Meditación Karlic 14/5/07

Meditación de Monseñor Estanislao E. Karlic, Arzobispo Emérito de Paraná en la Jornada Espiritual

(Aparecida, 14 de mayo de 2007)

El Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo termina así: «Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de él; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el Cielo y en la tierra. Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo» (Mt 28, 16-20)

A. Jesús nos llama a la santidad

Estas palabras del Señor Resucitado valen hoy para nosotros. El Santuario de la Virgen Aparecida se convierte en la montaña que Jesús ha indicado para que los discípulos suyos que peregrinan en América Latina y el Caribe se reúnan para recibir otra vez su mandato misionero.

Este es un «tiempo oportuno», un «kairós» que el Señor ha determinado para una obra de su gracia para bien de todos nuestros pueblos. Debemos tener conciencia de la cercanía privilegiada de Dios con nosotros en estos días, y de la magnitud de la obra para la que El nos convoca: la Evangelización de nuestros pueblos.

Todo el universo empieza en Dios. «Al principio Dios creó el cielo y la tierra» (Gn 1,1). Y todo empieza en su amor. Dios nos ama primero. «En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó… nosotros amemos porque él nos amó primero» – nos dice San Juan ( 1Jn 4,10.19). Porque nos amó, por eso nos eligió y nos congregó. Dios y su amor por nosotros es la primera verdad de nuestra tierra y la primera verdad de esta Asamblea. Existimos porque Dios nos amó y nos eligió en Jesucristo.

Con agradecimiento y humildad hemos de disponernos a escuchar al Señor que nos llama en todo y siempre. Nos llama en la creación y en la historia; en la humanidad de Cristo, en la humanidad de la Iglesia y en la humanidad de todos los hombres; en el esplendor de la Liturgia y en la sencillez de los hechos cotidianos; en su Palabra revelada y en las palabras humanas; en el dolor y en la alegría; en la pobreza y en la riqueza. Nos llama en todo cuanto existe y en todo cuanto acontece, porque toda criatura es lo que es por razón de una palabra creadora de Dios y porque todo acontecimiento de la historia le pertenece en el único designio de su benevolencia. Es Él mismo quien nos llama hoy, en el aquí y ahora de nuestros pueblos. Lo hace por Jesucristo en su plenitud, su Palabra perfecta e insuperable. Dice la Epístola a los Hebreos: «Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo» ( Hb 1, 1-2).

Dios nos revela por su Hijo el misterio de piedad, su designio de salvación. Dios no tiene otro proyecto que el de nuestra santidad en Cristo, la santidad de todos, de individuos y de pueblos. Dios, que es santo, nos llama a ser santos: «Él nos ha elegido… antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor… para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo» ( Ef 1, 4-5). La santidad es nuestro destino de gracia y de gloria. Para ello Jesucristo dio su vida.

La cuestión del hombre y de los pueblos es una cuestión con Dios. Los dos amores que dividen a los hombres en la historia son el amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios y el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo. Esta elección de amor, que se debe hacer en la opción fundamental de la existencia, ha de ser sostenida y confirmada en el ejercicio de la libertad en la vida cotidiana. Cada día el hombre es interpelado para que elija a Dios que lo llama al servicio y no al dominio.

Conscientes de nuestra vocación a la libertad, queremos elegir el amor de Dios y de los hermanos, también de los enemigos y perseguidores, abandonando el odio y construyendo la paz. La conversión es realmente un cambio intelectual y moral hondo, arduo y prolongado, pero posible y debido. Siempre estamos en un combate espiritual porque: «Todo hombre es Adán. Todo hombre es Cristo» (San Agustín). Siempre tenemos que luchar desde nuestra naturaleza humana herida por el pecado. En un clima de esfuerzo y de trabajo, debemos santificamos en estos días, con la verdad de la humildad y la certeza de la esperanza.

En el designio de Dios, Él nos ha amado de tal manera que nos envió a su Hijo para redimirnos con su entrega en la Cruz (cf. Jn 3,16), y hacernos capaces de su mismo amor. Recibiendo su ayuda divina y queriendo empezar la Asamblea con un corazón puro, como en una gran eucaristía, pidamos perdón de nuestros pecados y de los de nuestros pueblos, porque San Pablo nos enseña que los hombres solemos aprisionar la verdad en la injusticia (cf. Ro 1,18). Confesemos la impiedad que abre el camino a las idolatrías del placer, del tener, y del poder, y también al secularismo; pidamos perdón por la avaricia y la injusticia, que provoca la crueldad de la miseria y de la iniquidad; por la lujuria que enceguece multitudes y desordena otras pasiones; por el individualismo egoísta e insolidario que deshace la familia y disuelve la sociedad; por los crímenes del aborto, la violencia y la guerra; por la tiranía del relativismo del conocimiento y de la moral; por los pecados de omisión, silencios y temores injustificados; por la falta de esperanza; en fin, por todos los pecados, que siempre contra el amor.

En una cultura donde tantos hombres se han enamorado de sí mismos porque han creído la mentira del «serán como dioses» (Gn 3,5), debemos confesar con sabiduría diáfana y serena que nada vale en la vida si no nos lleva a Dios. «Nos hiciste para Ti, e inquieto está nuestro corazón, mientras no descanse en Ti».

Estamos aquí porque queremos santificarnos y servir a la santificación de nuestro subcontinente. ¿Tenemos derecho a tan inmenso propósito? ¿Tenemos fuerza para tan grande combate? Por nuestras solas fuerzas, no. Pero por gracia de Dios, sí. Dios es amor y con su amor nos hace capaces de amarlo como Él nos ama (cf. DCE 1). Dijo Jesús a su discípulos: «Éste es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado» (Jn 15,12). Ésta es la novedad de su don. Tenemos el deber y la fuerza para consagrarnos a tan grande servicio. No nos es lícito elegir ser de menor estatura. Así como el agua debe ser agua y la luz debe ser luz, el hombre debe vivir la dignidad de su destino, de su altísimo destino.

Para nuestra historia santa, como para toda vida de responsabilidad, es necesaria la gracia de Dios y nuestra colaboración. La gracia de Dios es una ayuda que necesitamos absolutamente para caminar hacia nuestra santidad. Nadie existe sin recibir de Dios esta ayuda. Dios ha prometido auxilio a su criatura y Él es bueno y fiel, con la sobreabundancia de la redención. Esto se verifica en la existencia de todos los hombres, lo sepan o no lo sepan.

En el acto bueno Dios dignifica tanto nuestra colaboración que hace que su gracia sea nuestro mérito. Aquellos que hayan ejercido su libertad en la caridad, según la voluntad de Dios, escucharán decir al Señor: «Vengan, benditos de mi Padre, a poseer el Reino que les ha sido preparado desde toda la eternidad. Porque tuve hambre y me dieron de comer… Lo que hicieron con uno de estos pequeños, conmigo lo hicieron» ( Mt 25,35.40). El encuentro de Dios que obra la salvación en el hombre es un misterio, que nunca se debe explicar oscureciendo alguno de los protagonistas, sino subrayando que la mayor presencia de Dios y de su gracia, da mayor entidad al hombre y a su libertad, porque cuando la historia se hace más de Dios, se hace más de los hombres. Así debemos entender la libertad de los hijos de Dios. El combate contra el tentador fue librado primero por el Señor, que salió victorioso. Ahora el combate es nuestro y tiene en esta asamblea un momento privilegiado para una gran victoria. ¿Quién nos conducirá? «¿A quién iremos, Señor, si sólo Tú tienes palabras de vida eterna?» ( Jn 6,68). Venimos a Ti, Jesús. Queremos escuchar tus palabras. Nosotros y nuestros pueblos queremos ser tus discípulos y tus misioneros. Queremos recibir tu Espíritu.

