a Dios. «El que no practica la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano», dice San Juan ( 1 Jn 3,10). Pero también es cierto que si no damos a Dios, aunque demos otros bienes, no estamos pagando la deuda de amor entre nosotros: nuestra deuda es Dios. No nos debemos sólo la fraternidad, sólo la justicia social. Nuestra primera deuda es Dios.
Todo es deuda real y todo es deuda con Dios. Somos obreros contratados para esta obra maravillosa. Dios es quien nos ha llamado. No tengamos miedo. Tengamos confianza en el Señor que ya ha vencido. Si nos dejamos ganar por Él, si nos dejamos inundar por su Espíritu, podremos decir ante nuestros deberes, aun los más difíciles, lo que dijo Jesús en la Ultima Cena: «He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi pasión» ( Lc 22,15). Y al cumplirlos, podremos recordar siempre a San Pablo que nos alienta: «Como dice la Escritura: ‘Por tu causa somos entregados continuamente a la muerte y se nos considera como a ovejas destinadas al matadero’. Pero en todo esto obtenemos una espléndida victoria, gracias a Aquel que nos amó» ( Rom 8, 36-37).
Creamos: la redención actúa hoy. La Pascua de Cristo está en la eternidad dominando los siglos, brindándose con la plenitud de su gracia a todos los hombres y pueblos de América Latina y El Caribe. Hoy podemos convertirnos, santificarnos y servir a la santidad de los demás. Hoy podemos amar porque hoy somos amados por el amor redentor. Hoy podemos servir a la conversión de los hermanos. Cada instante es capaz de Cristo pascual. El instante de cada persona y de cada pueblo existe para que Cristo acceda al corazón y a la libertad de cada uno. Hoy, «el Hijo de Dios, por su Encarnación, se ha unido en cierto modo con todos los hombres (GS 22).
No nos debemos extrañar si no obtenemos frutos pastorales cuando no tenemos interiormente semejanza real con el Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas. Siempre, siempre, la verdad y la gracia son vida que nos llega de Jesús, a cuyo servicio está siempre la Iglesia. Ella reclama de sus miembros y de sus ministros, la identificación creciente con el Redentor. Toda la acción de la Iglesia no es sino ser signo e instrumento del misterio del Señor, ser su transparencia eficaz para irradiar la verdad y la vida de su belleza.
La V Conferencia tiene como horizonte inmediato la evangelización y santificación de nuestro continente. Estamos jugando aquí la historia santa, la nuestra y la de los demás hermanos de nuestra América. Estamos escribiendo la historia en este momento que no vuelve. La historia es escrita por la libertad de Dios y la de los hombres. Los condicionamientos del contexto físico o histórico no son causa eficiente del acto libre. Son condiciones solamente. Soy yo su autor, somos nosotros quienes elegimos. El hombre se hace o se deshace moralmente desde dentro. No desde fuera. Frente a Dios tenemos que cumplir con el deber de ser en la historia libres y santos. La libertad debe definir al hombre en el amor de Dios y del prójimo, al estilo de Jesús en su Pascua. Libres como el viento, como la juventud inmensa y sana. Libres como el Resucitado. Libres como el Espíritu.
En definitiva, si el hombre se hace padre de sí mismo por sus opciones, los pueblos también deben definirse en su cultura por sus amores. En esta Conferencia no queremos vivir una libertad vacía y errante, sino que queremos elegir conducidos por el Espíritu. «Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios» ( Rom 8,14). Queremos elegirnos en el amor de Jesús para donamos en la cultura de la amistad social y la solidaridad. Esta fuerza llega a nosotros desde la comunión del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y nos llega aquí y ahora, en la casa de Nuestra Señora Aparecida.
D. La verdad es la esperanza
¿Seremos pueblos más justos y solidarios, capaces de conversión y de perdón, capaces de reconciliación y de paz? ¿Pueblos más creyentes, discípulos de Cristo, fraternos y misioneros, más esperanzados, magnánimos y audaces? ¿Seremos pueblos con más vida en Jesucristo, más santos y peregrinos de la gloria? Dios nos eligió y nos está llamando a su Reino de Vida. Respondamos hoy. La Quinta Conferencia vale por sí misma. Hoy, y en la medida en que vale hoy, vale para mañana. El tiempo es un Adviento. No es algo que pasa. Es Alguien que viene: Jesucristo el Señor.
Dios no responde con ideas. Responde con personas. A la cuestión del hombre, «que el demonio pretendió responder con la promesa mentirosa de «serán como dioses» (Gn 3,5), Dios, en la plenitud de los tiempos, respondió con la verdad plena de su Hijo en la Encarnación redentora.
