Este martes 8 se conmemora la octava Jornada Mundial de Oración y Reflexión contra la Trata de Personas. El lema de este año es: “La fuerza del cuidado: mujeres, economía y trata de personas”. En diálogo con la Oficina de Comunicación y Prensa de la Conferencia Episcopal Argentina, su presidente, monseñor Oscar Ojea, obispo de San Isidro compartió su mensaje.

“Este es uno de los fenómenos más humillantes que lastiman la dignidad de las personas y que las convierten en cosas y objetos de compraventa humillando el tesoro de ser creatura de Dios destinadas a compartir la felicidad con sus hermanos.

Recuerdo la impresión que me produjeron en el Sínodo de la Amazonia los relatos de las comunidades que habían vivido migraciones forzosas debido a la contaminación del agua en muchos lugares de la cuenca del Amazonas. Habían tenido que abandonar costumbres ancestrales ligadas a la pesca y a la agricultura porque la crisis socioambiental los empezaba a tocar muy de cerca, no pudiendo sostenerse con los bienes que producían en el pasado. Al emigrar entraban en contacto con la dinámica de las ciudades a la que no se podían adaptar, entonces las mujeres eran buscadas para ejercer la prostitución considerado el medio más inmediato para poder sostenerse  y mantener así a la familia.  Eran verdaderamente desgarradores los relatos de estas experiencias que sufrían especialmente las mujeres para sobrevivir en un medio desconocido y hostil. Qué importante es la posibilidad de encontrar una comunidad cristiana que pueda servir al cuidado de tantas hermanas que caen en esta pobreza indescriptible de tener que esclavizarse para poder sostener sus vidas y las de sus hijos.

Encontramos  en Josefina Bakita un ejemplo  de humildad y fortaleza que nos ayuda en este camino. Ella supo lo que era ser esclava  a partir de los 9 años en Sudan en donde fue raptada y vendida varias veces hasta que finalmente sirviendo a una buena familia descubrió la fe cristiana, perdonó a aquellos que le habían hecho tanto mal y consagró su vida a servicio de la libertad de tantísimas hermanas en la orden religiosas de las Canossianas.

Pidamos a su intercesión el cuidado de tantas hermanas nuestras que sufren esta profunda herida en la dignidad de sus personas y un cambio profundo en nuestras economías que permitan y faciliten el acceso al trabajo digno de todas aquellas personas que se encuentran con enormes dificultades, para poder integrarse a tantas comunidades con distintas culturas, valores y costumbres”.