B. Discípulos de Cristo

Es el Señor quien elige y llama a los discípulos, no por sus cualidades personales, ni siquiera las morales. Es la gratuidad de su elección la razón de nuestra presencia aquí. Ser discípulo es un don de Dios, que consiste no sólo en aceptar una doctrina, sino en adherir a la Persona de Jesús, e incorporarse por Él a la obediencia filial al Padre y a la docilidad al Espíritu Santo (cf. Heb 5,8-10), porque en la revelación, «Dios invisible, movido por el amor, habla a los hombres como amigos, trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía» (Dei Verbum, 2).

La Palabra revelada por Dios, no es acogida con la fuerza de la evidencia de la luz natural de la inteligencia sino con la firmeza propia de la fe, de la confianza sobrenatural en Dios bueno y veraz que nos habla como amigo, abriéndonos la intimidad de su designio. La Fe es la verdad del misterio divino compartida en el amor: el amor de quien revela, el Señor, y el amor de quien le cree, el discípulo. La obediencia de la fe, raíz de la salvación, es un acontecimiento de la nueva creación. No es resultado de ninguna cultura humana. El Señor quiere continuar su obra por nosotros. Necesitamos ofrecernos todos los miembros de la Iglesia como sus signos e instrumentos. Unos para otros, y todos nosotros para todos los hombres que comparten nuestra historia. Que seamos uno en la fe y en el amor, para que el mundo crea. Empecemos a dar testimonio en estos días.

El discípulo cree porque fue seducido por la Pascua de Jesucristo, por su entrega de amor en la Cruz. El acto de fe es este encuentro de libertades y de amores, una libertad seductora por su amor, la de Cristo; otra seducida por ser amada, la del discípulo. Así se origina el injerto del bautizado en la cepa que es Cristo y su incorporación a la Iglesia.

La libertad de la fe, como toda auténtica libertad, debe ser vivida con la dignidad de un hombre que tiene sed de Dios y lo busca con todo el corazón. Por eso, debe ser sostenida y defendida frente a todas las tiranías, cualquiera sea su origen y su forma.

«Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús», nos exhorta la Epístola a Los Hebreos (12,2). Jesucristo, luz del mundo (Jn 9,5), revela el designio de salvación por todo lo que hace y lo que dice (cfr. Dei Verbum 2). Hemos de contemplar y escuchar al Señor que, con oportunidad de esta Asamblea, se nos presenta y nos habla con particular solemnidad. Él es el Hijo de Dios, verdadero Dios y verdadero hombre, luz de la vida para América y el mundo. Queremos aprender de su humanidad escondida en la anunciación a María en Nazaret, manifestada en Belén, actuando en Galilea, en Samaría y en Judea, lavando los pies de los apóstoles en el Cenáculo, instituyendo la Eucaristía, muriendo en el Gólgota y resucitando en el sepulcro. Queremos escuchar las Bienaventuranzas, el Padrenuestro, las últimas palabras en la Cruz. Queremos saber siempre más de su tesoro insondable. Porque Él es nuestra identidad. En la sabiduría de la Iglesia sabemos que «el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo Encarnado» ( GS 22).

Hemos de vivir apasionados por la verdad, por toda verdad, porque en toda verdad está llegando el misterio de Dios, Padre de las luces, y el Verbo, Jesucristo, que es la Verdad. El pecado entró en el mundo por la mentira. El diablo es el padre de la mentira, y así, el padre de los pecados de los hombres. Tener pasión por la verdad es propio de los hijos de la luz, y manifestación de la sed de la vida. En cambio, la indiferencia por ella y el relativismo del conocimiento entrañan la renuncia a la sabiduría, que debe dirigir los pasos del el hombre, ser inteligente y libre. El hombre está llamado a caminar en la luz de la verdad, a buscarla siempre como su enamorado y mendigo, aunque en el tiempo nunca la encuentre en plenitud.

Jesucristo es la Verdad (Jn 14,6). En Él, Dios Padre nos abre al misterio de Dios Uno y Trino, y de su designio, y nos explica quiénes somos los hombres y adónde vamos. Por Cristo aprendemos que somos imagen de Dios, llamados a ser hijos en el Hijo y amados por Dios por nosotros mismos (cf. GS 24). Entendemos que la familia es el santuario del amor y de la vida. Sabemos que la comunidad humana está destinada a la fraternidad, se debe construir cada día y debe durar para siempre. La razón de pertenencia de cada persona a la familia humana universal radica en su dignidad de hijo de Dios y hermano de los hombres.

Conocemos así que el encuentro de los hombres no se debe regular por las normas del egoísmo, para que cada uno procure su propio provecho reclamando exclusivamente sus derechos, sino por la ley del amor para que descubramos en el otro un don de Dios y un destinatario de nuestro servicio, cuyos derechos debemos defender como si fuesen propios. En la fe debemos descubrir a Cristo en el rostro de todos, particularmente de su hermanos más pequeños (cf. Mt 25,31-46).

Además por la fe sabemos que el universo creado es una casa común, obra de Dios Padre, regalada a todos los hombres de todos los tiempos, a quienes les entregó como título de propiedad inajenable y como título de responsabilidad irrenunciable su propia naturaleza de hombre, imagen de Dios, hijo suyo, hermano de todos los hombres y junto con ellos, administrador del cosmos. En fin, por la fe sabemos que el tiempo, por la gracia de Jesucristo, es camino de la eternidad, a la que vamos acercándonos en cada instante y vamos llegando en cada muerte.

¡Cuánta sabiduría nos regala Dios en su Hijo, Camino, Verdad y Vida! Esta sabiduría es plena cuando se vive la fe, que reclama para su perfección la esperanza y la caridad. Aceptemos agradecidos el don de ser discípulos y vivamos «haciendo la verdad en el amor» ( Ef 4,14).

El misterio de Jesús no estrecha el horizonte sino que ilumina el destino de todos los hombres en el Plan de Dios. Esto es sostener con claridad la última razón de la dignidad y la igualdad de todos los hombres. La verdadera estatura de todo hombre no es simplemente la del viejo Adán, sino la del nuevo Adán, la de Jesucristo, el Hombre Nuevo.

A Él debemos seguir. Él es el Camino, en su estilo, el de la Cruz: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará» (Mc 8, 34-35).

El discipulado lleva a estar siempre dispuesto a entregar la vida por el Señor, como los mártires. Siempre la Iglesia ha tenido mártires y hoy también los tiene. La Iglesia sufre persecuciones que requieren despojos y humillaciones que constituyen un verdadero martirio: la burla y la banalización, la indiferencia y el silencio, la calumnia y el abuso de poder.

Sólo en la verdad de este espíritu martirial, vivido con sencillez y acción de gracias, sostenidos por la oración y los sacramentos, podemos sentirnos discípulos plenos de Cristo y experimentar que nos incorporamos en su obra salvadora. El cristiano es esencialmente pascual. Así viven los santos. Esto nos pide el Señor cuando nos llama para ser sus discípulos. «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando» ( Jn 15,13-14).

Para vivir la vida nueva de la gracia y empezar el Reino de la Vida que prepara los cielos nuevos y la tierra nueva, el Señor nos ha dado como alimento del camino la Eucaristía, sacramento de su amor, de su sacrificio, de su muerte y su resurrección. Es el Señor hecho pan y hecho vino el que nos da la fuerza para vivir como Él, para que participemos de su «amor hasta el fin», para incorporarnos al dinamismo de su amor oblativo, nos enseñaba Benedicto XVI (Cf. Sacramentum caritatis 11). Un gran pastor de nuestra América, poco antes de morir, me decía: «No nacemos para morir. Nacemos para entregarnos a Dios». El que así vive -así vivió él- tiene en la muerte el último acto de su vida, el último acto de su amor.

La oración, que acompañó a Jesús sobre todo en sus momentos culminantes, debería distinguir a los miembros de la Conferencia para que la cercanía del Señor sea profundamente experimentada y éstos sean días de tierna intimidad con Él. Los cristianos eran reconocidos en el mundo pagano como comunidad orante. La Conferencia de Aparecida debería ser señalada por lo mismo. En la oración encontrará sabiduría y discernimiento, espíritu de diálogo serio y fraterno, capacidad de comunicación entre todos, porque Dios se aproxima a todos para reunimos y no está tejos de nadie sino sólo de aquel que lo rechaza.