Hoy, en una cultura en la que se ha proclamado que el hombre ha muerto, la respuesta sigue siendo Jesucristo, que debe llegar y está llegando por las personas de sus discípulos, de sus auténticos discípulos, identificados con Él y sacramentados por Él en su amor hasta el fin. No temamos. No es que en este cambio de época todo lo bueno desaparece sino que sufrimos dolores de parto de un mundo nuevo. Por nuestro servicio misionero queremos que este mundo adveniente se abra a la filiación divina, a la fraternidad humana y al banquete de la creación. Cristo es el manantial vivo de nuestra esperanza (cf. NMI 58). Por Él, con Él y en Él, debemos y queremos ser discípulos y misioneros.
Dice el Señor: «Sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin» (Jn 13,1). Les lavó los pies y se entregó a sí mismo en la Última Cena. Nosotros, que queremos ser sus fieles discípulos, sabiendo que también este tiempo es un kairós en el que con Cristo hemos de pasar al Padre, debemos amar a nuestros hermanos hasta el fin, lavar sus pies y entregar nuestras vidas a su servicio. Nada menos. Éste es el lenguaje de Jesús Resucitado con sus discípulos misioneros. En este lenguaje vital renueva hoy Jesús su Alianza con nosotros en el Evangelio y en la Eucaristía.
María la primera discípula de su Hijo que creyó y, por eso, lo concibió, nos enseñe a escuchar y creer para anunciar a Jesús, Camino, Verdad y Vida. Que Ella nos enseñe a obedecer a su Hijo, que nos repite: «Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos» ( Mt 28,19).
Nuestra Señora de Guadalupe, Nuestra Señora Aparecida, ruega por nosotros.
Documentos Cardenal Estanislao Karlic
Comunicado de los obispos de la Región Pastoral Litoral
Paraná (7 de marzo de 2005)
Por el diálogo hacia el bien común
Convocada por los obispos de Entre Ríos, se realizó en Paraná una reunión que nucleó a las principales autoridades de los tres poderes políticos de la provincia, entre ellas el gobernador, Sergio Montiel. Mons. Estanislao Esteban Karlic pronunció estas palabras el 6 de febrero de 2003
Navidad 2002
Mensaje de Mons. Estanislao Esteban Karlic, arzobispo de Paraná, para la Navidad de 2002.
Sentirnos solidarios con nuestra historia
Carta Pastoral de los obispos de Entre Ríos dada a conocer el 24 de noviembre de 2002, Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.
Comunicado de los obispos de Entre Ríos
Preocupados por la situación que se vive en Entre Ríos, los obispos de dicha provincia dieron a conocer el 29 de agosto de 2002, el siguiente comunicado
Cardenal Estanislao Karlic: Escudo
En el centro una cruz de oro sobre campo azul, debajo el Evanqelio. Divisa: SERVIRE.
Significado
1. En el centro se destaca la cruz, símbolo del misterio pascual de Cristo. Toda la vida del Señor culmina en su pascua. Toda la vida de la Iglesia se funda en ella y a ella se ordena. Se funda en ella porque el Episcopado, plenitud del sacramento del Orden Sagrado, asimila más hondamente al sacerdocio de Cristo que tiene su culminación en la Pascua. Y se ordena a ella, porque cuanto el Obispo hace como profeta, liturgo y pastor, tiene por finalidad que los hombres reciban la parte de la herencia que el Padre ha querido dar les en Cristo.
El doble aspecto de muerte y resurrección del Misterio pascual es presentado por la cruz y el color oro, que significa eternidad y gloria. Y la razón formal del sacrificio de Cristo, el amor que lo lleva. a la obediencia hasta la muerte, se simboliza también en el color oro. Así se encuentran el amor, la obediencia, la cruz, la resurrección y la gloria. De este misterio pascual participa el sacerdocio episcopal y es esa realidad la que ha de comunicar su ministerio.
2. La Cruz está sobre campo azul, que significa a María Santísima. De Maria nació Jesús y con El llegó la redención al mundo. La maternidad de Maria constituye la garantía de nuestra salvación, porgue de ella el Hijo de Dios recibió la humanidad que había de rescatar. No es redimido sino lo que es asumido, repite la tradición teológica. Por María, el Hijo de D1OS se hace Hijo de Adán, para que los hijos de Adán se hagan hijos de Dios.
El Obispo, al proclamar las glorias de Marta, no sólo difunde suavidad y paz entre los hombres, sino certeza y esperanza de su vocación a la filiación d1vina y a la fraternidad universal en Cristo.
3. Debajo de la Cruz, el Evangelio, que es el anuncio gozoso de la salvación por Cristo que muere y resucita. El misterio salvador de Cristo empieza ya al ser concebido virginalmente por Maria, y se desarrolla a lo largo de la existencia terrena de Jesús, hasta coronarse en Su muerte y resttrrecci6n. Todo el misterio de Cristo se contiene en las Escrituras, que son el Evangelio. Es más, en ellas se revela la existencia eterna del Hijo en el seno de la Santísima Trinidad.
