Nació en la ciudad de 9 de Julio, Pcia. de Bs. As., el 10 de Noviembre de 1911. Cursó sus estudios eclesiásticos en el recién fundado Seminario San José, de La Plata. Formó parte del primer grupo de alumnos al inaugurarse el nuevo edificio, en forma provisoria, a la sombra de la Basílica de Nuestra Señora de Lujan, en el año 1923. En 1925 los seminaristas fueron trasladados al Seminario de la Plata, una vez terminada la parte que entonces se inauguró. Fue ordenado sacerdote cuando tenía sólo 23 años de edad, el 21 de diciembre de 1934, en la Iglesia del Seminario de La Plata. Celebró su primera Misa en el templo parroquial de 9 de Julio el 23 del mismo mes. Su primer destino fue el de Vicario Cooperador de la Parroquia de Chacabuco, pasando luego a la de San Ignacio, de Junín. Donde se desempeñó durante cuatro años, puestos en los cuales mostró su profunda y sólida formación espiritual, doctrinal y pastoral. En 1941 pasó a ejercer el ministerio en la Curia del Obispado de Mercedes, sonde desempeñó la notaría Mayor Eclesiástica, la Secretaría General del Obispado y desde 1945 fue provisor y Vicario General. Fue también asesor de la A.J.A.C, de la A.M.A.C. y de la Junta central de la A.C.A. Debido a su descollante actuación en esta primera etapa de su vida sacerdotal, recibió el título de Prelado Doméstico de Su Santidad. El 9 de junio de 1956 fue preconizado por el Papa Pio XII como Obispo Titular de Ceciri y Auxiliar de Paraná. Recibió la Consagración Episcopal el domingo 12 de Agosto de 1956, en la Basílica de Ntra. Sra. de Luján, a las 10:00 hs. Fue Consagrante principal Mons. Zenobio L. Guilland, Arzobispo de Paraná y su antiguo rector en el Seminario de La Plata. Fueron Obispos asistentes Mons. Anunciado Serafín y Antonio Plaza. Se destacó como Obispo Auxiliar por la Gran Misión que se realizó en Paraná en 1960, puesta bajo su dirección, que llevó la Palabra de Dios a todos los sectores y Barrios de Paraná. El 11 de febrero de 1960 el Papa Juan XXIII lo trasladó a la Sede residencial de Catamarca. Tomó posesión de la misma el 30 de abril del mismo año. En los dos años que permaneció en dicha sede, supo granjearse el amor del pueblo catamarqueño, llegando en sus giras pastorales, a veces en lomo de burro, hasta los lugares más recónditos de la diócesis y de la cordillera andina. El 6 de septiembre de 1962 el mismo Papa Juan XXIII lo promueve al Arzobispado de Paraná, del que tomó posesión el 5 de enero de 1963. Fue Padre Conciliar del Concilio Vaticano II, al que asistió y participó en todas sus sesiones entre los años 1962 y 1965. Fue también Padre Sinodal en los cuatro primeros sínodos convocados por el Papa Pablo VI. Cuando en 1970 el Episcopado Argentino tiene que elegir a quien sucederá al Cardenal Antonio Caggiano como Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, los Obispos eligen a Mons. Tortolo, quien tres años después resulta reelecto por un nuevo período. El 8 de Diciembre de 1973, luego de una intensa preparación espiritual, se llevó a cabo la Coronación Pontificia de la Santísima Virgen del Rosario, por su Emcia. el Cardenal Antonio Caggiano (ver diálogo con los fieles) En julio de 1975 fue nombrado por el Papa Vicario General Castrense de las Fuerzas Armadas. Sus preocupaciones como Pastor de la Arquidiócesis de Paraná fueron siempre la catequesis, la Eucaristía, la Santísima Virgen María, los sacerdotes y el Seminario. Mons. Tortolo fue un auténtico evangelizador: sus cartas y mensajes pastorales, sus escritos y predicaciones, estuvieron siempre marcados por una doctrina clara, segura y orientadora. Tenía, además, una habilidad admirable para hacerse comprender por distintas clases de gente, adaptando a ellas el nivel de su predicación. Su celo apostólico le hizo recorrer varias veces el territorio de la Arquidiócesis. Su episcopado se desarrolló en medio de dos grandes crisis: la crisis post-conciliar en la Iglesia, y la crisis política que sacudió el país, ensangrentándolo, durante el accionar de la guerrilla y la posterior reacción militar. En la primera, sobresalieron su fidelidad al Papa y su firme postura doctrinal. Sufrió mucho, pero no se dobló ni se quebró, y fue un firme sostén, maestro, guía y ejemplo para muchos, con su fidelidad inquebrantable a la doctrina ortodoxa y tradicional de la Iglesia, en momentos en que “el humo de Satanás había penetrado en los muros de la Iglesia”, en palabras del Papa Pablo VI. Ayudó a numerosos sacerdotes vacilantes y a laicos desorientados, y se desvivió por su Seminario, asolado por enemigos exteriores e interiores. Hasta que, con sobrehumano esfuerzo, logró transformarlo en un baluarte de la sana doctrina, del que salieron numerosas generaciones de sacerdotes ejemplares. Esta última obra mereció el elogio de Juan Pablo II quien, refiriéndose al Seminario de Paraná, empleó la expresión “Aureo Seminario” Con respecto a la crisis política, solo los que lo trataron muy de cerca saben de sus angustias y de todo el silencioso bien que hizo. Tenía influencia y prestigio en las Fuerzas Armadas, y los empleó, mitigando excesos, curando heridas, orientando como Pastor. Por esto no siempre fue bien comprendido, incluso fue atacado. Los que lo conocieron bien de cerca saben que hizo lo humanamente posible, y tal vez un poco más. La síntesis de la vida de Mons. Tortolo fue escrita nada menos que por Juan Pablo II quien, al enviarle una carta con motivo de sus bodas de oro sacerdotales, le dijo: “En realidad, las muchas obras realizadas que sería largo enumerar, donde quiera hayas ejercido el ministerio, ¿qué muestran sino que tú has sido “varón de Dios”, “hombre de la Iglesia”, por la santidad de tu vida, la experiencia pastoral, el sentido eclesial, insigne por tus dotes y celo apostólico, preocupado por las necesidades del Pueblo de Dios, por la formación del clero, por el progreso en los estudios, del régimen del Seminario Mayor y Menor, del apostolado de los laicos y del incremento de las escuelas católicas”? Monseñor Adolfo Servando Tortolo, enfermo en los últimos años de su vida, sobrellevó con extraordinaria fortaleza su Cruz, y falleció en Buenos Aires el 1° de Abril de 1986, a los 75 años de edad. Fue enterrado en la Catedral de Paraná, a los pies del Altar de la Virgen, su gran Amor.