C. Misioneros de Cristo

A quienes les había revelado la voluntad del Padre, les transmite la potestad y les impone el deber de anunciar el Evangelio. «Yo he recibido todo poder… hagan discípulos… bautizándolos… y enseñándoles…» El amor de Cristo al Padre y a todos los hombres debe pasar al corazón de los discípulos para comunicar ese amor, que es la misión del Señor.

Quien ha conocido al Señor, y su designio de misericordia, experimenta el deber maravilloso de compartir los dones de la creación y de la gracia, y la esperanza de la gloria. El discípulo de Cristo ha comprendido que existir es coexistir, o mejor, es proexistir, es decir, existir para el servicio, para dar, darse, comunicarse. La vida de la persona humana es esencialmente relacional, sólo es auténtica cuando se comunica y vive en comunión. La Comunión de Dios trinitario se refleja en nosotros cuando, por la comunicación con Él y de unos con otros, nos hacemos Cuerpo de Cristo, Pueblo de Dios, Templo del Espíritu.

La misión del discípulo procede del misterio de comunión divino. El discípulo de Cristo es, como Cristo mismo, servidor de la comunión. Vivir la vida nueva es, para el discípulo, vivir la comunión con Cristo por la fuerza del Espíritu que lo conduce a anunciar la redención. Es ofrecerse el discípulo como víctima junto a Jesús para la conversión y la salvación de los hombres, para su participación en el Misterio trinitario.

Queremos hacer el don de Dios a todos los hombres de nuestra tierra. Porque, como dijo nuestro Sumo Pontífice, «quien no da a Dios, da demasiado poco». Y si queremos dar a Dios, infinito en su ser y su verdad, en su bondad y su belleza, ¿cómo no hemos de querer darnos a nosotros mismos? Y dándonos a nosotros mismos, ¿cómo no hemos de querer compartir los otros bienes?

Si no compartimos los bienes creados, materiales y espirituales, trabajándolos juntos y participando de ellos en solidaridad, no estamos amando a Dios. «El que no practica la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano», dice San Juan ( 1 Jn 3,10). Pero también es cierto que si no damos a Dios, aunque demos otros bienes, no estamos pagando la deuda de amor entre nosotros: nuestra deuda es Dios. No nos debemos sólo la fraternidad, sólo la justicia social. Nuestra primera deuda es Dios.

Todo es deuda real y todo es deuda con Dios. Somos obreros contratados para esta obra maravillosa. Dios es quien nos ha llamado. No tengamos miedo. Tengamos confianza en el Señor que ya ha vencido. Si nos dejamos ganar por Él, si nos dejamos inundar por su Espíritu, podremos decir ante nuestros deberes, aun los más difíciles, lo que dijo Jesús en la Ultima Cena: «He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi pasión» ( Lc 22,15). Y al cumplirlos, podremos recordar siempre a San Pablo que nos alienta: «Como dice la Escritura: ‘Por tu causa somos entregados continuamente a la muerte y se nos considera como a ovejas destinadas al matadero’. Pero en todo esto obtenemos una espléndida victoria, gracias a Aquel que nos amó» ( Rom 8, 36-37).

Creamos: la redención actúa hoy. La Pascua de Cristo está en la eternidad dominando los siglos, brindándose con la plenitud de su gracia a todos los hombres y pueblos de América Latina y El Caribe. Hoy podemos convertirnos, santificarnos y servir a la santidad de los demás. Hoy podemos amar porque hoy somos amados por el amor redentor. Hoy podemos servir a la conversión de los hermanos. Cada instante es capaz de Cristo pascual. El instante de cada persona y de cada pueblo existe para que Cristo acceda al corazón y a la libertad de cada uno. Hoy, «el Hijo de Dios, por su Encarnación, se ha unido en cierto modo con todos los hombres (GS 22).

No nos debemos extrañar si no obtenemos frutos pastorales cuando no tenemos interiormente semejanza real con el Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas. Siempre, siempre, la verdad y la gracia son vida que nos llega de Jesús, a cuyo servicio está siempre la Iglesia. Ella reclama de sus miembros y de sus ministros, la identificación creciente con el Redentor. Toda la acción de la Iglesia no es sino ser signo e instrumento del misterio del Señor, ser su transparencia eficaz para irradiar la verdad y la vida de su belleza.

La V Conferencia tiene como horizonte inmediato la evangelización y santificación de nuestro continente. Estamos jugando aquí la historia santa, la nuestra y la de los demás hermanos de nuestra América. Estamos escribiendo la historia en este momento que no vuelve. La historia es escrita por la libertad de Dios y la de los hombres. Los condicionamientos del contexto físico o histórico no son causa eficiente del acto libre. Son condiciones solamente. Soy yo su autor, somos nosotros quienes elegimos. El hombre se hace o se deshace moralmente desde dentro. No desde fuera. Frente a Dios tenemos que cumplir con el deber de ser en la historia libres y santos. La libertad debe definir al hombre en el amor de Dios y del prójimo, al estilo de Jesús en su Pascua. Libres como el viento, como la juventud inmensa y sana. Libres como el Resucitado. Libres como el Espíritu.

En definitiva, si el hombre se hace padre de sí mismo por sus opciones, los pueblos también deben definirse en su cultura por sus amores. En esta Conferencia no queremos vivir una libertad vacía y errante, sino que queremos elegir conducidos por el Espíritu. «Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios» ( Rom 8,14). Queremos elegirnos en el amor de Jesús para donamos en la cultura de la amistad social y la solidaridad. Esta fuerza llega a nosotros desde la comunión del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y nos llega aquí y ahora, en la casa de Nuestra Señora Aparecida.

D. La verdad es la esperanza

¿Seremos pueblos más justos y solidarios, capaces de conversión y de perdón, capaces de reconciliación y de paz? ¿Pueblos más creyentes, discípulos de Cristo, fraternos y misioneros, más esperanzados, magnánimos y audaces? ¿Seremos pueblos con más vida en Jesucristo, más santos y peregrinos de la gloria? Dios nos eligió y nos está llamando a su Reino de Vida. Respondamos hoy. La Quinta Conferencia vale por sí misma. Hoy, y en la medida en que vale hoy, vale para mañana. El tiempo es un Adviento. No es algo que pasa. Es Alguien que viene: Jesucristo el Señor.

Dios no responde con ideas. Responde con personas. A la cuestión del hombre, «que el demonio pretendió responder con la promesa mentirosa de «serán como dioses» (Gn 3,5), Dios, en la plenitud de los tiempos, respondió con la verdad plena de su Hijo en la Encarnación redentora.

Hoy, en una cultura en la que se ha proclamado que el hombre ha muerto, la respuesta sigue siendo Jesucristo, que debe llegar y está llegando por las personas de sus discípulos, de sus auténticos discípulos, identificados con Él y sacramentados por Él en su amor hasta el fin. No temamos. No es que en este cambio de época todo lo bueno desaparece sino que sufrimos dolores de parto de un mundo nuevo. Por nuestro servicio misionero queremos que este mundo adveniente se abra a la filiación divina, a la fraternidad humana y al banquete de la creación. Cristo es el manantial vivo de nuestra esperanza (cf. NMI 58). Por Él, con Él y en Él, debemos y queremos ser discípulos y misioneros.

Dice el Señor: «Sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin» (Jn 13,1). Les lavó los pies y se entregó a sí mismo en la Última Cena. Nosotros, que queremos ser sus fieles discípulos, sabiendo que también este tiempo es un kairós en el que con Cristo hemos de pasar al Padre, debemos amar a nuestros hermanos hasta el fin, lavar sus pies y entregar nuestras vidas a su servicio. Nada menos. Éste es el lenguaje de Jesús Resucitado con sus discípulos misioneros. En este lenguaje vital renueva hoy Jesús su Alianza con nosotros en el Evangelio y en la Eucaristía.