El contenido de la palabra del Obispo ha de ser siempre el Evangelio, con el cual ha de iluminar todos los caminos de los hombres, para que sean caminos de salvación. Como el misterio de la redención culmina en la muerte y resurrección de Cristo, la evangelización tiene su centro en la pascua, la cual es anunciada en la forma más luminosa y eficaz cuando el Obispo celebra en medio de su pueblo la Eucaristía.
4. La divisa «SERVIRE» servir, asumir la condición de siervo – quiere sintetizar la actitud del pastor. Como el Siervo de Yahvé, Cristo Jesús, debe el Obispo servir a Dios Padre en el acabamiento de su designio de salvación, y así convertirse en servidor de los hombres, sus hermanos, en el ministerio de la verdad y la gracia, comunicando el evangelio, madurado en la reflexión y la oración, perdonando los pecados y dando la vida divina en la celebración de los sacramentos.
Uno de los momentos más
importanes de la Historia de
la Iglesia en Paraná fue la
Organización del VI Congreso
MisioneroLatinoamericano y
I Congreso Americano Misionero
(COMLA VI CAM I)
Para el presente congreso se acreditaron 3.021 congresistas, provenientes de 41 países, aunque efectivamente lo hicieron 2.867 de cuatro continentes, siendo los que de más lejos viajaron los representantes de la India.
Los congresistas están discriminados según su estado de la siguiente manera:
Cardenales 4
Arzobispos 20
Obispos 121
Sacerdotes 688
Religiosos/as 622
Consagrados 80
Laicos 1.272
Seminaristas 60
En tanto del congreso de la Infancia Misionera participaron 346 congresistas, de los cuales 129 niños son argentinos, 53 extranjeros y 62 animadores de grupos, también de todo el continente.
Entre los días 2 y 3 de octubre se realizó asimismo el Congreso de Grupos Misioneros de la Argentina, respondiendo a la invitación del obispo de Añatuya y presidente de la Comisión Episcopal de Misiones, monseñor Antonio Baseotto, al que asistieron 1.600 congresistas.
Para atender los requerimientos del Congreso, además de las comisiones organizadoras nacionales, colaboraron otras 350 personas que se hicieron responsables de las distintas áreas de trabajo.
También asistieron a los congresistas 1.400 adolescentes y jóvenes paranaenses. Servidores que se dividieron de la siguiente manera:
Seguridad 150
Salud 150
Liturgia 200
Recepción 150
Alimentación 180
Acreditación y Transporte 300
Infraestructura 200
Infancia Misionera 30
Los congresistas se movilizaron a sus distintos lugares de trabajo en 40 autobuses, los cuales realizaron 150 traslados diarios.
Se alojaron en 2.250 casas de familia, que cubrieron un total de 4.071 lugares de alojamiento ofrecidos.
Para las necesidades alimentarias de los congresistas y los servidores se utilizaron 10 comedores céntricos, en los cuales se repartieron 5.400 cenas, 11.700 almuerzos y 20.500 desayunos y meriendas. En tanto, los servidores dispusieron de 6.500 viandas compuestas de un sandwich de milanesa, una gaseosa y un alfajor de postre.
La Infancia Misionera tuvo 500 cenas y 5.540 almuerzos.
Las reuniones del COMLA 6-CAM 1 ocuparon 11 escuelas; los grupos y las familias misioneras trabajaron y se hospedaron en 12 colegios de la ciudad; se crearon tres sistemas informáticos para la acreditación y alojamiento de los congresistas, además de una red de 53 computadoras como soporte informático.
Para la traducción de las ponencias se contó con 150 traductores discriminados de la siguiente manera:
Idioma francés: 40
Idioma portugués: 70
Idioma inglés: 40
Traductores simultáneos: 5
Para suministrar las ponencias a los congresistas se hicieron 30.000 fotocopias diarias; además para la animación de los actos culturales y masivos se contó con 13 coros de la ciudad con un total de 123 integrantes.
Para la difusión previa del COMLA 6 – CAM 1 se repartieron en la ciudad de Paraná y en el interior de la arquidiócesis, 1.139.000 páginas coleccionables mediante los periódicos locales y parroquias de la ciudad, además de 120.000 boletines informativos locales y 49.000 boletines nacionales e internacionales.
Se acreditaron 149 periodistas de todo el continente e incluso del Vaticano, Alemania, Bélgica y Polonia. Si bien la mayoría pertenecía a medios católicos, no fue despreciable el porcentaje de profesionales que cubrieron la información para medios seculares de tirada nacional e internacional.
