La próxima celebración de Pentecostés, importante en sí misma, Dios mediante, será particularmente relevante para la arquidiócesis de Paraná. Ese día comenzará solemnemente el tercer Sínodo paranaense.

Éste se hace con ocasión del centenario del primer sínodo paranaense (1915). La memoria histórica es el contexto pero la principal inspiración la da nuestro actual pontífice Francisco quien nos ha enseñado recientemente que “en orden a que este impulso misionero sea cada vez más intenso, generoso y fecundo, exhorto también a cada Iglesia particular a entrar en un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma.” (EG 30).

Sínodo significa “caminar juntos”. Un sínodo diocesano es un hecho extraordinario en la vida eclesial. En consecuencia, las últimas palabras del Santo Padre nos sirven no sólo como una iluminación para emprender el camino sinodal sino también para reflexionar sobre un camino habitual en la Iglesia: el camino cuaresmal-pascual.

Para nosotros, este camino cuaresmal-pascual concluirá con el inicio del Sínodo. Por eso “entrar en un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma” –personal y comunitaria- (principalmente durante la Cuaresma) es también un modo de responder al pedido del Santo Padre y es un modo de prepararnos intensamente no sólo para celebrar el gran Acontecimiento de la Pascua sino también disponernos con un espíritu renovado para iniciar el camino sinodal.

Toda la Iglesia paranaense es invitada a hacer este camino hacia el Sínodo, del mismo modo que, con toda la Iglesia, es invitada a purificarse durante la Cuaresma para renovar su condición de Pueblo Dios mediante la renovación de las promesas bautismales en la Vigilia pascual.

Cuaresma – Semana Santa – Pascua – Pentecostés: un camino con etapas, un camino para recorrer juntos, un caminar juntos hacia Cristo y desde Cristo…

El tiempo cuaresmal-pascual tiene como centro la gran Vigilia pascual con su tradicional preparación en el tiempo de la Cuaresma y su prolongación con la cincuentena pascual.

La Cuaresma presenta como variantes las connotaciones específicas de cada ciclo; esto hace que cada ciclo cuaresmal reciba un nombre propio: ciclo bautismal, ciclo cristocéntrico-pascual y ciclo penitencial. Durante este año, el ciclo cuaresmal privilegia la referencia a la persona de Jesucristo y su Pascua; en cambio, durante los ciclos A y C se subrayan los sacramentos del Bautismo y de la Reconciliación respectivamente.

“Como en los otros ciclos, el tema de las tentaciones en el desierto y la transfiguración en la montaña, marca la catequesis de los dos primeros domingos… En los otros tres domingos podemos descubrir con el evangelista Juan una progresiva proclamación litúrgica de la glorificación de Cristo, el Hijo amado del Padre. Jesús camina conscientemente hacia el desenlace final de su hora. En cada uno de estos textos podemos encontrar un aspecto del Misterio de Cristo iluminado por un simbolismo especial”. (Jesús Castellano)

Este camino lo comenzamos el miércoles de Cenizas…

En la Misa de ese día se bendice y se impone la ceniza… Durante la celebración, el sacerdote pide “humildemente a Dios Padre que bendiga con su gracia esta ceniza que, en señal de penitencia, vamos a imponer sobre nuestras cabezas”. Una de las oraciones previstas dice: “Tú que no quieres la muerte del pecador, sino su arrepentimiento, escucha, Señor, con bondad nuestras súplicas y bendice + esta ceniza que vamos a imponer sobre nuestra cabeza en reconocimiento de que somos polvo y al polvo hemos de volver, a fin de que el ejercicio de la penitencia cuaresmal nos obtenga el perdón de los pecados y una vida nueva a imagen de tu Hijo resucitado”.

En efecto, “la Cuaresma … dispone a la celebración de la Pascua. Tiempo de escucha de la Palabra de Dios y de conversión, de preparación y de memoria del Bautismo, de reconciliación con Dios y con los hermanos, de recurso más frecuente a las «armas de la penitencia cristiana»: la oración, el ayuno y la limosna (cfr. Mt 6,1-6.16-18). … El gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Lejos de ser un gesto puramente exterior, la Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud del corazón penitente que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal. Se debe ayudar a los fieles, que acuden en gran número a recibir la ceniza, a que capten el significado interior que tiene este gesto, que abre a la conversión y al esfuerzo de la renovación pascual”. (Directorio de Liturgia y Piedad Popular 124 – 125)

Por eso, los obispos argentinos dicen que “es conveniente,… recuperar el auténtico sentido de la Cuaresma como itinerario de renovación bautismal, propuesto cada año por la Iglesia en su Liturgia” (NMA 50).

Benedicto XVI afirma: “En la Santa Misa del primer domingo de Cuaresma rezaremos: Oh Dios nuestro Padre, con la celebración de esta Cuaresma, signo sacramental de nuestra conversión, concede a tus fieles crecer en el conocimiento del misterio de Cristo y de dar testimonio de él con una digna conducta de vida” (Colecta). Es una invocación que dirigimos a Dios porque sabemos que sólo Él puede convertir nuestro corazón. Y es sobre todo en la Liturgia, en la participación en los santos misterios, donde somos llevados a recorrer este camino con el Señor; es un ponernos a la escucha de Jesús, recorrer los acontecimientos que nos han traído la salvación, pero no como una simple conmemoración, un recuerdo de hechos pasados. En las acciones litúrgicas, Cristo se hace presente a través de la obra del Espíritu Santo, esos acontecimientos salvíficos se vuelven actuales. Hay una palabra-clave a la que se recurre a menudo en la Liturgia para indicar esto: la palabra “hoy”; y esta debe entenderse en el sentido original, no metafórico. Hoy Dios revela su ley y nos da a elegir hoy entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte (cfr Dt 30,19); hoy “el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1,15); hoy Cristo ha muerto en el Calvario y ha resucitado de entre los muertos; ha subido al cielo y se ha sentado a la derecha del Padre; hoy se nos da el Espíritu Santo; hoy es el tiempo favorable. Participar en la Liturgia significa entonces sumergir la propia vida en el misterio de Cristo, en su presencia permanente, recorrer un camino en el que entramos en su muerte y resurrección para tener la vida”. (Catequesis “El recorrido bautismal de la Cuaresma”, 2011).

Recientemente, el Papa Francisco ha enviado a la Iglesia su mensaje para Cuaresma. Es oportuno recoger aquí algunas de sus afirmaciones invitando a todos a leerlo íntegramente, meditarlo y con la ayuda del Señor, practicarlo.

En su mensaje, titulado «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8), el Santo Padre nos recuerda que “La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). … Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor <al amor de Dios>, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia. La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. … El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo”.

Más adelante, añade: “Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (Cf. Deus caritas est, 31). Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro. Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: «Haz nuestro corazón semejante al tuyo». (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús).

Pbro. Mario Alberto Haller

Delegado Episcopal de Liturgia