María la primera discípula de su Hijo que creyó y, por eso, lo concibió, nos enseñe a escuchar y creer para anunciar a Jesús, Camino, Verdad y Vida. Que Ella nos enseñe a obedecer a su Hijo, que nos repite: «Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos» ( Mt 28,19).

Nuestra Señora de Guadalupe, Nuestra Señora Aparecida, ruega por nosotros.

Documentos Mons. Karlic

BiografíaEscudo

 

Documentos Cardenal Estanislao Karlic

 

Discípulos y misioneros de Jesucristo
Meditación de monseñor Estanislao E. Karlic, arzobispo emérito de Paraná en la Jornada Espiritual (Aparecida, 14 de mayo de 2007)

Comunicado de los obispos de la Región Pastoral Litoral
Paraná (7 de marzo de 2005)

Por el diálogo hacia el bien común
Convocada por los obispos de Entre Ríos, se realizó en Paraná una reunión que nucleó a las principales autoridades de los tres poderes políticos de la provincia, entre ellas el gobernador, Sergio Montiel. Mons. Estanislao Esteban Karlic pronunció estas palabras el 6 de febrero de 2003

Navidad 2002
Mensaje de Mons. Estanislao Esteban Karlic, arzobispo de Paraná, para la Navidad de 2002.

Sentirnos solidarios con nuestra historia
Carta Pastoral de los obispos de Entre Ríos dada a conocer el 24 de noviembre de 2002, Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.

Comunicado de los obispos de Entre Ríos
Preocupados por la situación que se vive en Entre Ríos, los obispos de dicha provincia dieron a conocer el 29 de agosto de 2002, el siguiente comunicado

Escudo Karlic

BiografíaDocumentos

 

Cardenal Estanislao Karlic: Escudo

 

En el centro una cruz de oro sobre campo azul, debajo el Evanqelio. Divisa: SERVIRE.
Significado

1. En el centro se destaca la cruz, símbolo del misterio pascual de Cristo. Toda la vida del Señor culmina en su pascua. Toda la vida de la Iglesia se funda en ella y a ella se ordena. Se funda en ella porque el Episcopado, plenitud del sacramento del Orden Sagrado, asimila más hondamente al sacerdocio de Cristo que tiene su culminación en la Pascua. Y se ordena a ella, porque cuanto el Obispo hace como profeta, liturgo y pastor, tiene por finalidad que los hombres reciban la parte de la herencia que el Padre ha querido dar les en Cristo.

El doble aspecto de muerte y resurrección del Misterio pascual es presentado por la cruz y el color oro, que significa eternidad y gloria. Y la razón formal del sacrificio de Cristo, el amor que lo lleva. a la obediencia hasta la muerte, se simboliza también en el color oro. Así se encuentran el amor, la obediencia, la cruz, la resurrección y la gloria. De este misterio pascual participa el sacerdocio episcopal y es esa realidad la que ha de comunicar su ministerio.

2. La Cruz está sobre campo azul, que significa a María Santísima. De Maria nació Jesús y con El llegó la redención al mundo. La maternidad de Maria constituye la garantía de nuestra salvación, porgue de ella el Hijo de Dios recibió la humanidad que había de rescatar. No es redimido sino lo que es asumido, repite la tradición teológica. Por María, el Hijo de D1OS se hace Hijo de Adán, para que los hijos de Adán se hagan hijos de Dios.
El Obispo, al proclamar las glorias de Marta, no sólo difunde suavidad y paz entre los hombres, sino certeza y esperanza de su vocación a la filiación d1vina y a la fraternidad universal en Cristo.

3. Debajo de la Cruz, el Evangelio, que es el anuncio gozoso de la salvación por Cristo que muere y resucita. El misterio salvador de Cristo empieza ya al ser concebido virginalmente por Maria, y se desarrolla a lo largo de la existencia terrena de Jesús, hasta coronarse en Su muerte y resttrrecci6n. Todo el misterio de Cristo se contiene en las Escrituras, que son el Evangelio. Es más, en ellas se revela la existencia eterna del Hijo en el seno de la Santísima Trinidad.

El contenido de la palabra del Obispo ha de ser siempre el Evangelio, con el cual ha de iluminar todos los caminos de los hombres, para que sean caminos de salvación. Como el misterio de la redención culmina en la muerte y resurrección de Cristo, la evangelización tiene su centro en la pascua, la cual es anunciada en la forma más luminosa y eficaz cuando el Obispo celebra en medio de su pueblo la Eucaristía.

4. La divisa «SERVIRE» servir, asumir la condición de siervo – quiere  sintetizar la actitud del pastor. Como el Siervo de Yahvé, Cristo Jesús, debe el Obispo servir a Dios Padre en el acabamiento de su designio de salvación, y así convertirse en servidor de los hombres, sus hermanos, en el ministerio de la verdad y la gracia, comunicando el evangelio, madurado en la reflexión y la oración, perdonando los pecados y dando la vida divina en la celebración de los sacramentos.

COMLA VI CAM I

 

Uno de los momentos más

importanes de la Historia de

la Iglesia en Paraná fue la

Organización del VI Congreso

MisioneroLatinoamericano y

I Congreso Americano Misionero

(COMLA VI CAM I)

 

 

 

Los Números del COMLA 6 – CAM 1

 

Para el presente congreso se acreditaron 3.021 congresistas, provenientes de 41 países, aunque efectivamente lo hicieron 2.867 de cuatro continentes, siendo los que de más lejos viajaron los representantes de la India.

Los congresistas están discriminados según su estado de la siguiente manera:

 

Cardenales 4

Arzobispos 20

Obispos 121

Sacerdotes 688

Religiosos/as 622

Consagrados 80

Laicos 1.272

Seminaristas 60

En tanto del congreso de la Infancia Misionera participaron 346 congresistas, de los cuales 129 niños son argentinos, 53 extranjeros y 62 animadores de grupos, también de todo el continente.

Entre los días 2 y 3 de octubre se realizó asimismo el Congreso de Grupos Misioneros de la Argentina, respondiendo a la invitación del obispo de Añatuya y presidente de la Comisión Episcopal de Misiones, monseñor Antonio Baseotto, al que asistieron 1.600 congresistas.

Para atender los requerimientos del Congreso, además de las comisiones organizadoras nacionales, colaboraron otras 350 personas que se hicieron responsables de las distintas áreas de trabajo.

También asistieron a los congresistas 1.400 adolescentes y jóvenes paranaenses. Servidores que se dividieron de la siguiente manera:


Seguridad 150

Salud 150

Liturgia 200

Recepción 150

Alimentación 180

Acreditación y Transporte 300

Infraestructura 200

Infancia Misionera 30

Los congresistas se movilizaron a sus distintos lugares de trabajo en 40 autobuses, los cuales realizaron 150 traslados diarios.

Se alojaron en 2.250 casas de familia, que cubrieron un total de 4.071 lugares de alojamiento ofrecidos.

Para las necesidades alimentarias de los congresistas y los servidores se utilizaron 10 comedores céntricos, en los cuales se repartieron 5.400 cenas, 11.700 almuerzos y 20.500 desayunos y meriendas. En tanto, los servidores dispusieron de 6.500 viandas compuestas de un sandwich de milanesa, una gaseosa y un alfajor de postre.

La Infancia Misionera tuvo 500 cenas y 5.540 almuerzos.

Las reuniones del COMLA 6-CAM 1 ocuparon 11 escuelas; los grupos y las familias misioneras trabajaron y se hospedaron en 12 colegios de la ciudad; se crearon tres sistemas informáticos para la acreditación y alojamiento de los congresistas, además de una red de 53 computadoras como soporte informático.

Para la traducción de las ponencias se contó con 150 traductores discriminados de la siguiente manera:

 

Idioma francés: 40

Idioma portugués: 70

Idioma inglés: 40

Traductores simultáneos: 5

 

Para suministrar las ponencias a los congresistas se hicieron 30.000 fotocopias diarias; además para la animación de los actos culturales y masivos se contó con 13 coros de la ciudad con un total de 123 integrantes.