La pagina Web con textos en los cuatro idiomas oficiales del congreso fue renovada diariamente.
Durante el tiempo del Congreso se produjeron 9 horas de conexión satelital por televisión.
Este documento fue publicado como suplemento
del Boletín Semanal AICA Nº 2236, del 27 de octubre de 1999
Precisar con claridad la razón de ser de la Escuela Católica en su medio, procurando estimular en cada Instituto el valor educativo que imparte la escuela.
Orientar, promover y vitalizar las expresiones educativas de la Iglesia Católica, conociendo, asumiendo y fortaleciendo sus instituciones.
Coordinar diversas acciones tendientes al perfeccionamiento de directivos y docentes.
Posibilitar el conocimiento mutuo de todos los colegios e Instituciones Católicas.
Propiciar el intercambio de experiencias pastorales, pedagógicas, didácticas y administrativas.
Asesorar la Catequesis para una cosmovisión cristiana de la enseñanza y de los docentes.
Asumir la defensa de la comunidad educativa de los Colegios Católicos cada vez que lo exijan sus justos reclamos.
Como el rostro es el reflejo fiel de cada persona y en su fisonomía se lee lo que su corazón guarda, así, en heráldica, el escudo manifiesta los rasgos del semblante espiritual que su poseedor quiere tener. Al Obispo se lo conoce y distingue por su ESCUDO.
El Blasón de Mons. MARIO L. B. MAULlÓN lleva como LEMA que guía su vida el mandato de Jesús: «ME ENVIO A EVANGELIZAR». El envío que movió tan vehementemente a Pablo (1Cor 1,17) tal como brotó de los labios de Jesús: «Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Noticia a toda la creación» (Mc. 16,15) seguirá resonando con toda la fuerza y confianza que dan sus palabras: «Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo». (Mt. 28,20),
El escudo, de una sola pieza, tiene el campo AZUL; color que simboliza, de parte de Cristo, «la VERDAD»: «Maestro, sabemos … que enseñas con toda verdad el camino de Dios» (Mt. 22,16) y, de parte del apóstol, «el CELO»: «Estoy celoso de ustedes con celo de Dios” (1 Cor 11,2).
Lleva en palo una BARCA en la que siempre la Iglesia se vio representada.
El metal de su figura es el ORO que en relación a Cristo, es atributo de «PODER” «jNavega mar adentro!” con un mandato expreso: «Echen las redes» (Lc. 5,4) y, desde el apóstol: «MAGNANIMIDAD” Aceptando su Misión de ser «Pescador de hombres” (Lc 5,10).
En su fragilidad el navío está sostenido desde arriba, pues su palo mayor remata en CRUZ, señal de la presencia de un timonel a quien «Hasta los vientos y el mar obedecen» (Mt. 8,27).
En el cantón izquierdo, en jefe, ostenta dos ESTRELLAS superpuestas, en conjunción: es la Estrella de la mañana que anuncia el nuevo Sol. Es MARIA que lleva en su seno, en sus brazos, en su vida, a JESUS.
Las Estrellas son guías del tripulante y lucen en PLATA que, como metal heráldico es, respecto a María, símbolo de «PUREZA»: «Toda hermosa eres» (Cant. 4,7) y, en lo que atañe al navegante, es alegoría de «VIGILANCIA», de profunda atención al mensaje evangélico, como en María que «guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc. 2,19).
El campo azul no tiene cuarteles ni particiones, el mar y el cielo se confunden sin horizonte. Una sola es la Iglesia triunfante y militante: «Un nuevo cielo y una nueva tierra… el mar ya no existía más» (Ap. 21,1).
El Blasón está timbrado por un BACULO episcopal que es signo del pastoreo que Dios le confía, como dejó a su Pueblo en manos del profeta-pastor: «Apacienta con tu cayado a tu pueblo» (Miq. 7,14).
El escudo compendia en sí la grandeza de la MISIÓN EPISCOPAL, como Monseñor Maulión aspira vivir; y como se encuentra resumida en estos versículos del Apóstol: «Se me confío la gracia de anunciar… la insondable riqueza de Cristo, y poner de manifiesto en qué forma se ha realizado el proyecto secreto que estaba oculto desde siempre en Dios». (Ef. 3,8-9).
