Capilla Sagrada Familia. Paraná

Señor Vice-gobernador José Cáceres
Sra. Presidenta Municipal Profesora Blanca Osuna
Señores Comandantes de las Fuerzas Armadas y de Seguridad
Señores Concejales
Queridos hermanos

Nos reunimos hoy en este Templo para orar por nuestra patria, en un nuevo aniversario del Primer Gobierno Patrio, siguiendo el ejemplo de nuestros próceres de mayo, que  elevaron  la plegaria a Dios por el progreso y la prosperidad de la Nación  y dar gracias a Dios por el don de nuestra Patria,  “El 25 de mayo de 1810, el Cabildo abierto de Buenos Aires expresó el primer grito de libertad para nuestra pueblo. El 9 de julio de 1816, los representantes de las Provincias Unidas en Sud América se reunieron en la ciudad de San Miguel de Tucumán y declararon la independencia nacional.      Estamos agradecidos por nuestro país y por las personas que lo forjaron, y recordamos la presencia de la Iglesia en aquellos momentos fundacionales”.
Desde los inicios de nuestra comunidad nacional, aun antes de la emancipación, los valores cristianos impregnaron la vida pública. Esos valores se unieron a la sabiduría de los pueblos originarios y se enriquecieron con las sucesivas inmigraciones. Así se formó la compleja cultura que nos caracteriza. Es necesario respetar y honrar esos orígenes, no para quedarnos anclados en el pasado, sino para valorar el presente y construir el futuro. No se puede mirar hacia adelante sin tener en cuenta el camino recorrido y honrar lo bueno de la propia historia.  
En nuestra cultura prevalecen valores fundamentales como la fe, la amistad, el amor por la vida, la búsqueda del respeto a la dignidad del varón y la mujer, el espíritu de libertad, la solidaridad, el interés por los pertinentes reclamos ante la justicia, la educación de los hijos, el aprecio por la familia, el amor a la tierra, la sensibilidad hacia el medio ambiente, y ese ingenio popular que no baja los brazos para resolver solidariamente las situaciones duras de la vida cotidiana. Estos valores tienen su origen en Dios y son fundamentos sólidos y verdaderos sobre los cuales podemos avanzar hacia un  futuro con esperanza, que haga posible un justo y solidario desarrollo de la Argentina.

Al celebrar este tiempo Bicentenario, recordamos que nuestra patria es un don de Dios confiado a nuestra libertad, como un regalo que debemos cuidar y perfeccionar. Es un don y es una tarea.

Por eso nos hemos reunido, siguiendo la tradición de los hombres de mayo, para alabar a Dios Todopoderoso y Eterno por Sus obras magníficas, sus dones y amor infinito  que manifiesta hacia la Argentina.

Los entrerrianos, santafesinos, porteños, cordobeses, jujeños, salteños, correntinos,  y pienso en todas nuestras provincias, a pesar de sus diferencias, definían algo común: la naciente argentina. Tonadas, historia, suelo diversos, pero un deseo profundo, y camino  arduo hacia la unidad nacional.

Con gran esperanza comenzamos a vivir este tiempo bicentenario. En nuestra historia no estuvieron ausentes enfrentamientos y generosas reconciliaciones, luchas, pruebas y desgarros. Sin embargo, y a pesar de ello, esta tierra generosa contagió a aquellos padres de la Patria, el deseo de una patria grande, que la pensaron acogedora, cálida, respetuosa, capaz de albergar a tantos extranjeros que se fueron incorporando al ser nacional y sintieron en poco tiempo el orgullo de sentirse argentinos.

Cuántas incontables riquezas germinaron en una geografía tan variada que ayudaron a fermentar hombres de llanuras infinitas, de sierras silenciosas, de montañas guardadas por los cóndores, lomadas de todos los verdes, bosques y montes de hacheros, hijos de las aguas chicas y grandes: y todos argentinos.
Estamos dando comienzo al tercer centenario; los argentinos estamos llamados a dejar las esclavitudes personales, sociales y políticas, para adentrarnos en el desierto de nuestra conciencia y purificarla. Mucho hay que purificar, pues mucho se nos dio y tanto más se nos va a pedir.
Este breve alto en el camino y motivo de alegría   para celebrar el nuevo aniversario de mayo, nos debe hacer reflexionar qué pasos tenemos que dar los argentinos   para proyectar nuestra Patria hacia un camino de grandeza,  digno del sueño de nuestros próceres.
La primera tarea que no puede ser postergada es la reconciliación: “Urge recrear las condiciones políticas e institucionales que nos permitan superar el estado de confrontación permanente que profundiza nuestros males. La situación actual requiere una actitud de grandeza de parte de todos los argentinos, en particular de sus dirigentes. Es urgente la reconciliación en la verdad y la justicia.    Ya nos lo decía la sabiduría de nuestros criollos expresada por  nuestro poeta «Los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera, tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea porque si entre ellos pelean, los devoran los de ajuera»(Martín Fierro)…olvidar lo malo, es también tener memoria”

En esta mañana, quisiera pedirle a Dios nuestro Señor que nos conceda,  un estilo de liderazgo centrado en el servicio al prójimo y al bien común;  que siempre priorice a la persona humana, que ha recibido de Dios mismo una incomparable e inalienable dignidad.

Que nos ayude a recuperar el respeto por la familia y por la vida en todas sus formas,  a la vida de cada persona en todas sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural. Especialmente pensamos en la vida de los excluidos e indefensos.  

También en la vida de las familias, lugar afectivo en el que se generan los valores comunitarios más sólidos y se aprende a amar y a ser amado. Es la mejor escuela de  virtudes cívicas.
Que nos de fortaleza para pasar de habitantes a ciudadanos responsables. El habitante hace uso de la Nación, busca beneficios y sólo exige derechos. El ciudadano construye la Nación, porque además de exigir sus derechos, cumple sus deberes

Que podamos afianzar la educación y el trabajo como claves del desarrollo y de la justa distribución de los bienes. Una tenaz educación en valores y una formación para el trabajo, unidas a claras políticas activas, generadoras de trabajos dignos,  que sea capaz de superar el asistencialismo desordenado, que termina generando dependencias dañinas y desigualdad.

En definitiva Le pedimos al Señor, que los argentinos, todos juntos, podamos hacer de esta bendita tierra una gran Nación justa y solidaria, abierta al Continente e integrada en el mundo.
Contemplemos a la Mujer valiente y humilde, que en el colmo de la obra amorosa de Dios, le dijo sí libremente a su amor y designio, y quiso trancar los ejes de la carreta en Luján, sostener a los salteños en su Milagro, hacer cantar a los catamarqueños en su Valle, arrancar el Chamamé en Itatí, ser siempre nuestro Pilar, inspiró su nombre al puerto de Santa María de los Buenos Aires; y  a su amparo quiso que naciera la ranchada en la baxada del Paraná y  bajo esta misma advocación del Rosario acompaño y protegió a nuestros soldados en Malvinas.  
Una vez más ponemos en sus manos y en el corazón todas estas intenciones, pidiéndole  que interceda por nosotros y acompañe el camino de las autoridades, de los dirigentes de los diversos sectores y de todo el pueblo argentino.
Que asi sea