Para la difusión previa del COMLA 6 – CAM 1 se repartieron en la ciudad de Paraná y en el interior de la arquidiócesis, 1.139.000 páginas coleccionables mediante los periódicos locales y parroquias de la ciudad, además de 120.000 boletines informativos locales y 49.000 boletines nacionales e internacionales.

Se acreditaron 149 periodistas de todo el continente e incluso del Vaticano, Alemania, Bélgica y Polonia. Si bien la mayoría pertenecía a medios católicos, no fue despreciable el porcentaje de profesionales que cubrieron la información para medios seculares de tirada nacional e internacional.

La pagina Web con textos en los cuatro idiomas oficiales del congreso fue renovada diariamente.

Durante el tiempo del Congreso se produjeron 9 horas de conexión satelital por televisión.

Este documento fue publicado como suplemento
del Boletín Semanal AICA Nº 2236, del 27 de octubre de 1999

Objetivos

 

Delegación de Educación

Precisar con claridad la razón de ser de la Escuela Católica en su medio, procurando estimular en cada Instituto el valor educativo que imparte la escuela.

Orientar, promover y vitalizar las expresiones educativas de la Iglesia Católica, conociendo, asumiendo y fortaleciendo sus instituciones.

Coordinar diversas acciones tendientes al perfeccionamiento de directivos y docentes.

Posibilitar el conocimiento mutuo de todos los colegios e Instituciones Católicas.

Propiciar el intercambio de experiencias pastorales, pedagógicas, didácticas y administrativas.

Asesorar la Catequesis para una cosmovisión cristiana de la enseñanza y de los docentes.

Asumir la defensa de la comunidad educativa de los Colegios Católicos cada vez que lo exijan sus justos reclamos.

Escudo Maulión

 

Como el rostro es el reflejo fiel de cada persona y en su fisonomía se lee lo que su corazón guarda, así, en heráldica, el escudo  manifiesta los rasgos del semblante espiritual que su poseedor quiere tener. Al Obispo se lo conoce y distingue por su ESCUDO.

El Blasón de Mons. MARIO L. B. MAULlÓN lleva como LEMA que guía su vida el mandato de Jesús: «ME ENVIO A EVANGELIZAR». El envío que movió tan vehementemente a Pablo (1Cor 1,17) tal como brotó de los labios de Jesús: «Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Noticia a toda la creación» (Mc. 16,15) seguirá resonando con toda la fuerza y confianza que dan sus palabras: «Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo». (Mt. 28,20),

El escudo, de una sola pieza, tiene el campo AZUL; color que simboliza, de parte de Cristo, «la VERDAD»: «Maestro, sabemos … que enseñas con toda verdad el camino de Dios» (Mt. 22,16) y, de parte del apóstol, «el CELO»: «Estoy celoso de ustedes con celo de Dios” (1 Cor 11,2).

Lleva en palo una BARCA en la que siempre la Iglesia se vio representada.

El metal de su figura es el ORO que en relación a Cristo, es atributo de «PODER” «jNavega mar adentro!” con un mandato expreso: «Echen las redes» (Lc. 5,4) y, desde el apóstol: «MAGNANIMIDAD” Aceptando su Misión de ser «Pescador de hombres” (Lc 5,10).

En su fragilidad el navío está sostenido desde arriba, pues su palo mayor remata en CRUZ, señal de la presencia de un timonel a quien «Hasta los vientos y el mar obedecen» (Mt. 8,27).

En el cantón izquierdo, en jefe, ostenta dos ESTRELLAS superpuestas, en conjunción: es la Estrella de la mañana que anuncia el nuevo Sol. Es MARIA que lleva en su seno, en sus brazos, en su vida, a JESUS.

Las Estrellas son guías del tripulante y lucen en PLATA que, como metal heráldico es, respecto a María, símbolo de «PUREZA»: «Toda hermosa eres» (Cant. 4,7) y, en lo que atañe al navegante, es alegoría de «VIGILANCIA», de profunda atención al mensaje evangélico, como en María que «guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc. 2,19).

El campo azul no tiene cuarteles ni particiones, el mar y el cielo se confunden sin horizonte. Una sola es la Iglesia triunfante y militante: «Un nuevo cielo y una nueva tierra… el mar ya no existía más» (Ap. 21,1).

El Blasón está timbrado por un BACULO episcopal que es signo del pastoreo que Dios le confía, como dejó a su Pueblo en manos del profeta-pastor: «Apacienta con tu cayado a tu pueblo» (Miq. 7,14).

El escudo compendia en sí la grandeza de la MISIÓN EPISCOPAL, como Monseñor Maulión aspira vivir; y como se encuentra resumida en estos versículos del Apóstol: «Se me confío la gracia de anunciar… la insondable riqueza de Cristo, y poner de manifiesto en qué forma se ha realizado el proyecto secreto que estaba oculto desde siempre en Dios». (Ef. 3,8-9).

Escuelas

 

Decanato Paraná 1

Institución

Dirección

Localidad

Teléfono

Esc. Ceferino Namuncurá

20

Saavedra 976

Paraná

4229616

Esc. Justo Jose de Urquiza

1

Monte Caseros 15

Paraná

4310109

Esc. La Salle

6

Santa Fe  474

Paraná

4311006

Esc. María Goretti Tecnica

21

Saavedra 976

Paraná

4229616

Esc. María Reina Immaculada

99

Neuquen s/n°

Paraná

4222553

Esc. Ntra. Sra. De Lourdes

86

Reconquista 179

Paraná

4319397

Esc. Raúl Jorge Bueno

157

Pronunciamiento 512

Paraná

4352496

Esc. Rosario Vera Peñaloza

9

Illía 380

Parana

4310443

Inst. Fons Vitae

 

Buenos Aires 239

Paraná

4231211

Inst. La Salle

D – 32

Santa Fe  474

Parana

4311006

Inst. Ntra. Sra. Del Huerto

D – 13

Monte Caseros 15

Paraná

4310109

Inst. Nuestra Madre de la Merced

D – 83

Pte. Illia 380

Paraná

4310443

Decanato Paraná 2

Institución

Dirección

Localidad

Teléfono

Esc. Del Niño Jesús

147

3 de Febrero 994

Paraná

4248967

Esc. Enrique Carbo

7

Av. Ramirez 1780

Paraná

4311952

Esc. Jose Gazzano

17

José Luis Borges 50

Paraná

4260335

Esc. María Auxilidora

88

Perez Colman s/n°

Paraná

4232675

Esc. Ntra. Sra de la Esperanza

124

Gend. Macional 1300

Paraná

4241947

Esc. Santa María de los Angeles

71

José Luis Borges 50

Paraná

4318301

Esc. Santa Teresita

36

3 de Febrero 994

Paraná

4248967

Esc. Virg. De la Medalla Milagrosa

5

Los Alamos 1981

Parana

4260424

Inst. Enrique Carbo

D – 40

Av. Ramirez 1780

Paraná

4311952

Inst. Maria Reina de la Paz

D – -177

José Luis Borges 50

Paraná

4260335

Inst. Nuestra Sra. De la Esperanza

D-143

Gend. Macional 1300

Paraná

4241947

Inst. Santa Teresita

D – 77

3 de Febrero 994

Paraná

4248660

Inst. Santa Teresita Terciario

 

3 de Febrero 994

Paraná

4248660

Inst. Seminario Secundario

D – 60

Don Bosco s/n°

Paraná

4330362

Inst. Seminario Terciario

D – 104

CC 141

Paraná

4330230

Inst. Virg. De la Medalla Milagrosa

 

Los Alamos 1981

Parana

4260304

Sacerdotes por parroquias

 

ARQUIDIOCESIS DE PARANÁ

 

BREVE GUÍA DE SACERDOTES Y PARROQUIAS
(Actualizado Marzo 2024)

|   DECANATO I

Ntra. Sra. del Rosario (CATEDRAL)