Decanato Paraná 1 |
||||
Institución |
N° |
Dirección |
Localidad |
Teléfono |
Esc. Ceferino Namuncurá |
20 |
Saavedra 976 |
Paraná |
4229616 |
Esc. Justo Jose de Urquiza |
1 |
Monte Caseros 15 |
Paraná |
4310109 |
Esc. La Salle |
6 |
Santa Fe 474 |
Paraná |
4311006 |
Esc. María Goretti Tecnica |
21 |
Saavedra 976 |
Paraná |
4229616 |
Esc. María Reina Immaculada |
99 |
Neuquen s/n° |
Paraná |
4222553 |
Esc. Ntra. Sra. De Lourdes |
86 |
Reconquista 179 |
Paraná |
4319397 |
Esc. Raúl Jorge Bueno |
157 |
Pronunciamiento 512 |
Paraná |
4352496 |
Esc. Rosario Vera Peñaloza |
9 |
Illía 380 |
Parana |
4310443 |
Inst. Fons Vitae |
|
Buenos Aires 239 |
Paraná |
4231211 |
Inst. La Salle |
D – 32 |
Santa Fe 474 |
Parana |
4311006 |
Inst. Ntra. Sra. Del Huerto |
D – 13 |
Monte Caseros 15 |
Paraná |
4310109 |
Inst. Nuestra Madre de la Merced |
D – 83 |
Pte. Illia 380 |
Paraná |
4310443 |
Decanato Paraná 2 |
||||
Institución |
N° |
Dirección |
Localidad |
Teléfono |
Esc. Del Niño Jesús |
147 |
3 de Febrero 994 |
Paraná |
4248967 |
Esc. Enrique Carbo |
7 |
Av. Ramirez 1780 |
Paraná |
4311952 |
Esc. Jose Gazzano |
17 |
José Luis Borges 50 |
Paraná |
4260335 |
Esc. María Auxilidora |
88 |
Perez Colman s/n° |
Paraná |
4232675 |
Esc. Ntra. Sra de la Esperanza |
124 |
Gend. Macional 1300 |
Paraná |
4241947 |
Esc. Santa María de los Angeles |
71 |
José Luis Borges 50 |
Paraná |
4318301 |
Esc. Santa Teresita |
36 |
3 de Febrero 994 |
Paraná |
4248967 |
Esc. Virg. De la Medalla Milagrosa |
5 |
Los Alamos 1981 |
Parana |
4260424 |
Inst. Enrique Carbo |
D – 40 |
Av. Ramirez 1780 |
Paraná |
4311952 |
Inst. Maria Reina de la Paz |
D – -177 |
José Luis Borges 50 |
Paraná |
4260335 |
Inst. Nuestra Sra. De la Esperanza |
D-143 |
Gend. Macional 1300 |
Paraná |
4241947 |
Inst. Santa Teresita |
D – 77 |
3 de Febrero 994 |
Paraná |
4248660 |
Inst. Santa Teresita Terciario |
|
3 de Febrero 994 |
Paraná |
4248660 |
Inst. Seminario Secundario |
D – 60 |
Don Bosco s/n° |
Paraná |
4330362 |
Inst. Seminario Terciario |
D – 104 |
CC 141 |
Paraná |
4330230 |
Inst. Virg. De la Medalla Milagrosa |
|
Los Alamos 1981 |
Parana |
4260304 |
ARQUIDIOCESIS DE PARANÁ
BREVE GUÍA DE SACERDOTES Y PARROQUIAS
(Actualizado Marzo 2024)
Ntra. Sra. del Rosario (CATEDRAL)
Mons. Eduardo Tanger
Velicogna, Javier
Zapata, Ramón
San Miguel Arcángel
Horisberger, Gustavo
Vera, Ricardo
Castro, Fabián
Sagrado Corazón de Jesús
Hergenreder, Máximo
Jacob, Matías
Quijano, Hernán
Ntra. Sra. del Carmen
Velazco, Miguel
Ntra. Sra. de la Piedad
Haller, Mario
Correa, Horacio
Nuestra Señora de Fátima
Páez, José
López, Miguel (R)
Santa Teresita del Niño Jesús
Rausch, Diego
Leguizamoón, Lionel
Kraneviter, Néstor
