Con una misa presidida por monseñor Juan Alberto Puiggari, la Iglesia despidió los restos de monseñor Mario Luis Bautista Maulión, arzobispo emérito de la Arquidiócesis que falleció el 27 de septiembre. La Eucaristía tuvo lugar en la Catedral Nuestra Señora del Rosario y se llevó a cabo de manera privada.
La Eucaristía estuvo concelebrada por el cardenal Estanislao Karlic, el vicario general de Paraná, Mons. Eduardo Tanger y un grupo reducido de sacerdotes. Finalizada la misa, se procedió a la sepultura en uno de los altares laterales del templo.
En su homilía, monseñor Puiggari señaló: “Nosotros sabemos que nuestro destino es el cielo, y que todo nuestro peregrinar acá en la tierra tiene esa meta. Los sacerdotes, más que nadie, somos los que anunciamos y queremos llevar a nuestros hermanos para que descubran que Jesús es el camino al cielo. Por eso la muerte de un sacerdote, de un obispo, es la plenitud, el último llamado de Jesús. Él lo llamó a la vida, lo llamó a la vocación, y él lo llamó a distintas misiones en su vocación, y ahora la muerte es un llamado, para que vaya ‘a estar con mi Padre’, contemplando la Trinidad”.
“La muerte es un acto de amor, nosotros entendemos esto. Es la Pascua de él, durante toda la vida la proclamó, la celebró, la anunció y ahora la vivió: su última Eucaristía ya no contempla a Jesucristo bajo las especies de pan y vino, sino que lo contempla cara a cara. Es su pascua. Por eso siempre se mezclan los sentimientos de tristeza, de nostalgia, pero de alegría: tenemos la firme confianza de que ya está gozando de Dios, y tenemos también la firme confianza de que él está intercediendo por nosotros”, afirmó.
Monseñor Puiggari destacó que monseñor Maulión quiso de tal manera a Paraná, que pidió ser enterrado allí: “Él gozaba viniendo a Paraná, estando en la residencia, cuando había confirmaciones viniendo a confirmar, en las fiestas patronales mientras le dio la salud. Él gozaba en cada encuentro que realizábamos en Rosario, bastante seguido, tratando de animar la Cruzada del Espíritu Santo, de la que era responsable, después le pidió a la Santa Sede que yo siguiera como responsable, y siempre eran encuentros muy profundos, muy sacerdotales, muy lindos. Él se encariñó mucho con la arquidiócesis nuestra, por eso quiso ser enterrado acá”, recordó.
Finalmente, dio gracias a Dios “por su vida, por su ministerio al servicio de la Iglesia, por su ministerio al servicio de nuestra arquidiócesis”, y destacó: “Fue un hombre humilde que estaba muy claramente plantado en el lugar que tenía. Un simple instrumento”.
“Pidamos para que él interceda por nuestra arquidiócesis, en esta Novena Patronal de Nuestra Señora del Rosario, podamos con su intercesión, con su gracia, renovar y sacudir un poco nuestra Iglesia”, concluyó, deseando “que tenga el descanso de los justos”.