Mons. Eduardo Tanger

Velicogna, Javier

Zapata, Ramón

San Miguel Arcángel

Horisberger, Gustavo

Vera, Ricardo

Castro, Fabián

Sagrado Corazón de Jesús

Hergenreder, Máximo

Jacob, Matías

Quijano, Hernán

Ntra. Sra. del Carmen

Velazco, Miguel

Ntra. Sra. de la Piedad

Haller, Mario

Correa, Horacio

|   DECANATO II

Nuestra Señora de Fátima

Páez, José

López, Miguel (R)

Santa Teresita del Niño Jesús

Rausch, Diego

Leguizamoón, Lionel

Kraneviter, Néstor

Santa Rafaela María

Hayy, Sergio

San Juan Bosco

Vernaz, Benito

Pincemín, José María (R)

Virgen Medalla Milagrosa

Murador, Luciano

San Cayetano

Fariña, Silvio

Ghibaudo, Damián

San Roque

Cabrera Frolian, Julio Cesar

Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo

Don Bosco 2553, (3100) PARANÁ, tel: (0343) 4330035

Torres, Cristian (Rector)

Roskopf, Ovidio (Director Espirirtual)

Tropini, Emanuel

López, Lionel

 

DECANATO III

Nuestra Sra. de Lujan

Fontana, Jorge

Del Castillo, Emanuel

Santa Ana

Bonin, Jorge

San José Obrero

Volpe, Matías

San Francisco de Borja

Hertel, Agustín

Gonzalez, Dario

San Benito Abad

Taborda, Mario

Santa Ana (María Luisa)

Silguero, Daniel

Card. Estanislao E. Karlic (Residente Monasterio Nuestra Señora del Paraná)

Inmaculada Concepción (Villa Urquiza)

Yacob, Leonardo

Santa Lucía

Murador, Javier

Diac. Gomez Luis

Jesús Maestro y Señor y Nuestra Señora de Pompeya (Oro Verde)

Arismendi, Hernán

Nuestra Señora de Pompeya

Zanuttini, José María

Santo Domingo Savio

Minigutti, Walter

DECANATO IV

San Agustín

Patat, Ignacio Luis

Follonier, Ariel

San Juan Bautista

Cepeda, Carlos

Espinosa, Raúl

Diac. Comolli, Carlos

Inmaculado Corazón de María (Bajada Grande)

Albornoz, Héctor

Cristo Peregrino

Bonnin, Leandro

Ntra. Sra. de Guadalupe

García, Miguel

Diac. Picoli, Daniel

DECANATO DIAMANTE

San Cipriano y San Francisco Javier

Jacob, Eduardo

Masutti, Claudio

Diac. Gimenez, Enzo

San José (Crespo)

Selva Raj, Simón SVD

Nuestra Señora del Rosario

Scmith, Rubén

Badano, Rodrigo

Inmaculada Concepción (Valle María)

Haberkorn, Carlos SVD

Nuestra Señora de la Esperanza (Pto. Las Cuevas)

Cortese, Jorge

DECANATO NOGOYÁ

Basílica Nuestra Señora  del Carmen (Nogoyá)

Micheloud, Rafael

Suarez, Agustín

San Ramón (Nogoyá)

Gaitán, Ariel

San Lucas Evangelista (Lucas González)

Balcar, Javier

Sphan, Raúl

Sagrado. Corazón de Jesús (Ramírez)

Hetze, Luis

Nuestra Sra. de la Merced (Hernández)

Olivera, Mario

DECANATO LA PAZ

Nuestra Señora de La Paz (La Paz)

Lopez, Ricardo

Scarpone, Cristian

Retamar, Damián

San José de Feliciano (Feliciano)

Olmos, Gustavo

González, Miguel

Córdoba, Sebastián

Santa Elena (Santa Elena)

Hergenreder, David

Polverigiani, Hugo

DECANATO HASENKAMP

San José (Hasenkamp)

Ponce, Daniel

María Auxiliadora (María Grande)

Murador, Diego

Nuestra  Señora  de la Merced (Cerrito)

Bustamante, José María

San Miguel (Bovril)

Parisse, Ariel

Santa Ana (Viale)

Fattor, Walter

Nuestra  Señora de la Merced (Seguí)

Zaragoza, Gerónimo

Nuestra Señora de la Merced (Hernandarias)

Ventura, Mario

DECANATO VILLAGUAY

Santa Rosa de Lima (Villaguay)

Bravo, Marcelo

Rodriguez, Julián

Inmaculada Concepción (Villaguay)

Minigutti,  Fabián

Hernandez, Juan Cruz

Cristo Rey (Villa Clara)