Santa Rafaela María
Hayy, Sergio
San Juan Bosco
Vernaz, Benito
Pincemín, José María (R)
Virgen Medalla Milagrosa
Murador, Luciano
San Cayetano
Fariña, Silvio
Ghibaudo, Damián
San Roque
Cabrera Frolian, Julio Cesar
Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo
Don Bosco 2553, (3100) PARANÁ, tel: (0343) 4330035
Torres, Cristian (Rector)
Roskopf, Ovidio (Director Espirirtual)
Tropini, Emanuel
López, Lionel
DECANATO III
Nuestra Sra. de Lujan
Fontana, Jorge
Del Castillo, Emanuel
Santa Ana
Bonin, Jorge
San José Obrero
Volpe, Matías
San Francisco de Borja
Hertel, Agustín
Gonzalez, Dario
San Benito Abad
Taborda, Mario
Santa Ana (María Luisa)
Silguero, Daniel
Card. Estanislao E. Karlic (Residente Monasterio Nuestra Señora del Paraná)
Inmaculada Concepción (Villa Urquiza)
Yacob, Leonardo
Santa Lucía
Murador, Javier
Diac. Gomez Luis
Jesús Maestro y Señor y Nuestra Señora de Pompeya (Oro Verde)
Arismendi, Hernán
Nuestra Señora de Pompeya
Zanuttini, José María
Santo Domingo Savio
Minigutti, Walter
DECANATO IV
San Agustín
Patat, Ignacio Luis
Follonier, Ariel
San Juan Bautista
Cepeda, Carlos
Espinosa, Raúl
Diac. Comolli, Carlos
Inmaculado Corazón de María (Bajada Grande)
Albornoz, Héctor
Cristo Peregrino
Bonnin, Leandro
Ntra. Sra. de Guadalupe
García, Miguel
Diac. Picoli, Daniel
DECANATO DIAMANTE
San Cipriano y San Francisco Javier
Jacob, Eduardo
Masutti, Claudio
Diac. Gimenez, Enzo
San José (Crespo)
Selva Raj, Simón SVD
Nuestra Señora del Rosario
Scmith, Rubén
Badano, Rodrigo
Inmaculada Concepción (Valle María)
Haberkorn, Carlos SVD
Nuestra Señora de la Esperanza (Pto. Las Cuevas)
Cortese, Jorge
DECANATO NOGOYÁ
Basílica Nuestra Señora del Carmen (Nogoyá)
Micheloud, Rafael
Suarez, Agustín
San Ramón (Nogoyá)
Gaitán, Ariel
San Lucas Evangelista (Lucas González)
Balcar, Javier
Sphan, Raúl
Sagrado. Corazón de Jesús (Ramírez)
Hetze, Luis
Nuestra Sra. de la Merced (Hernández)
Olivera, Mario
DECANATO LA PAZ
Nuestra Señora de La Paz (La Paz)
Lopez, Ricardo
Scarpone, Cristian
Retamar, Damián
San José de Feliciano (Feliciano)
Olmos, Gustavo
González, Miguel
Córdoba, Sebastián
Santa Elena (Santa Elena)
Hergenreder, David
Polverigiani, Hugo
DECANATO HASENKAMP
San José (Hasenkamp)
Ponce, Daniel
María Auxiliadora (María Grande)
Murador, Diego
Nuestra Señora de la Merced (Cerrito)
Bustamante, José María
San Miguel (Bovril)
Parisse, Ariel
Santa Ana (Viale)
Fattor, Walter
Nuestra Señora de la Merced (Seguí)
Zaragoza, Gerónimo
Nuestra Señora de la Merced (Hernandarias)
Ventura, Mario
DECANATO VILLAGUAY
Santa Rosa de Lima (Villaguay)
Bravo, Marcelo
Rodriguez, Julián
Inmaculada Concepción (Villaguay)
Minigutti, Fabián
Hernandez, Juan Cruz
Cristo Rey (Villa Clara)
