El 11 de noviembre es el Día Nacional del Enfermo, en el cual la Iglesia en Argentina quiere llamar la atención y despertar la conciencia de los fieles sobre la realidad del sufrimiento humano.

El lema de este año es: «Vendar las llagas de los corazones rotos», tomado del Profeta Isaías: «¡El Espíritu del Señor está sobre mí! Porque el Señor me ha ungido. Él me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la libertad a los presos» (Is 61,1). Y como iluminación presentamos la figura de Jesús que sostiene al herido, según la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 29-37).

 

 

 

AÑO DE LA FE

Domingo 11 de noviembre de 2012

«VENDAR LAS LLAGAS DE LOS CORAZONES ROTOS» (Is 61,1)

 

Carta Pastoral a las comunidades

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

 

El 11 de noviembre es el Día Nacional del Enfermo, en el cual la Iglesia en Argentina quiere llamar la atención y despertar la conciencia de los fieles sobre la realidad del sufrimiento humano.

El lema de este año es: «Vendar las llagas de los corazones rotos», tomado del Profeta Isaías: «¡El Espíritu del Señor está sobre mí! Porque el Señor me ha ungido. Él me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la libertad a los presos» (Is 61,1). Y como iluminación presentamos la figura de Jesús que sostiene al herido, según la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 29-37).

Es nuestro deseo que llegue una «buena noticia» a los que sufren, en el alma o en el cuerpo, y a todos los hermanos en la fe un llamado a no pasar de largo ante el dolor del prójimo herido. En la parábola del Buen Samaritano Jesús nos enseña qué actitud tomar ante el hermano caído: no desviar la mirada, sino acercarse, interesarse, ofrecer ayuda concreta. Detenernos junto al enfermo y necesitado, no por curiosidad, sino con disponibilidad y sensibilidad, capaces de compadecernos del que sufre y ofrecer la ayuda eficaz, hasta la entrega de nosotros mismos.

De igual manera, estar cercanos a las familias que llevan la sobrecarga de familiares enfermos, ancianos, con capacidades especiales, o sufren las consecuencias de la violencia o del flagelo de las adicciones, a las que la sociedad actual olvida, saturada de relativismo y permisivismo y lejos del Sumo y Único verdadero Bien, que es Dios, abre el camino de la caridad a las nuevas generaciones.

Por eso es que no podemos permanecer indiferentes ante los cuestionamientos e incoherencias de una sociedad que camina a la deriva, porque ha perdido la brújula de la fe y los mandamientos de Dios. También la ignorancia, sobre todo religiosa, y la ausencia de valores en la vida personal, familiar y social, es una grave situación de pobreza a la que debemos atender

Queremos mirar con esperanza y positivamente el futuro. Lo podemos hacer porque Jesús camina con nosotros. Él lo dice: «Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). De esta certeza «debemos sacar un nuevo impulso en la vida cristiana» y «redescubrir el camino de la fe» hacia el encuentro con Cristo.»Ponernos en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud» (Porta fidei, n.2).

La riqueza de la fe

Si realmente vivimos la fe como experiencia de encuentro con Cristo, sabremos acercarnos a los hermanos que sufren, llevarles la buena noticia y «vendar las llagas de los corazones rotos», ofreciéndoles la riqueza de la fe. Tenemos, en efecto, a nuestra disposición, como un don de la misericordia y providencia de Dios, en primer lugar la Palabra de Dios, y también las medicinas de Dios, que son los sacramentos de curación. A través de ellos el amor de Cristo nos libera del pecado que nos esclaviza y enferma, y nos conforta en la debilidad corporal y espiritual.

Las medicinas de Dios

Estas «medicinas» de Dios son: el sacramento de la Confesión o Reconciliación, por el que nos reconciliamos con Dios y con la Iglesia, recobramos la paz y nos sanamos espiritualmente; el sacramento de la Unción de los Enfermos, que sana el alma y el cuerpo, ayuda a asumir la enfermedad desde la fe y prepara a esperar con serena confianza el abrazo del Padre Dios, y la Comunión, el encuentro con Jesús Eucaristía, alimento del hombre peregrino, que nos da vida.

El Papa Benedicto XVI insiste en que redescubramos la riqueza de la fe y la belleza de la vida cristiana para ofrecérselas a los hombres sedientos o heridos del mundo de hoy.

María, la Madre de Jesús, con su ejemplo e intercesión nos inspira confianza y la voluntad de asumir el dolor, unirlo al sufrimiento de Cristo y convertirlo en signo eficaz de salvación.

Rogamos al Señor que los bendiga y guarde.

 

Los Obispos de la

Comisión Episcopal para la Pastoral de la Salud