Velazquez, Miguel

Sacerdotes de la Arquidiócesis

 PRESBÍTEROS ARQUIDIÓCESIS DE PARANÁ

  1. Pbro. ABALDE, Ricardo Alberto
  2. Pbro. ABELDAÑO, Alberto Ramón (Fuera de la Arquidiócesis)
  3. Pbro. ALBORNOZ, Héctor Eduardo (Fuera de la Arquidiócesis)
  4. Pbro. ANAYA, Luis Alfredo
  5. Pbro. ARISMENDI, Hernán Eduardo
  6. Pbro. ARMÁNDOLA, Eduardo Marcelo (Fuera de la Arquidiócesis)
  7. Pbro. ARMELIN, Diego Alberto
  8. Pbro. BADANO, Juan José Carlos
  9. Pbro. BADANO, Rodrigo
  10. Pbro. BALCAR, Javier Eduardo
  11. Pbro. BENITEZ, Andrés David
  12. Pbro. BARRETO, José Alberto Carlos
  13. Pbro. BATTAUZ, Damián Marcelo (En Roma por estudios)
  14. Pbro. BATTELLO, Aurelio Gabriel
  15. Pbro. BEDACARRATZ, Omar (Fuera de la Arquidiócesis)
  16. Pbro. BENAVÍDEZ, Carlos Alberto
  17. Pbro. BONIN, Jorge José Lorenzo
  18. Pbro. BONNIN, Leandro Daniel (Fuera de la Arquidiócesis)
  19. Pbro. BRAVO, Gustavo Marcelo
  20. Pbro. BRUSA, Germán Pablo
  21. Pbro. BUSTAMANTE, José María
  22. Pbro. BUT, Luis Antonio (fuera de la Arquidiócesis)
  23. Pbro. CAMINO, Rolando Fabián (Fuera de la Arquidiócesis)
  24. Pbro. CASAS RIGUERA, Alberto Horacio
  25. Pbro. CASTRO, Néstor Fabián
  26. Pbro. CEPEDA, Carlos Ramón (fuera de la Arquidiócesis)
  27. Pbro. CORBALÁN, Blas José María
  28. Pbro. DECUYPER, José Francisco
  29. Pbro. DITTLER, Alfonso Gabriel
  30. Pbro. DRI, Raúl
  31. Pbro. ESPINOZA, Héctor Raúl
  32. Pbro. FALCÓN, José Vicente Reynaldo
  33. Pbro. FARIÑA VACCAREZZA, Silvio José
  34. Pbro. FATTOR, Walter Javier
  35. Pbro. FOLLONIER, Ariel Oscar
  36. Pbro. FONTANA, Jorge Rafael
  37. Pbro. FRANK, Alfonso Vicente (fuera de la Arquidiócesis)
  38. Pbro. FRANK, Juan SVD
  39. Pbro. GAITÁN, Carlos Ariel
  40. Pbro. GARCÍA, Miguel Jesús Ramón
  41. Pbro. GERVASONI, Mario Javier
  42. Pbro. GHIBAUDO, Claudio Damián
  43. Pbro. GODOY, Antonio Jorge (fuera de la Arquidiócesis)
  44. Pbro. GONZÁLEZ GUERRICO, Luis
  45. Pbro. GONZÁLEZ, Miguel Ángel
  46. Pbro. GONZALEZ, Darío
  47. Pbro. GÖTTE, Sergio Ramón (Fuera de la Arquidiócesis)
  48. Pbro. GUARASCIO, Miguel Ángel
  49. Pbro. HALLER, Mario Alberto
  50. Pbro. HAYY, Sergio Aníbal
  51. Pbro. HERGENREDER, David
  52. Pbro. HERGENREDER, Máximo Leonardo Hernán
  53. Pbro. HERTEL, Norberto Agustín
  54. Pbro. HORISBERGER, Gustavo Alejandro
  55. Pbro. JACOB, Eduardo Rafael
  56. Mons. JACOB, Luis Alberto
  57. Pbro. JACOB, Sergio Ramón
  58. Pbro. KAUL, Agustín
  59. Pbro. KLEHR, Emilio Juan svd
  60. Pbro. KRANEVITTER, Néstor
  61. Pbro. LÓPEZ, José María
  62. Pbro. LÓPEZ, Juan Carlos (Fuera de la Arquidiocesis)
  63. LÓPEZ, Iván Lionel
  64. Pbro. LÓPEZ, Miguel Esteban (Fuera de la Arquidiócesis)
  65. Pbro. LÓPEZ, Ricardo Alberto
  66. Pbro. MADRID PÁEZ, Esteban
  67. Pbro. MAGGIONI, Leandro Rafael
  68. Pbro. MARGHEIM, Javier Ricardo Emilio (Fuera de la Arquidiócesis)
  69. Pbro. MARTÍNEZ, Juan Ignacio
  70. Pbro. MASUTTI, Claudio Germán.
  71. Pbro. MATTIASSI, Antonio Orlando
  72. Pbro. MICHELOUD, Rafael Ángel
  73. Pbro. MINIGUTTI, Fabián Roberto
  74. Pbro. MINIGUTTI, Walter Javier
  75. Pbro. MOLARO, Raúl César
  76. Pbro. MONTEAGUDO, Gustavo Ariel
  77. Pbro. MONTEJANO, Fernando
  78. Pbro. MOYA, Marcelino Ricardo
  79. Pbro. MURADOR, Diego Andrés
  80. Pbro. MURADOR, Javier Jorge
  81. Pbro. MURADOR, Luciano Emanuel
  82. Pbro. NICOLA, Alfredo Luis Marcelo
  83. Pbro. OLIVERA, Mario Orlando
  84. Pbro. OLMOS, Gustavo
  85. Pbro. PÁEZ, José Osvaldo
  86. Pbro. PARISSE, Ariel Alberto
  87. Pbro. PATAT, Ignacio Luis
  88. Pbro. PATTERSON, Alex Robert
  89. Mons. PERCARA, Prudencio Francisco (fuera de la Arquidiócesis)
  90. Pbro. PÉREZ, Humberto Santiago
  91. Pbro. PINCEMIN, José María
  92. Pbro. PONCE, Osiris Daniel Agustín
  93. Pbro. PUGA RAMÍREZ, Julio Alberto
  94. Pbro. QUIJANO GUESALAGA, Hernán Héctor Ramón
  95. Pbro. RAUSCH, Diego Ariel
  96. Pbro. RETAMAR, Damián
  97. Mons. RIEDEL, Ángel Evaristo
  98. Pbro. RODRÍGUEZ, Daniel
  99. Pbro. RODRÍGUEZ, Héctor José
  100. Pbro. RODRIGUEZ, Ignacio
  101. Pbro. ROSKOPF, Ovidio Santiago.
  102. Pbro. SCHMIDT, César Jesús
  103. Pbro. SCHMIDT, Rubén Horacio
  104. Pbro. SILGUERO, Daniel Miguel Antonio
  105. Pbro. SPAHN, Raúl Antonio
  106. Pbro. TABORDA, Mario José
  107. Pbro. TANGER, Eduardo Hugo.
  108. Pbro. TORRES, Cristian Mario
  109. Pbro. TOVAR, Leonardo Javier (Fuera de la Arquidiócesis)
  110. Pbro. VELAZCO, Miguel Ángel
  111. Pbro. VELÁZQUEZ, Miguel Ángel
  112. Pbro. VELICOGNA, Javier
  113. Pbro. VENTURA, Mario
  114. Pbro. VERNAZ, Benito Luis
  115. Pbro. VIOLA, Gabriel Marcelo (Fuera de la Arquidiócesis)
  116. Pbro. VOLPE, Gabriel Matías
  117. Pbro. WEINZETTEL, Marcos Andrés (Fuera de la Arquidiócesis)
  118. Pbro. YACOB, Leonardo Isidoro
  119. Pbro. ZANUTTINI, José María
  120. Pbro. ZAPATA, Ramón Estanislao
  121. Pbro. ZARAGOZA, Gerónimo Vicente

1.    Pbro.  ABALDE, Ricardo Alberto  

2.    Pbro. ABELDAÑO, Alberto Ramón  

3.    Pbro.  ALBORNOZ, Héctor Eduardo  

4.    Pbro.  ANAYA, Luis Alfredo

5.    Pbro. ARISMENDI, Hernán Eduardo  

6.    Pbro. ARMÁNDOLA, Eduardo Marcelo  

7.    Pbro.  ARMELIN, Diego Alberto  

8.    Pbro.  BADANO, Juan José Carlos

9.    Pbro.  BALCAR, Javier Eduardo

10. Pbro.  BARON, Carlos Emilio  

11. Pbro. BARZÁN, Pedro Amadeo 

12. Pbro. BENITEZ, Andrés David,  

13. Pbro. BARRETO, José Alberto Carlos

14. Pbro. BATTAUZ, Damián Marcelo  

15. Pbro.  BATTELLO, Aurelio Gabriel  

 

16. Pbro. BEDACARRATZ, Omar  

17. Pbro.  BENAVÍDEZ, Carlos Alberto

18. Pbro.  BONIN, Jorge José Lorenzo  

19. Pbro. BONNIN, Leandro Daniel

20. Pbro.   BRAVO, Gustavo Marcelo

21. Pbro. BRUSA, Germán Pablo  

22. Pbro.  BUSTAMANTE, José María

23. Pbro.  BUT, Luis Antonio

24. Pbro.  CAMINO, Rolando Fabián

25. Pbro.  CASAS RIGUERA, Alberto Horacio  

26. Pbro. CASTELLANOS, Eduardo Alberto   

27. Pbro.  CASTRO, Néstor Fabián

28. Mons. CENA, Silverio Nicasio

29. Pbro. CEPEDA, Carlos Ramón  

30. Pbro. Ciuffo cortese, Rodolfo José Francisco  

31. Pbro.  CORBALÁN, Blas José María  

32. Pbro. CRUZ, Pascual SVD  

33. Pbro. DAN, Xuan Hai SVD

34. Pbro. DANELON, Mario SVD

35. Pbro.  DECUYPER, José Francisco  

36. Pbro.  DITTLER, Alfonso Gabriel

37. Pbro. DRI, Raúl  

38. Pbro.  DUMOULIN, José Francisco

39. Pbro. ESCOBAR GAVIRIA, Juan Diego CES

40. Pbro. ESPINOZA, Héctor Raúl  

41. Pbro.  FALCÓN, José Vicente Reynaldo  

42. Pbro.  FARIÑA VACCAREZZA, Silvio José

43. Pbro. FATTOR, Walter Javier

44. Pbro. FOLLONIER, Ariel Oscar  

45. Pbro. FONTANA, Jorge Rafael  

46. Pbro.  FRANK, Alfonso Vicente  

47. Pbro. FRANK, Juan SVD

48. Pbro. GAITÁN, Carlos Ariel

49. GARCÍA, Miguel Jesús Ramón 

50. Pbro. GAUTHIER, José María SJM

51. Pbro.  GERVASONI, Mario Javier

52. Pbro.  GHIBAUDO, Claudio Damián  

53. Pbro. GIORIA, Santiago Antonio

54. Pbro. GODOY, Antonio Jorge  

55. Pbro. GONZÁLEZ GUERRICO, Luis  

56. Pbro. GONZÁLEZ, Miguel Ángel  

57. Pbro. GÖTTE, Sergio Ramón  

58. Pbro. GRINÓVERO, Leonardo Adrián  

59. Pbro.  GUARASCIO, Miguel Ángel  

60. Pbro. HABERKORN, Carlos SVD  

61. Pbro.  HALLER, Mario Alberto

62. Pbro.  HAYY, Sergio Aníbal  

63. Pbro. HERGENREDER, David   

64. Pbro. HERGENREDER, Máximo Leonardo Hernán  

65. Pbro.  HERTEL, Norberto Agustín  

66. Pbro. HORISBERGER, Gustavo Alejandro

67. Pbro.  JACOB, Eduardo Rafael  

68. Mons.  JACOB, Luis Alberto

69. Pbro.  JACOB, Sergio Ramón  

70. Pbro.  KAUL, Agustín  

71. Pbro. KLEHR, Emilio Juan svd  

72. Pbro.  KRANEVITTER, Néstor  

73. Pbro. LAMOURÈRE, Antoine (Maximilien Marie) SJM.

74. Pbro. LE PUIL, Philippe  

75. Pbro. LÓPEZ, José María

76. Pbro.  LÓPEZ, Juan Carlos

77. LÓPEZ, Iván Lionel 

78. Pbro. LÓPEZ, Miguel Esteban

79. Pbro. LÓPEZ, Ricardo Alberto  

80. Pbro. MADRID PÁEZ, Esteban

81. Pbro. MAGGIONI, Leandro Rafael  

82. Pbro. MARGHEIM, Javier Ricardo Emilio

83. Pbro. MARTÍN GARCÍA, Luis LC

84. Pbro. MARTÍNEZ, Héctor Mariano  

85. Pbro. MARTÍNEZ, Juan Ignacio  

86. Pbro. MASUTTI, Claudio Germán.  

87. Pbro. MATTIASSI, Antonio Orlando  

88. Pbro. MENDOZA, Gustavo Javier. 

89. Pbro.  MICHELOUD, Rafael Ángel

90. Pbro.  MINIGUTTI, Fabián Roberto

91. Pbro.  MINIGUTTI, Walter Javier  

92. Pbro.  MOLARO, César Raúl

93. Pbro.  MOLARO, Raúl César

94. MONTEAGUDO, Gustavo Ariel 

95. Pbro.  MONTEJANO, Fernando

96. Pbro.  MOYA, Marcelino Ricardo  

97. Pbro. MURADOR, Diego Andrés  

98. Pbro. MURADOR, Javier Jorge

99. Pbro. MURADOR, Luciano Emanuel 

100.              Pbro. NAVILIAT, Juan Carlos SVD   

101.              Pbro.  NICOLA, Alfredo Luis Marcelo

102.              Pbro.  O’CONNOR, Peter John

103.              Pbro. OLIVERA, Mario Orlando  

104.              Pbro.  PÁEZ, José Osvaldo

105.              PARISSE, Ariel Alberto   

106.              PASETTI, Germán Ariel MC  

107.              Pbro.  PATAT, Ignacio Luis 

108.              Pbro.  PATTERSON, Alex Robert  

 

109.              Mons.  PAUL, Silvestre Cecilio

110.              Mons. PERCARA, Prudencio Francisco  

111.              Pbro.  PÉREZ, Humberto Santiago

112.              Pbro.  PINCEMIN, José María

113.              Pbro. PONCE, Osiris Daniel Agustín  

 

114.              Pbro. PUGA RAMÍREZ, Julio Alberto 

115.              Pbro. Puling, Titus svd  

116.              Pbro.  QUIJANO GUESALAGA, Hernán Héctor Ramón

117.              Pbro.  RAUSCH, Diego Ariel  

118.              Mons.  RIEDEL, Ángel Evaristo  

119.              Pbro. RIVETTI, LUIS ÁNGEL C.Ss.R

120.              Pbro. RODRÍGUEZ, Daniel  

121.              Pbro.  RODRÍGUEZ, Héctor José

122.              Pbro.  ROSKOPF, Ovidio Santiago.

123.              Pbro. SCHMIDT, César Jesús  

124.              Pbro.  SCHMIDT, Rubén Horacio

125.              Pbro. SCHMITT, Marc  

126.              Pbro.  SILGUERO, Daniel Miguel Antonio

127.              Pbro. SPAHN, Raúl Antonio  

128.              Pbro.  TABORDA, Mario José     

129.              TALAVERA, Ariel Alcides   

130.              Pbro. TANGER, Eduardo Hugo.

131.              Pbro.  TORRES, Cristian Mario  

132.              Pbro. TOSO, Claudio Alberto  

133.              Pbro.  TOVAR, Leonardo Javier 

134.              Pbro. URRUTIGOTTI, Diego (Opus Dei)

135.              Pbro.  VELAZCO, Miguel Ángel

136.              Pbro.  VELÁZQUEZ, Miguel Ángel  

137.              Pbro. VELICOGNA, Javier

138.              Pbro.  VENTURA, Mario

139.              Pbro. VERGARA, Carlos 

140.              Pbro.  VERNAZ, Benito Luis  

141.              Pbro.  VIOLA, Gabriel Marcelo

 

142.              Pbro. VOLPE, Gabriel Matías  

143.              Pbro. WEINZETTEL, Marcos Andrés  

144.              Pbro.  WENDLER, José Carlos  

145.              Pbro. YACOB, Leonardo Isidoro  

146.              Pbro. ZABALA, Rodrigo Alejandro Alberto  

 

147.              Pbro. ZANITTI, Luis

148.              Pbro. ZANUTTINI, José María  

149.              Pbro.  ZAPATA, Ramón Estanislao  

150.              Pbro. ZARAGOZA, Gerónimo Vicente

 

INCARDINADOS EN PARANÁ AL SERVICIO DE ASOCIACIONES O MOVIMIENTOS FUERA DE LA DIÓCESIS

 

151.              Pbro. BAGNOUD,  Jacques (Diego) Fraternidad Sacerdotal Molokai para Obra Puntos Corazón.

 

152.              Pbro. BARRETT, Francis Joseph Mary De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,  

153.              Pbro. BELL, John Allen C De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo.

154.              Pbro. BORRETTO, Christopher De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,

155.              Pbro. ÁNGEL CORREA, Héctor De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,

156.              Pbro. ESCORCIA, Leovigildo Raúl CES De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo”.

 

157.              Pbro. GILI, Emmanuel De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,

158.              Pbro. GIMEYI, Gregory De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo

 

159.              Pbro. HAMMOND, Joseph De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,

 

160.              Pbro. HARGREAVES, Geoffrey De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,

 

161.              Pbro. JAKOBSSON, Bengt-Ove De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,

162.              Pbro. KELLY, Bernard De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,

163.              Pbro. LEAL VALENCIA, Rodrigo Arley De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo”, 

 

164.              Pbro. MACKIN, Eamon De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,

165.              Pbro. MARÍN RODAS, Willmer Humberto De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo”. 

166.              Pbro. MEZAN DE MALARTIC, Arnaud Guillaume De la Fraternidad Sacerdotal Molokaï.

 

167.              Pbro. MOLINA MORA, José Ramón De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo”,

 

168.              Pbro. MONTOYA ARIAS, Oscar Alonso ces De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,  

169.              Pbro. PAVEC, Laurent Marie Fraternidad Sacerdotal Molokai para Obra Puntos Corazón )  

170.              Pbro. PERIES, Ignacio De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo

 

171.              Pbro. RAGGIO, Adolfo De la Obra de María, Movimiento de los Focolares  

172.              Pbro. RIVERA MEJÍA, Marco De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,

173.              Pbro. RODA MUÑOZ, Juan Carlos De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo”,

174.              Pbro.  RODRÍGUEZ ECHAVARRIA, Henry Wilson De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo”.

175.              Pbro. RÚA ALZATE, Hubeimar Alberto De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo”,

 

176.              Pbro. SECA PAUTH, Ademir ces De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,

177.              Pbro. SERRANO CARREÑO, Luis Eduardo De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo”,

178.              Pbro. TORRES MONTAÑO, Edwin Alfonso De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo”.

 

179.              Pbro. VIDES, Wilfredo De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo

180.              Pbro. WACLAWIK, Jozef De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo,

181.              Pbro. WARNAKULA, Anthony De la Asociación Clerical “Cruzada del Espíritu Santo.