Velazquez, Miguel
PRESBÍTEROS ARQUIDIÓCESIS DE PARANÁ
1. Pbro. ABALDE, Ricardo Alberto
2. Pbro. ABELDAÑO, Alberto Ramón
3. Pbro. ALBORNOZ, Héctor Eduardo
4. Pbro. ANAYA, Luis Alfredo
5. Pbro. ARISMENDI, Hernán Eduardo
6. Pbro. ARMÁNDOLA, Eduardo Marcelo
7. Pbro. ARMELIN, Diego Alberto
8. Pbro. BADANO, Juan José Carlos
9. Pbro. BALCAR, Javier Eduardo
10. Pbro. BARON, Carlos Emilio
11. Pbro. BARZÁN, Pedro Amadeo
12. Pbro. BENITEZ, Andrés David,
13. Pbro. BARRETO, José Alberto Carlos
14. Pbro. BATTAUZ, Damián Marcelo
15. Pbro. BATTELLO, Aurelio Gabriel
16. Pbro. BEDACARRATZ, Omar
17. Pbro. BENAVÍDEZ, Carlos Alberto
18. Pbro. BONIN, Jorge José Lorenzo
19. Pbro. BONNIN, Leandro Daniel
20. Pbro. BRAVO, Gustavo Marcelo
21. Pbro. BRUSA, Germán Pablo
22. Pbro. BUSTAMANTE, José María
23. Pbro. BUT, Luis Antonio
24. Pbro. CAMINO, Rolando Fabián
25. Pbro. CASAS RIGUERA, Alberto Horacio
26. Pbro. CASTELLANOS, Eduardo Alberto
27. Pbro. CASTRO, Néstor Fabián
28. Mons. CENA, Silverio Nicasio
29. Pbro. CEPEDA, Carlos Ramón
30. Pbro. Ciuffo cortese, Rodolfo José Francisco
31. Pbro. CORBALÁN, Blas José María
32. Pbro. CRUZ, Pascual SVD
33. Pbro. DAN, Xuan Hai SVD
34. Pbro. DANELON, Mario SVD
35. Pbro. DECUYPER, José Francisco
36. Pbro. DITTLER, Alfonso Gabriel
37. Pbro. DRI, Raúl
38. Pbro. DUMOULIN, José Francisco
39. Pbro. ESCOBAR GAVIRIA, Juan Diego CES
40. Pbro. ESPINOZA, Héctor Raúl
41. Pbro. FALCÓN, José Vicente Reynaldo
42. Pbro. FARIÑA VACCAREZZA, Silvio José
43. Pbro. FATTOR, Walter Javier
44. Pbro. FOLLONIER, Ariel Oscar
45. Pbro. FONTANA, Jorge Rafael
46. Pbro. FRANK, Alfonso Vicente
47. Pbro. FRANK, Juan SVD
48. Pbro. GAITÁN, Carlos Ariel
49. GARCÍA, Miguel Jesús Ramón
50. Pbro. GAUTHIER, José María SJM
51. Pbro. GERVASONI, Mario Javier
52. Pbro. GHIBAUDO, Claudio Damián
53. Pbro. GIORIA, Santiago Antonio
54. Pbro. GODOY, Antonio Jorge
55. Pbro. GONZÁLEZ GUERRICO, Luis
56. Pbro. GONZÁLEZ, Miguel Ángel
57. Pbro. GÖTTE, Sergio Ramón
58. Pbro. GRINÓVERO, Leonardo Adrián
59. Pbro. GUARASCIO, Miguel Ángel
60. Pbro. HABERKORN, Carlos SVD
61. Pbro. HALLER, Mario Alberto
62. Pbro. HAYY, Sergio Aníbal
63. Pbro. HERGENREDER, David
64. Pbro. HERGENREDER, Máximo Leonardo Hernán
65. Pbro. HERTEL, Norberto Agustín
66. Pbro. HORISBERGER, Gustavo Alejandro
67. Pbro. JACOB, Eduardo Rafael
68. Mons. JACOB, Luis Alberto
69. Pbro. JACOB, Sergio Ramón
70. Pbro. KAUL, Agustín
71. Pbro. KLEHR, Emilio Juan svd
72. Pbro. KRANEVITTER, Néstor
73. Pbro. LAMOURÈRE, Antoine (Maximilien Marie) SJM.
74. Pbro. LE PUIL, Philippe
75. Pbro. LÓPEZ, José María
76. Pbro. LÓPEZ, Juan Carlos
77. LÓPEZ, Iván Lionel
78. Pbro. LÓPEZ, Miguel Esteban
79. Pbro. LÓPEZ, Ricardo Alberto
80. Pbro. MADRID PÁEZ, Esteban
81. Pbro. MAGGIONI, Leandro Rafael
82. Pbro. MARGHEIM, Javier Ricardo Emilio
83. Pbro. MARTÍN GARCÍA, Luis LC
84. Pbro. MARTÍNEZ, Héctor Mariano
85. Pbro. MARTÍNEZ, Juan Ignacio
86. Pbro. MASUTTI, Claudio Germán.
87. Pbro. MATTIASSI, Antonio Orlando
88. Pbro. MENDOZA, Gustavo Javier.
89. Pbro. MICHELOUD, Rafael Ángel
90. Pbro. MINIGUTTI, Fabián Roberto
91. Pbro. MINIGUTTI, Walter Javier
92. Pbro. MOLARO, César Raúl
93. Pbro. MOLARO, Raúl César
94. MONTEAGUDO, Gustavo Ariel
95. Pbro. MONTEJANO, Fernando
96. Pbro. MOYA, Marcelino Ricardo
97. Pbro. MURADOR, Diego Andrés
98. Pbro. MURADOR, Javier Jorge
99. Pbro. MURADOR, Luciano Emanuel
100. Pbro. NAVILIAT, Juan Carlos SVD
101. Pbro. NICOLA, Alfredo Luis Marcelo
102. Pbro. O’CONNOR, Peter John
103. Pbro. OLIVERA, Mario Orlando
104. Pbro. PÁEZ, José Osvaldo
105. PARISSE, Ariel Alberto
106. PASETTI, Germán Ariel MC
107. Pbro. PATAT, Ignacio Luis
108. Pbro. PATTERSON, Alex Robert
109. Mons. PAUL, Silvestre Cecilio
110. Mons. PERCARA, Prudencio Francisco
111. Pbro. PÉREZ, Humberto Santiago
112. Pbro. PINCEMIN, José María
113. Pbro. PONCE, Osiris Daniel Agustín
114. Pbro. PUGA RAMÍREZ, Julio Alberto
115. Pbro. Puling, Titus svd
116. Pbro. QUIJANO GUESALAGA, Hernán Héctor Ramón
117. Pbro. RAUSCH, Diego Ariel
118. Mons. RIEDEL, Ángel Evaristo
119. Pbro. RIVETTI, LUIS ÁNGEL C.Ss.R
120. Pbro. RODRÍGUEZ, Daniel
121. Pbro. RODRÍGUEZ, Héctor José
122. Pbro. ROSKOPF, Ovidio Santiago.
123. Pbro. SCHMIDT, César Jesús
124. Pbro. SCHMIDT, Rubén Horacio
125. Pbro. SCHMITT, Marc
126. Pbro. SILGUERO, Daniel Miguel Antonio
127. Pbro. SPAHN, Raúl Antonio
128. Pbro. TABORDA, Mario José
129. TALAVERA, Ariel Alcides
130. Pbro. TANGER, Eduardo Hugo.
131. Pbro. TORRES, Cristian Mario
132. Pbro. TOSO, Claudio Alberto
133. Pbro. TOVAR, Leonardo Javier
134. Pbro. URRUTIGOTTI, Diego (Opus Dei)
135. Pbro. VELAZCO, Miguel Ángel
136. Pbro. VELÁZQUEZ, Miguel Ángel
137. Pbro. VELICOGNA, Javier
138. Pbro. VENTURA, Mario
139. Pbro. VERGARA, Carlos
140. Pbro. VERNAZ, Benito Luis
141. Pbro. VIOLA, Gabriel Marcelo
142. Pbro. VOLPE, Gabriel Matías
143. Pbro. WEINZETTEL, Marcos Andrés
144. Pbro. WENDLER, José Carlos
145. Pbro. YACOB, Leonardo Isidoro
146. Pbro. ZABALA, Rodrigo Alejandro Alberto
147. Pbro. ZANITTI, Luis
148. Pbro. ZANUTTINI, José María
149. Pbro. ZAPATA, Ramón Estanislao
150. Pbro. ZARAGOZA, Gerónimo Vicente
INCARDINADOS EN PARANÁ AL SERVICIO DE ASOCIACIONES O MOVIMIENTOS FUERA DE LA DIÓCESIS
151. Pbro. BAGNOUD, Jacques (Diego) Fraternidad Sacerdotal Molokai para Obra Puntos Corazón.
152. Pbro. BARRETT, Francis Joseph Mary De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,
153. Pbro. BELL, John Allen C De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo.
154. Pbro. BORRETTO, Christopher De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,
155. Pbro. ÁNGEL CORREA, Héctor De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,
156. Pbro. ESCORCIA, Leovigildo Raúl CES De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo”.
157. Pbro. GILI, Emmanuel De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,
158. Pbro. GIMEYI, Gregory De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo
159. Pbro. HAMMOND, Joseph De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,
160. Pbro. HARGREAVES, Geoffrey De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,
161. Pbro. JAKOBSSON, Bengt-Ove De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,
162. Pbro. KELLY, Bernard De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,
163. Pbro. LEAL VALENCIA, Rodrigo Arley De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo”,
164. Pbro. MACKIN, Eamon De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,
165. Pbro. MARÍN RODAS, Willmer Humberto De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo”.
166. Pbro. MEZAN DE MALARTIC, Arnaud Guillaume De la Fraternidad Sacerdotal Molokaï.
167. Pbro. MOLINA MORA, José Ramón De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo”,
168. Pbro. MONTOYA ARIAS, Oscar Alonso ces De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,
169. Pbro. PAVEC, Laurent Marie Fraternidad Sacerdotal Molokai para Obra Puntos Corazón )
170. Pbro. PERIES, Ignacio De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo
171. Pbro. RAGGIO, Adolfo De la Obra de María, Movimiento de los Focolares
172. Pbro. RIVERA MEJÍA, Marco De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,
173. Pbro. RODA MUÑOZ, Juan Carlos De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo”,
174. Pbro. RODRÍGUEZ ECHAVARRIA, Henry Wilson De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo”.
175. Pbro. RÚA ALZATE, Hubeimar Alberto De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo”,
176. Pbro. SECA PAUTH, Ademir ces De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,
177. Pbro. SERRANO CARREÑO, Luis Eduardo De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo”,
178. Pbro. TORRES MONTAÑO, Edwin Alfonso De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo”.
179. Pbro. VIDES, Wilfredo De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo
180. Pbro. WACLAWIK, Jozef De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,
181. Pbro. WARNAKULA, Anthony De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo.